Esta guerra no es sobre religión, sino sobre quién valora verdaderamente la vida. Y esa es una batalla que Israel siempre peleará y siempre ganará
Editorial de The Jerusalem Post
Este fin de semana se produjeron dos acontecimientos religiosos de diferente importancia. El mundo musulmán dio la bienvenida al Ramadán, un mes de reflexión espiritual, disciplina y renovación, mientras que el calendario judío marcó la llegada del mes de Adar, un tiempo de alegría, resiliencia y salvación de la destrucción.
Estos dos meses, sagrados en sus respectivas tradiciones, ofrecen un marcado contraste en la forma en que se invoca la fe en tiempos de guerra. Si bien el Ramadán debería inspirar humildad, paz y preocupación por el sufrimiento de los demás, es explotado por grupos como Hamás y el régimen iraní para justificar la violencia, la opresión y la destrucción.
Mientras tanto, Adar recuerda a los judíos su supervivencia histórica contra quienes buscaron su aniquilación, es decir, el Imperio Persa, y ofrece una lente diferente a través de la cual ver la guerra de Israel con Hamás. Para los musulmanes, el Ramadán es un período de ayuno, empatía y purificación, en el que los creyentes deben abstenerse de la ira, evitar dañar a los demás y practicar el autocontrol. Es un mes que enseña la gratitud, en particular por las necesidades básicas de la vida, y llama a realizar actos de caridad y bondad hacia los menos afortunados.
Musulmanes celebrando Ramadán en el Monte del Templo de Jerusalén en 2021
(Foto: Arab Press)
Pero en Gaza, Hamás ha distorsionado el significado del Ramadán hasta hacerlo irreconocible. En lugar de proteger a los vulnerables, se esconde detrás de los civiles, convirtiéndolos en escudos humanos. En lugar de pedir la paz, se niega a un cese de fuego que podría traer alivio a su pueblo.
En lugar de ayunar para sentir el dolor de los hambrientos, los líderes de Hamás se dan un festín de lujo mientras los habitantes de Gaza luchan por sobrevivir. ¿Cómo pasarán este mes los rehenes que quedan vivos mientras permanecen en cautiverio? El Ramadán, que debería ser un período de autocontrol, está siendo utilizado por Hamás como escudo para continuar la violencia, el cautiverio de rehenes y el terror.
Mientras tanto, Israel, a pesar de estar en guerra, ha tomado todas las medidas necesarias para garantizar la observancia respetuosa de la festividad por parte de los musulmanes en el país, incluyendo estrictas políticas de la policía israelí para mantener a los fieles a salvo y evitar problemas.
La paradoja es evidente: el Estado judío está haciendo todo lo posible para garantizar que sus ciudadanos musulmanes puedan observar su mes más sagrado, mientras que Hamás sigue violando los principios más básicos del Islam.
En contraste, los judíos entran en Adar, un mes de alegría y redención. El Talmud dice: «Cuando llega Adar aumenta la alegría». Pero no se trata de una alegría ingenua y pasiva, sino nacida de la experiencia judía y del triunfo de los judíos sobre sus enemigos.
Adar es el mes de Purim, la festividad que celebra la derrota de Amán, el funcionario persa que conspiró para aniquilar al pueblo judío. Los paralelismos entre Amán y Hamás/Irán son imposibles de ignorar: Amán buscaba la destrucción total de los judíos en el Imperio Persa; Hamás e Irán buscan la destrucción del Estado judío.
El odio de Hamán era ideológico y tenía sus raíces en un profundo antisemitismo. La carta fundacional de Hamás llama abiertamente, desde su creación, a la destrucción de Israel, no por una disputa política sino como un deber religioso.
En la historia de Purim los judíos no buscaban el conflicto, pero cuando se enfrentaron a una amenaza contra su existencia se defendieron y resistieron, tal como lo hace Israel tras el 7 de octubre de 2023, enfrentándose a quienes buscan su destrucción.
El odio de Hamán era ideológico y tenía sus raíces en un profundo antisemitismo. La carta fundacional de Hamás llama abiertamente, desde su creación, a la destrucción de Israel, no por una disputa política sino como un deber religioso
Adar enseña que la supervivencia judía no es algo que se debe dar por sentado, sino que hay que luchar por ella y defenderla. Así como el pueblo judío venció a Hamán en la antigua Persia, nosotros, como nación, venceremos a Hamás en Gaza y a los ayatolas en Teherán.
Aquí radica el contraste entre Adar y Ramadán, entre Israel y Hamás, y entre quienes usan la fe para elevar y quienes la usan para destruir.
Esta guerra no es solo militar; es moral. Es una batalla entre quienes celebran la vida y quienes glorifican la muerte. Israel, incluso en medio de la guerra, sigue celebrando la vida, la libertad y la supervivencia. Hamás, incluso en el mes sagrado del Ramadán, sigue propagando el sufrimiento, la destrucción y la opresión.
Este Adar, mientras los judíos se regocijan por su triunfo histórico sobre los enemigos que buscaban su destrucción, el mensaje debe ser claro: Israel prevalecerá, tal como lo ha hecho una y otra vez.
Si el Ramadán ha de seguir siendo un mes sagrado, los líderes musulmanes deben rechazar la perversión del Islam por parte de Hamás y exigir que la fe se utilice para la paz, no para el terrorismo. Esta guerra no es sobre religión, es sobre quién valora verdaderamente la vida. Y esa es una batalla que Israel siempre librará y siempre ganará.