Beatrice W. de Siher
N ací en Venezuela, una tierra hermosa que recibió a mis abuelos en épocas difíciles. Aquí crecí en el seno de una bella comunidad, donde nunca hubo diferencias marcadas entre asquenazíes y sefardíes, o entre ricos y menos pudientes, en un ambiente sano y bonito.
Lamentablemente, nuestra comunidad se ha visto mermada en número por la situación política, económica y de seguridad del país. Actualmente vivimos una crisis humanitaria nunca imaginable para las épocas tan boyantes que vivió nuestra Venezuela, pero aquí estamos todavía algunos, cada uno por distintas razones.
Los días en que amanezco un poco decaída por la situación miro al Ávila, esa majestuosa montaña que puso Hashem en Caracas, ahora toda verde y florida, y me apoyo en el Creador de esa belleza y los colores de sus flores. Entonces entono el Salmo 121: “Shir la Maalot: Esa einai el heharim, me ain yavó ezrí” (Canto a las alturas: Alzo mis ojos a las montañas, ¿de dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda vendrá de Hashem, hacedor del cielo y la tierra. Él no permitirá que resbale tu pie, tu guardián no dormita”).
En verdad el Guardián de Israel no dormita ni duerme, Hashem es tu guardián. Hashem te guardará de todo mal: Él guardará tu alma, cuidará tu ida y tu venida desde ahora y para siempre.
Una mitzvá más que cada uno haga puede cambiar el mundo.
Agradezcamos a Hashem por todo lo que tenemos, veamos lo bueno y no lo malo, y Él nos mandará sus bendiciones y al ansiado Mashíaj para reunirnos en Yerushalaim pronto en nuestros días. Amén.