Una nota del portal The Jewish Press informa que los terroristas presos en cárceles israelíes siguen atentando contra el país de todas las formas posibles. Una de ellas es despilfarrar el agua.
En efecto, estos sujetos dejan deliberadamente abiertas las llaves de baños y duchas. Esto sucede mientras la Autoridad del Agua de Israel está desarrollando una campaña para que la población haga un uso más racional del recurso, que resulta tan costoso en un país con muy limitadas fuentes hídricas —sobre todo después de varios años de sequía—, a pesar de los inmensos avances que se han hecho en desalinización. Datos recientes indican que mientras el ciudadano israelí promedio consume unos 70 metros cúbicos al año, los presos por terrorismo gastan 248 metros cúbicos, es decir más del triple.
Aunque el Servicio de Prisiones dispone de esta información desde hace tiempo, el desperdicio no ha cesado. Hace ya una década la denuncia había sido planteada en la Knesset por el diputado Danny Danon, actual embajador de Israel ante la ONU. Sin embargo, los terroristas continúan malgastando adrede millones de dólares del recurso natural más valioso del país.
El Servicio de Prisiones de Israel acaba de emitir una declaración, donde explica que “a diferencia de los reclusos criminales [ordinarios], los prisioneros de seguridad pasan la mayor parte del día en sus celdas. Además, debido a limitaciones de seguridad, las duchas y lavabos se ubican usualmente dentro de las celdas y no hay duchas compartidas, lo que hace posible el uso excesivo del agua. El SPI está al tanto de este preocupante fenómeno y trabaja para limitar el uso del agua, entre otras cosas separando el sistema general del de las duchas. Además, el horario de las duchas será significativamente limitado. Estos trabajos de infraestructura están en proceso y se seguirán implementando en todas las cárceles de alta seguridad”.
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Como se sabe, uno de los aspectos más criticados a la nueva ley básica “Israel, Estado-nación del pueblo judío” es que reduce el idioma árabe de lengua oficial a tener solo un “estatus especial”. Sin embargo, como señala un artículo en el portal Mosaic, los árabes israelíes usan cada vez más el hebreo en su interacción cotidiana con otros árabes, como un proceso natural que nada tiene que ver con la legislación.
Expresiones hebreas como beséder (equivalente a OK), bétaj (“seguro”) o ein bayáh (“no hay problema”) se han integrado a su habla común. Incluso, como atestigua el autor de la nota —que usa el seudónimo de Philologos—, a veces intercalan oraciones completas en hebreo en su conversación, sea esta en persona o por teléfono. La mayoría de los comercios árabes tiene letreros en hebreo, incluso en aldeas de población mayoritariamente árabe.
La “hebraización” de los árabes israelíes es más pronunciada entre los profesionales, por ejemplo entre los muchos médicos que trabajan en los hospitales; a veces conversan entre sí en hebreo aunque no haya ningún judío presente. Además, igual que sucede con el inglés en todo el mundo, el hebreo resulta absorbido por los jóvenes árabes de Israel en forma natural a través de la televisión e internet, y cada vez es más difícil detectar algún acento en el hebreo que hablan. Este fenómeno se acentuará gracias a la acelerada incorporación de estudiantes árabes israelíes en las universidades del país. Aunque cada comunidad tiene su sistema educativo separado, el hebreo se enseña en las escuelas árabes como segundo idioma.
Hace algunos años se hizo referencia en esta página al fenómeno del “arabreo”: la incorporación al idioma árabe de giros y expresiones hebreas, fenómeno por el cual los árabes israelíes descubren con asombro que a veces no los entienden cuando viajan a Egipto o Jordania. Y esto va en ambas direcciones, pues los judíos de Israel emplean cada vez más expresiones árabes como yala (adelante), ahla (fenomenal), kef (agradable) o dawín (presumir).
El autor indica que el hebreo no desplazará al árabe en la vida de los árabes israelíes, al menos durante muchas generaciones. Este proceso avanzaría, por ejemplo, si los jóvenes árabes del país comenzaran a conversar en hebreo entre sí y luego con sus hijos en casa, para lo cual debería desaparecer la rivalidad sicológica que nace de las tensiones políticas del Medio Oriente. Además, el árabe está inextricablemente ligado a la religión musulmana que la mayoría de los árabes practica.
El autor finaliza con la siguiente reflexión: “Cualquiera que desee el éxito de Israel debe esperar que se desarrolle una identidad israelí común que trascienda las diferencias entre judíos y árabes, y logre que la población no judía se sienta completamente parte de la sociedad; no existe mejor manera de hacerlo que si esa población considera al hebreo como su idioma. Si en alguna fecha futura Israel se convierte en un país de judíos, musulmanes, cristianos y drusos, todos hablando hebreo como su lengua nativa, la israelidad será en una realidad que hoy solo puede soñarse”.