Otro punto de vista
Durante 100 años, la familia de mi mejor amiga vivió una doble vida como “judíos ocultos” en Mashad, Irán.
En 1839, miles de musulmanes atacaron brutalmente el gueto judío de Mashad en un sangriento pogromo conocido como Allahdad (“justicia divina”). Treinta y seis judíos fueron masacrados. Muchas mujeres fueron violadas. Siete niñas judías fueron secuestradas y obligadas a convertirse en novias infantiles.
A las 300 familias judías restantes se les dio una opción imposible: convertirse al Islam o morir inmediatamente.
Al igual que los judíos “marranos” de España, quienes fingieron convertirse al catolicismo mientras ocultaban su verdadera identidad, las 300 familias judías de Mashad —incluida la de mi mejor amigo— fingieron haberse convertido. Fuera de sus hogares, según todas las apariencias, los judíos mashadíes realmente se habían convertido. Adoptaron nombres islámicos, asistían regularmente a los servicios en la mezquita, compraban carne halal y pan de estilo musulmán. Incluso simulaban ayunar durante el Ramadán.
Fatulla Aminoff, de 34 años (derecha) con su flamante esposa Hana, de 14, típico matrimonio temprano entre los criptojudíos de Mashad, Irán, a mediados del siglo XX
(Foto: The Times of Israel)
Pero en casa, en sótanos y tras las ventanas cerradas, continuaron practicando devota y secretamente el judaísmo.
Las velas de Shabat, que fabricaban en secreto en sus sótanos, las encendían bajo una cubierta para que no pudieran verse a través de las ventanas. Las mujeres vestían ropa tradicional musulmana, llamada chador, pero usaban esas capas para contrabandear ejemplares de la Torá, chales de oración y otros objetos ceremoniales por toda la comunidad.
Las familias tenían perros y gatos para poder alimentarlos con la carne que compraban, mientras ellos mismos comían carne kosher, sacrificada ritualmente en secreto y llevada de contrabando a las casas bajo los chadores de las mujeres.
Durante Pésaj, las mujeres horneaban matzá en los sótanos mientras los niños dormían, para que si los fanáticos chiítas interrogaran a los pequeños (lo cual era común), no tuviesen ninguna información que revelar.
Y para evitar que sus hijas se casaran con musulmanes las prometían a una edad temprana, de modo que si venían a pedirles la mano les podían decir que las niñas ya estaban comprometidas.
Esta guerra no es por la tierra. Nunca se trató de la tierra. Se trata de un deseo genocida de destruir la existencia de los judíos
Durante 120 años, los judíos de Mashad oraron para que llegara el día en que pudieran vivir libremente como judíos. Sufrieron una doble vida secreta, llena de miedo, porque no tenían forma de escapar de los musulmanes radicales que querían oprimir, perseguir y borrar a los judíos de la existencia.
Pero los judíos de hoy por fin son libres.
Los judíos de hoy tenemos de nuevo nuestra patria ancestral, Israel.
Los judíos de hoy saben que la masacre del 7 de octubre no es más que una repetición de pogromos sangrientos como el de Allahdad, donde los judíos son saqueados, violados y masacrados para satisfacer la sed antisemita de sangre.
Esta guerra no es por la tierra. Nunca se trató de la tierra. Se trata de un deseo genocida de destruir la existencia de los judíos.
Y no nos vamos a ninguna parte.
Fuente: cuenta de Twitter @persianjewess
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.