D esde estas páginas quiero rendirle un muy sentido homenaje a mi querido esposo, Leo Rittigstein Mehler (Z’L), quien falleciera hace poco menos de un mes.
Nuestras “niñas” y yo lo extrañamos mucho, nos hace tanta falta, partió pronto. Sentimos nuestro hogar, el que establecimos juntos, vacío, ya no oímos sus ingeniosas ocurrencias, sus chistes y juegos de palabras en distintos idiomas, que nos hacían reír y bajar las tensiones de la vida diaria. Sabía darle ese sabor a la vida, tomar las cosas en serio, pero con una sonrisa en la cara, seguridad en la mente y cierta calma en el espíritu. Nos ayudó tanto con su genial forma de ser. Superamos juntos infinidad de situaciones.
Otra de sus características resaltantes fue la responsabilidad. En su trabajo era eficiente, exigente consigo mismo, cuidadoso, nada dejaba al azar. Nunca rehuyó circunstancias espinosas, no dejó a nadie aislado, sabía escuchar, comprender, resolver los problemas con dedicación, honestidad e inteligencia. Invariablemente tenía un modo de ayudar, de hacernos percibir las dificultades de modo más sencillo. Era notable su valentía al encarar obstáculos, siempre de frente.
Con su ejemplo y guía nos enseñó infinidad de maneras para vencer vicisitudes. Gracias a él supimos que con estudio, esfuerzo y trabajo, seríamos mejores personas.
En estos días de extrema tristeza, recibimos numerosas muestras de cariño y admiración. Todas coincidían en la gran persona que fue Leo. Una de las amigas de Jenny nos expresó que lo veía como un papá diligente, siempre atento a la familia.
Cómo olvidar la gran sorpresa que Leo y Perla, siendo muy pequeña, me dieron al mostrarme que la niña podía leer El Universal. O las tantas canciones graciosas que Leo y Jenny, contagiada de su estilo, inventaban. Leo fue mi gran apoyo en todo lo que emprendí, nunca me dejó sola, su compañía era prodigiosa. Unidos constituimos un gran equipo, consolidado, exitoso, triunfante, juntos todo lo podíamos.
Aún más, la característica superior que definía a Leo en la intimidad familiar fue el cariño que permanentemente nos prodigó.
Durante su entierro, Perla enfatizó: “Papá, te voy a extrañar tanto, tu risa, tus chistes, tus historias, tu personalidad, la forma en que hacías sentir a todo el mundo: feliz, importante. Agradezco el tiempo que tuve contigo, las lecciones que me enseñaste, y todo el amor que me diste. Te llevaré siempre en mi corazón”. Y Jenny recordó que, desde que era bebé, él tenía una oración para desearle las buenas noches: “Buenas nochecitas, que sueñes con los angelitos más lindos y más buenos del mundo, que te cuiden siempre… Ahora, él es nuestro angelito”.
Dentro del profundo dolor, lo que más lamento es que Leo tuvo poco tiempo para disfrutar de nuestras nietas, el mejor fruto de lo que ambos construimos. Tampoco podrá disfrutar de los nietos que vendrán.
Leo fue un extraordinario esposo, compañero, padre, hijo, amigo… Nos hace mucha falta.
Beatriz W. de Rittigstein
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Muy hermoso Beatriz – todos los que tuvimos el honor de conocerlo lo extranaremos immensamente – mucha fortaleza – un gran abrazo – Isabel