Honda tristeza ha producido en nuestra kehilá la prematura desaparición física de David Suiza Z’L, personaje querido y admirado por su dedicación al estudio y enseñanza de los libros sagrados, así como por su intensa actividad como voluntario, todo ello coronado por su inquebrantable humildad.
Los miembros de la comunidad que no lo conocieron podrán valorarlo gracias a este homenaje, tejido por un gran número de personas cuyos textos rememoran su gran calidad humana
Duele mucho despedirse de una persona como tú. Decirte adiós es sentir que nos quitan un pedazo de nosotros mismos. Me adoptaste junto a Mazal como a una hija. Imposible olvidar todo lo que han hecho por mí. La vida me regaló cuatro padres, y me siento afortunada por eso. ¿Quién no te quería? Eras muy especial. Tenías cualidades espectaculares.
Recuerdo como si fuera ayer el día que nos conocimos, un Rosh Hashana abajo en Maripérez, y me es difícil entender que ya no estás físicamente. Esto de las despedidas siempre me ha costado, y solo queda pensar y decir como todos dicen, “la vida es así”, todos nacemos y en algún momento tenemos nuestra fecha de vencimiento y ese día llego para ti.
Aunque sabíamos que estabas enfermo, nunca pensamos que esto podía pasar. Siempre te sentíamos tan bien, con ánimo, diciendo que esto iba a pasar y que todo iba a estar bien. Ya al final, cuando estabas tan mal, siempre nos apegamos a ese milagro que te sacaría de esto. No podemos juzgar a Hashem. Solo Él sabe y tiene las explicaciones de todo, y tenemos que saber que todo es por y para bien.
Miro las fotos de viaje y muchos momentos más en que recuerdo tu risa, tus consejos y opiniones. Cuando me ofrecías chumbooo, que tanto te gustaba, y tú tomabas té con yerbabuena luego de comer la comida de Shabat. Recuerdo un día en que fuimos al circo. Yo no me había casado y te estaba contando que Jacobo no quería venir nunca a visitarme a mi casa porque hacía mucho calor, y al día siguiente me mandaste a mi casa un aire acondicionado para que yo estuviera feliz y Jacobo me visitara.
¿Cuánta bondad había en ti? Siempre corrías para ayudar a tu prójimo. Cuando remodelamos mi casa siempre me ofrecías lo mejor, y si algo era complicado de hacer igual me complacías siempre con tu cara de alegría. ¿Cómo será ahora todo sin ti, sin tus consejos, sin tu ayuda?
Tengo muchas cosas que agradecerte. De algunas te dije gracias en vida, pero ahora que no estás me arrepiento de no haberte agradecido mucho más por todo. Debí decirte que eras una persona espectacular, con un gran corazón que irradiaba optimismo, y sobre todo una persona de mucha emuná. Debí agradecerte por no dejar que mi mamá y abuelo pasaran un Shabat solos (esto también se lo agradezco a mi suegra). Debí agradecerte cada conversación que tuvimos sobre el judaísmo. Siempre aprendía mucho de ti, y me quedo corta con todo lo que pueda decir.
Es demasiado difícil despedirse de ti. Saber que físicamente no vas a estar con nosotros cada Shabat, cada Pascua, en los cumpleaños de tus nietos y en todas las alegrías que faltan de la familia; pero me voy a encargar de recordarte todos los días. De hablarle a mis hijos sobre lo especial que era su abuelo. Te vamos a recordar con tu sonrisa, con tus ganas de siempre hacer jésed, con tus chistes y con esa cualidad que tenías de ayudarnos siempre a resolverlo todo. Nada era un problema; aunque no supieras cómo resolver algo, siempre nos decías “dale, hazlo” y buscabas la manera de ayudarnos.
¡Gracias por tanto! Le doy gracias a Dios por haberte conocido y por darme a un suegro como tú. Como ya lo dije, más que un suegro fuiste un padre para mí.
¡Solo puedo decir hasta siempre, porque cuesta mucho despedirse de alguien a quien uno a querido tanto!
Tu nuera
Nicolle Levy de Suiza