La semana pasada, algunos medios informaron que el Ministerio de Justicia ruso ordenó a la Agencia Judía (organismo que conecta al pueblo judío de la diáspora y su centralidad, Israel) cesar sus actividades dentro del país. Sin embargo, la Agencia Judía afirmó que “solo” les exigieron concluir ciertas operaciones. Sea cual fuere la realidad, tenemos que considerar la creciente presión sobre la comunidad judía en Rusia y el imperativo de tomar posición contra Ucrania.
Trascendió que el gobierno ruso acusó a la Agencia Judía de una serie de prejuicios propios del atávico antisemitismo, el cual fue furibundo a través de numerosos pogromos en los tiempos zaristas, y luego las razzias en las más de siete décadas de la extinta URSS, siempre culpando a los judíos de las adversidades, es decir, el chivo expiatorio a la mano y sin consecuencias.
Manifestación en Estados Unidos por la libertad de los judíos soviéticos, hacia 1970
(Foto: universitysynagogue.org)
Al respecto, está el pasquín Los Protocolos de los Sabios de Sión, impostura creada en la época del último zar, Nicolás II, por la Ojrana (policía secreta zarista), en el que se acusa al pueblo judío de conspirar para dominar el mundo. En 1921, el diario británico The Times señaló que se trataba de un plagio de la obra Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu de Maurice Joly, donde no se menciona a los judíos. En la era soviética, el libelo fue ampliamente difundido. En la actualidad, ese mito ruso sirve para las campañas antisemitas de distinto signo, como las del radicalismo islámico.
En la presente invasión rusa a Ucrania, la minoría judía ha sido involucrada por la propaganda malsana de ambos lados. Putin sigue intentando mostrar a Ucrania como un país controlado por el nazismo, profanando la memoria del Holocausto. Por otra parte, en reiteradas ocasiones, el gobierno ucraniano ha negado las incontables persecuciones antisemitas, incluyendo los crímenes de los ucranianos durante la invasión nazi; además, ha criticado a Israel por no hacer lo suficiente ante el conflicto con Rusia, cuando en realidad es uno de los países que más les ha brindado ayuda humanitaria.
El gobierno ruso acusó a la Agencia Judía de una serie de prejuicios propios del atávico antisemitismo, el cual fue furibundo a través de numerosos pogromos en los tiempos zaristas, y luego las razzias en las más de siete décadas de la extinta URSS
Recordamos que en un tiempo no tan lejano, en los años 60 y 70 bajo la tiranía soviética, a los judíos les estaba prohibido estudiar religión, historia, cultura, valores del judaísmo y el idioma hebreo. Tampoco podían identificarse con el Estado de Israel, y quienes desafiaban al régimen eran despedidos de sus trabajos, ellos y sus familiares no podían estudiar ningún nivel de educación; eran llamados refuseniks, lo que indicaba su condición de rechazado, pues se les negaba el permiso de salida de la URSS para establecerse en Israel. Muchos fueron encarcelados en condiciones infrahumanas y se les conoció como “Prisioneros de Sión”. El mundo judío realizó múltiples manifestaciones pidiendo el respeto a los derechos humanos y la libertad de estas valientes personas.
A la caída de la URSS propiciada por Gorbachov, la Agencia Judía se dedicó al rescate del judaísmo detrás de la “Cortina de Hierro”, aquel que no tuvo la oportunidad de conocer sus raíces. Ante la embestida del gobierno de Putin contra la Agencia Judía y los judíos de su país, existe alarma por la posibilidad de una nueva ola de ataques antisemitas. Se teme la repetición de la clausura que aisló al judaísmo ruso, y que se vuelvan a vivir las más desventuradas etapas de restricciones y persecuciones.