Israel Zelikovich
E ste escrito corresponde a un pensamiento muy personal.
Hebraica es, ha sido y seguirá siendo el centro de reunión comunitaria por excelencia. La mayoría de los miembros de la comunidad se identifican con esta institución, sin importar la edad, ascendencia, tendencia religiosa, estatus social o marital.
Gracias a Hebraica, Venezuela es una de las comunidades más unidas del mundo; lo reconocen dirigentes judíos de otros países así como aquellos que decidieron emigrar y que no han podido conseguir, ni imitar, nada que se le parezca. Ellos extrañan, por encima del país, a su comunidad con su centro social, Hebraica.
Hebraica se creó hace 48 años, mucho antes del auge del retorno a la religión, y estableció sus estatutos y reglas basados en la realidad del momento, por lo cual no se podía pretender de la noche a la mañana, que la minoría de la comunidad que empezaba a probar las dulces aguas de la religión exigiera un cambio radical en las reglas del centro comunitario que los favoreciera a ellos y se olvidara de la mayoría; teniendo una visión de beneficio social que piensa en todos, no tendría lógica ni sería justo.
Sin embargo, Hebraica sí empezó a hacer cambios; sus distintas directivas se dieron cuenta de que la comunidad se estaba renovando, que cada vez más y más personas se acercaban a la observancia y que la institución debía hacer reformas para adaptarse a sus necesidades.
Contamos con servicios de comida que cumplen con las exigencias de hashgajá de nuestras instituciones, un Mikve Kelim para permitir a los miembros cumplir con esta mitzvá, una biblioteca de literatura netamente religiosa, jarras de netilat yadáim en los baños y las áreas de comida, así como berajot en varias paredes con espectacular diseño y acceso visual. Hace poco se abrió una tefilá para que la gente de la zona pueda asistir caminando en Shabat.
Hebraica ha abierto grupos deportivos y de bailes que se adaptan a los horarios y exigencias religiosas de aquellos que lo han solicitado, usando todos los recursos operativos y económicos posibles.
El Departamento de Bailes, a pesar de que las niñas religiosas no participarían en Kineret, que es un eje fundamental de su misión, ha reconocido la meritocracia permitiéndoles ser markidot, y ha prestado trajes y apoyo técnico y logístico al último festival de bailes solo para mujeres que se realizó fuera de la institución.
Las fiestas judías son reconocidas, se hace una hermosa sucá, se reparte manzana con miel cerca de Rosh Hashaná, se siembra y dicen berajot en Tu Bishvat, y pare de contar.
Hebraica está abierta a charlas de rabinos reconocidos a nivel internacional, y hace shiurim con rabinos y conferencistas locales de temas relacionados con aspectos religiosos.
Pretender cambios inmediatos y que solo favorezcan un punto de vista se basa en ilusiones, pero quien tenga la mente abierta verá una total voluntad y reconocimiento de parte de Hebraica al creciente grupo de correligionarios a quienes se le está dando una atención y servicio de primer orden, y debe reconocer y agradecer todo el esfuerzo y apoyo dado hasta los momentos.
La minoría que por su convencimiento ha tomado la decisión de dejar de asistir a Hebraica, debe ser respetada por todos, pero no debe hacer campaña para que otros dejen de ir, ya que bajo esa filosofía Hebraica nunca hubiese tenido motivos para generar cambios tan positivos para la comunidad.
Esta minoría no solo debe respetar a las personas que aún no han encontrado el placer de acercarse más a los caminos de la Torá, sino que debe cuidar su discurso, porque salvo ciertas excepciones generalmente usan las instalaciones de Hebraica a horas convenientes, mandan a sus hijos a entretenerse o hacer sus actividades deportivas, y asisten a ciertos eventos que sí consideran aptos. Casi todos tienen amigos y familiares que no son tan observantes, que asisten de manera regular al centro comunitario y que amarían poder compartir con sus amigos cercanos más observantes en este lugar tan especial.
La comunidad que hace vida social en Hebraica ha cambiado con los años, y existe un respeto y aceptación entre todos, sin ningún tipo de separatismo que marque las diferencias.
Es muy importante que existan instituciones y personas que se acerquen cada vez más a los valores de nuestro pueblo, pero para poder mantener sólidas las bases de la comunidad, nada debe construirse desprestigiando a los demás.
Aquí no hay mejores o peores, lo que hay son judíos, miembros de la comunidad más bella del mundo. Aquellos que no son tan observantes deben por supuesto respetar a los que sí lo son, compartan o no los espacios comunes; y los más observantes deben entender que 20 años no son nada, que ellos también fueron menos observantes, que se criaron en Hebraica y los colegios comunitarios y que, al igual que ellos, cada una de las personas que hacen vida en Hebraica tiene el mismo potencial que ellos tuvieron en un pasado no muy lejano.
La experiencia me dice que Hebraica seguirá aportando servicios y soluciones para aquellos miembros observantes que lo requieran; por lo tanto, yo aplaudo sus iniciativas y apuesto a la buena y respetable gestión de todos sus dirigentes.
Kol Hakavod, Hebraica, y toda rabá.