Hillel Frisch*
Los habitantes de Gaza se negaron a unirse a Yahya Sinwar para celebrar la «victoria» de Hamás en el reciente enfrentamiento con Israel.
Primero, porque no les gusta ser los escudos humanos detrás de los cuales Hamás lanza sus misiles; y segundo, porque están cansados de ser los únicos palestinos que sufren el 95% de la peor parte de los combates, que no los acercan a la “liberación” de Jerusalén.
Nunca antes Hamás se había enfrentado a una victoria tan superficial como la última ronda de combates que inició con Israel; la evidencia de esto la produjo el propio Hamás. El día después del alto el fuego, los sitios de Internet de Hamás mostraron un video de cuatro minutos de Yahya Sinwar, el líder de Hamás en Gaza, apareciendo en público por primera vez desde que comenzaron los combates 12 días antes. Se le vio caminando, acompañado por incondicionales de Hamás, con música victoriosa en medio de pancartas festivas. Los oradores proclamaban su presencia y la victoria de Hamás, e invitaban al público a unirse a las festividades. Las autoridades se habían asegurado de cerrar la avenida en una dirección y dejar abierta la otra. El control de tráfico, los altavoces y las pancartas indicaron que el evento había sido planeado meticulosamente.
Pero no se materializó. Ningún miembro del público, ni uno solo, se unió. Al fondo se pueden ver autos pasando y peatones caminando, sin que nadie se molestara siquiera en mirar hacia el evento.
Yahya Sinwar, líder residente de Hamás en Gaza, con un presunto terrorista del futuro durante su “celebración de la victoria” en la ciudad de Gaza
(Foto: AFP)
Es cierto que Sinwar es un pésimo orador, un terrorista obviamente tímido que detesta ser el centro de atención. En esto contrasta con Ismail Haniye, una figura más locuaz y carismática, que prefirió pasar el último año y medio en la opulencia, primero de Estambul y luego de Doha, la capital de Catar. Pero la falta de habilidades de oratoria de Sinwar no explica por qué Hamás no pudo llevar a cabo una celebración de la victoria ni siquiera una décima parte del tamaño de las celebraciones en Hebrón o Berlín, a pesar de que estas tampoco fueron masivas.
Hay dos razones básicas por las que Hamás está totalmente desconectado de su electorado de Gaza (excepto las 50.000 familias que forman el núcleo duro de Hamás y están en su nómina como resultado de la generosidad de Qatar). Primero, los residentes de Gaza saben que Hamás opera deliberadamente desde los densos vecindarios en los que viven. Aunque la población civil rara vez es golpeada directamente por el ejército israelí, que hace todo lo posible para evitar daños colaterales, el costo sicológico de ser utilizados como escudo humano es considerable. Los 6500 ataques de Israel involucraron principalmente misiles con una carga útil de 500 a 750 kilogramos. Los israelíes ahora saben que los cohetes de Hamás, con una carga útil de una vigésima parte de esa cantidad, tienen un impacto angustioso que se puede escuchar y sentir en un área de cuatro a cinco kilómetros (16 a 24 kilómetros cuadrados). Un cohete de un avión israelí con una carga útil 20 veces mayor tiene un impacto mucho mayor, lo que significa que la mitad de los habitantes de Gaza se ven afectados por cada ataque. Esos habitantes soportaron ese efecto 300 veces durante 12 días, 25 veces al día, un nivel de castigo que quizá solo los israelíes comprenden completamente en el área alrededor de Gaza.
Peor aún es la sensación de que, durante los últimos 17 años, los habitantes de Gaza han soportado solos la peor parte de las repetidas rondas de lucha. Mientras que en las rondas de violencia masiva que ocurrieron en 1987 y 2000 la carga se compartió por igual con los palestinos en Yenín, Nablus, Jerusalén y Hebrón, en los últimos 17 años (durante los cuales el terrorismo en esos lugares disminuyó drásticamente) los residentes de Gaza sufrieron más del 95% de la carga sicológica y material y la pérdida de vidas por la “liberación” de Palestina.
Ningún miembro del público, ni uno solo, se unió a la “celebración de la victoria”. Al fondo se pueden ver autos pasando y peatones caminando, sin que nadie se molestara siquiera en mirar hacia el evento
Es cierto que un pequeño porcentaje de árabes israelíes se amotinaron en los primeros días de la confrontación, hubo un día de ira (parcial) en la Autoridad Palestina (Cisjordania) y se pronunciaron muchas palabras huecas de apoyo en los mundos árabe e islámico. Todo esto se traduce en una pequeña fracción de lo que pasaron los residentes de Gaza en esta cuarta ronda de combates entre Hamás e Israel.
¿Y qué obtuvieron a cambio? Siete judíos israelíes muertos, un padre musulmán palestino y su hija asesinados por un cohete de Hamás en las afueras de Lod, tres trabajadores extranjeros muertos, unas tres docenas de apartamentos destruidos y decenas de autos quemados; no es el tipo de resultados que evitarán que una próxima ronda suceda, y mucho menos que acercará a cualquier residente de Gaza a «liberar al-Quds».
Los residentes de Gaza viven en un Estado totalitario controlado por despiadados islamistas. Solo tienen una forma de protestar por su difícil situación, de la que son más que parcialmente responsables: en las elecciones de 2006 votaron abrumadoramente por Hamás. En mayo de 2021, no tienen otra opción que «seguir de largo» ante Sinwar y sus compinches, así como con los falsos informadores de Al Jazeera y sus imitadores de la prensa europea, que proclaman la supuesta victoria de Hamás.
Esta no fue una victoria, cosa que los habitantes de Gaza saben bien pero no pueden divulgar.
*Profesor de Estudios Políticos y estudios de Oriente Medio en la Universidad de Bar-Ilán, e investigador asociado senior en el Centro Beguin-Sadat de Estudios Estratégicos (Besa Center).
Fuente: Aurora-BESA Center.
Versión NMI.