E l Quinto Mandamiento es muy diferente al resto. Por otro lado pareciera que es algo natural en la vida; sin embargo, quizá se convirtió en un mandamiento porque no siempre es el que más se practica, a pesar de que se le puso una recompensa a su cumplimiento.
A veces honrar a nuestros padres no es lo más común.
Cuando un padre cumple 80 años, estamos en presencia de una bendición. Tener cerca a un padre para aconsejarnos, darnos su apoyo y su cariño, inclusive cuando ya tenemos una edad en la que podríamos andar por nuestra cuenta e independientes, es algo que no solo debemos conmemorar, también es un menester celebrarlo, ¡y en grande!
Es así que tuvimos la posibilidad y la gran suerte de celebrar los 80 años de nuestro querido Marcko Glijenschi. Un padre, un esposo, un suegro, un abuelo, un maestro, un dirigente. Una persona llena de historia familiar y comunitaria.
Al conmemorar y celebrar 80 años de vida, estamos juntos recordando la historia de casi un siglo. Es un particular recorrido con todo tipo de logros y retos. Haber sentido la cercanía de la guerra. Haber sufrido vicisitudes y necesidad. Haber tenido que huir y viajar por continentes, en barco. Haber sentido miedo, hambre y frío. Haber sobrevivido. Ser un sobreviviente.
Llegar a nuevas tierras, sin el idioma y con otra idiosincrasia. Otra cultura. Otra cosmovisión. Añorar la comida de casa. Los cuentos. Los amigos de infancia. Las calles y los olores familiares. Tratar y lograr adaptarse a esa nueva vida, tropical, diferente, en la que todo es nuevo y, por ende, difícil. Hacerlo con alegría y remontarse. Ser feliz. Ser mejor. Lograrlo todo y más. Aprender a hablar de nuevo. Estudiar. Cosechar amistades que durarán toda la vida. Fundar periódicos y sociedades de alumnos. Participar en grupos juveniles. Graduarse de varias carreras. Dar clases. Tener muchos alumnos, aprender y escuchar muchas historias, muchas anécdotas. Acuñar nuevos dichos y refranes. Lograr un eponimato. Seguir estudiando siempre.
Enamorarse, casarse, viajar… Construir un hogar. Iniciar una familia judía y educar a las hijas.
Ser un activista y un dirigente, líder de proyectos. Ser sionista. Hacer crónicas. Criticar. Opinar y marcar a muchos. Escribir un libro. Casar a los hijos. Verlos partir, aunque no lejos, de casa. Perder a los padres. Quedar huérfano. Experimentar lo que son los nietos, y entonces ver que todo continúa y que el ciclo de la vida judía empieza de nuevo.
Celebrar la vida “¡Lejaim!”, junto a los amigos cosechados, a la esposa-compañera de vida-amiga-confidente-reflejo-bastón-orgullo… Todo. Celebrar con los sabores conocidos que esa compañera nos permite que no sean lejanos, y vuelvan a estar presentes. Compartir con los hijos que se multiplican con los yernos, con los nietos, con los bisnietos...
Honrar a nuestro padre es un privilegio y lo celebramos, no solo porque es nuestro padre, también porque es una vida vivida intensamente, que ha dejado huella en tantos y tantos.
Honrar a un padre es la base de la sociedad. Quien no entiende que su vida depende de sus padres, que su vida ha sido creada y sostenida por sus padres, a quienes debemos respeto, consideración y honrar en vida, no entiende cuál es el principio de las cosas, y le costará tener límites y valores.
Es por eso que no quiso regalos para él. Quiso Marcko Glijenschi, en sus 80 años, regalar a la institución que honra a la familia; y por eso donó a Hebraica. Agradecer por el amor, el cuidado, el respeto, las enseñanzas y el ejemplo ha sido nuestro privilegio en todos estos años.
Gracias, Pa, por todo lo que eres, has sido y sigues siendo. 80 años de historia… Que los podamos celebrar es la mayor de las alegrías para quienes te amamos.
¡Yom huledet saméaj!
Tu esposa, tus hijas, yernos, nietos y bisnietos