Usualmente nos encontramos con una confusión generalizada en la sociedad sobre estos términos, inclusive en miembros de nuestra comunidad, por lo que voy a tratar de identificar cada uno de los mismos para tener una idea clara de su origen y significado.
Abraham es considerado como el fundador del monoteísmo; fue el primer hebreo, ya que la palabra hebreo significa “del otro lado” y hace alusión a que hace 4000 años aproximadamente, Abraham vino del otro lado del río Jordán cuando emigró desde la ciudad de Ur en Caldea hacia la tierra prometida de leche y miel en Canaán.
De esta forma convino al llamado de Hashem descrito en el primer Libro del Pentateuco, Génesis, que establece: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. Así que, desde el punto de vista geográfico, Abraham se encuentra del otro lado de su ciudad original, por lo que pudiéramos decir que sería el primer “hebreo”, pero también se encuentra al otro lado de lo que eran las culturas politeístas y paganas de la época, siendo el primero que introduce el monoteísmo, la creencia de un solo y único Dios, por lo que esto es un salto cuántico para las culturas tradicionales de la época. En este sentido, al ser descendientes de Abraham, los judíos somos hebreos.
Siguiendo en la historia bíblica, llegamos a Jacob o Iaacob, tercer patriarca del pueblo judío y nieto de Abraham, quien siguiendo con la lectura del Libro de Génesis, protagonizó en sus sueños una pelea aguerrida con un ángel enviado por el Creador, al que venció. A partir de ese épico momento, Dios le otorga a Jacob el nombre espiritual de “Israel”, que significa “el que luchó con Dios”. Así que siendo los judíos descendientes de igual forma de Jacob-Iaacob-Israel, los judíos somos al mismo tiempo israelitas.
Como sabemos, de las 12 tribus originales del pueblo de Israel solo quedó la tribu de Judá, acompañada por la pequeña tribu de Benjamín, y algunos levitas dispersos en el territorio. Así las cosas, al ser descendientes de la tribu de Judá que prácticamente fue la única superviviente, también somos “judíos”.
En este sentido podemos concluir que hebreo, israelita y judío hacen referencia a diferentes momentos históricos, pero se configuran en una misma identidad.
El término israelí se refiere a las personas que han nacido en Israel, país que actualmente tiene un población aproximada de diez millones de habitantes, de los cuales el 75% son hebreos-israelitas-judíos; el 21% son árabes, en su gran mayoría musulmanes, y el 4% restante contiene a cristianos y drusos.
Si ponemos atención a los nombres que llevan nuestras instituciones, todas ellas fundadas en el siglo XX, vemos que en su mayoría utilizan el término israelita, por ejemplo la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela, la Asociación Israelita de Venezuela, la Unión Israelita de Caracas; y eso tiene una explicación, basada en que los hebreos-israelitas-judíos que emigraron a nuestros países vinieron en muchos casos escapando de persecuciones o violencia judeófoba, ya que el antisemitismo era moneda corriente en Europa y en los países árabes, por lo que “judío” tenía en aquel entonces una connotación negativa. Así que el liderazgo de la época prefirió utilizar el término israelita, que como hemos visto en este artículo nos identifica de igual forma con judío o hebreo.
Aprovechando el esclarecimiento de estos conceptos, voy a referirme a una tesis a la que usualmente apelan los odiadores criollos, al decir que los judíos que habitan en Israel no son descendientes de Abraham-Jacob-Judá sino que provienen del Reino Jázaro, un pueblo euroasiático de origen caucásico-turco-mongol, ya que los antiguos israelitas desaparecieron. Pero resulta, sucede y acontece que Moisés, antes de morir a los 120 años, elaboró de acuerdo al dictado de Hashem 13 ejemplares del Séfer Torá, entregó uno para cada tribu y el décimo-tercero lo destinó a ser guardado en el Arca de la Alianza por los sacerdotes de la tribu de Levi.
Cada tribu estaba conformada por 50 mil familias aproximadamente, que empezaron a trascribir la Torá original que les fue entregada, siguiendo en forma estricta las 24 reglas que son leyes del Séfer Torá, entre las cuales podemos citar: 1) No escribirlo en otro idioma que no sea el hebreo; 2) No tener ni una letra de más o de menos; y 3) Ninguna letra podrá tener contacto con otra. En caso de contravención de alguna de las 24 leyes de la Torá, el ejemplar se considerara tan solo un Jumash (impreso), así que al cabo de pocos años había miles de Séfer Torá exactos en cada familia judía.
A pesar del destierro, una vez reunidos en Éretz Israel para la conformación del Estado judío el 14 de mayo de 1948, y revisados por los rabinos los Séfer Torá de las distintas comunidades que por siglos se encontraban dispersas y aisladas entre sí, confirmaron la maravillosa noticia de que todos y cada uno de los Sefarim revisados exhaustivamente eran idénticos, que a pesar de los siglos su texto se mantenía exacto al que Moisés había entregado a cada tribu en el Monte Sinaí, por lo que la unicidad de los hebreos-israelitas con sus descendientes y el pueblo judío está más que demostrada, y así será hasta la venida del Mashíaj.