Samuel Yecutieli*
yecutieli@gmail.com
R ecientemente, el Centro de Estudios Sefardíes me invitó a dictar una charla sobre genealogía. Esta fue una oportunidad para trasmitir anécdotas sobre la aventura que significa explorar las trayectorias de nuestros antepasados. Aunque le hablaba al público, mi mensaje iba dirigido en especial a mis hijas Sigal, Yael y Tamar y a mi sobrina Amy, quienes se encontraban entre la audiencia. Mi objetivo era motivarlas a continuar buscando sus raíces. Dos de ellas acaban de entregar precisamente sus trabajos finales de “Buscando mis raíces” en el colegio, junto a la morá Myriam Obermeister.
La genealogía es una ciencia auxiliar de la historia, y está dedicada al estudio de la ascendencia y descendencia de una familia. Se basa en la recopilación de antecedentes a través de fuentes orales y documentales. Las orales se obtienen del núcleo familiar, sobre todo los miembros de mayor edad de la familia extendida. Los documentales son los archivos familiares (cartas personales, documentos legales, fotos, etc.). También en los registros civiles, notarías y publicaciones genealógicas se pueden rastrear antecedentes familiares.
Uno de los incentivos para documentar mi historia familiar fue descubrir las tumbas de tres generaciones (tatarabuelos, bisabuelos y abuelos) en el Monte de los Olivos en Jerusalén. Según el libro de Zacarías, el Monte de los Olivos es el lugar donde Dios comenzará a redimir a los muertos al final de los tiempos. Mis antepasados están sepultados a menos de 100 metros del profeta Zacarías.
Para documentar más de 120 años de historia familiar, durante la charla utilizamos una metodología que fuimos consolidando sobre la marcha y está basada en entrevistas, recuadros históricos, reportes y árboles genealógicos, glosarios, índices onomásticos, ilustraciones, fotografías, collages, líneas de tiempo, entre otros. Todo esto para trasmitir un mensaje ameno y relevante para el lector.
En cuanto a anécdotas, la lista sigue creciendo con el tiempo. A continuación resalto algunas de ellas. Por ejemplo, la búsqueda de más de 50 tumbas de abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, tíos y otros parientes en diferentes ciudades del mundo está llena de aventuras.
Encontré en Jerusalén una sola foto de mi tatarabuelo de origen persa, y otra única de mi bisabuela de Estambul. También la única fotografía de mis cuatro abuelos juntos: mi familia paterna vivía en Maracay y la materna en Estambul; ellos se encontraron por primera y última vez en Tel Aviv, para la boda de mis padres.
Otro hallazgo fue el registro del nacimiento de mi abuelo, en un Sidur traído de Irán donde menciona su nombre original, Salomón. Con este documento descubrimos que cuando era bebé estuvo enfermo, y le cambiaron el nombre a Samuel para “desorientar al ángel de la muerte”. También conseguí la Ketubá de mis bisabuelos (con datos que nos sorprendieron), la tarjeta de invitación impresa de mi Brit Milá, planos de construcción del “Edificio Samy” con la firma original de mi abuelo, entre muchos otros.
El hallazgo más trascendental fue descubrir que soy la 13ª generación y el único miembro en Venezuela de la dinastía Behmoiras; esta es una familia de siete grandes rabinos de Edirne, Turquía, entre los años 1724 y 1929.
Los resultados de esta investigación se han presentado en la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Universidad de Tel Aviv, el IESA, Hebraica y otros centros especializados, siempre acompañado por expertos que nos han ayudado a profundizar en este fascinante mundo de la genealogía. A todos ellos les agradezco su apoyo intelectual.
Esta iniciativa se ha convertido en un proyecto de vida, y me enorgullece esta herencia espiritual. Mis antecesores me trazaron un camino. Espero ser merecedor del destino que ellos construyeron con sus acciones, fe, costumbres y valores. Y más importante aún, aspiro poder dejarle a mi descendencia una senda digna e histórica. Amén.
*Autor del libro Una historia, dos países:
la saga de la familia Yecutieli Cohen