Frente a las costas de Israel y del Líbano existen grandes yacimientos de gas, un recurso natural muy preciado e importante. Las economías de ambos países, y sus respectivas poblaciones, se han de beneficiar ampliamente de la explotación de tales yacimientos. La semana pasada, los trenes ejecutivos de gobierno de Israel y Líbano aprobaron los términos de la eventual delimitación de aguas que permitirán los trabajos pertinentes.
Israel y Líbano están técnicamente en guerra. Líbano no reconoce a Israel, y de hecho niega el derecho de los judíos a un Estado. Dentro de su territorio, y con una fuerte influencia en la vida del país, están Hezbolá y su emblemático líder Hassan Nasrala. Hezbolá es extremista en su posición antiisraelí. Guarda un arsenal de cohetes que suman varias decenas de miles con la intención expresa de atacar a Israel y, mientras no lo hace, amenazar de forma muy convincente.
Los yacimientos de gas constituyen un apetitoso manjar para todos. Es una fuente de ingresos, y da seguridad respecto al suministro de un elemento fundamental como es el gas. Pero antes de meterle diente al manjar, es necesaria una delimitación de aguas que evite conflictos futuros. En Israel, la aceptación de los términos preliminares de un acuerdo mediado por Estados Unidos ha generado opiniones encontradas. Unos lo califican como un gran logro para Israel y su economía, otros como una rendición ante el Líbano y las amenazas de Nasrala en caso de no aceptarse el acuerdo.
Mapa que muestra la frontera marítima acordada entre Israel y Líbano, después de muchos años de disputas
(Fuente: AFP)
Es difícil evaluar los términos del acuerdo, entre otras cosas porque no es público. Y es lógico que haya un serio y acalorado debate en Israel a menos de veinte días de las elecciones. Y también es muy llamativo un acuerdo entre países en guerra.
Pero veamos lo positivo de todo esto. En primer lugar, Líbano reconoce de hecho a Israel. Nadie puede negociar ni firmar con un ente que no exista ni reconozca. Hezbolá y Nasrala, a gusto o disgusto, han tenido que avalar el acuerdo y refrendarlo. No hay manera de calificar a esto que no sea como un reconocimiento de la presencia de Israel y su fortaleza.
Es muy probable que Israel haya cedido algo de más para lograr el acuerdo. De ser así, se demuestra que la necesidad de paz y el anhelo por la misma son de vital importancia para los gobernantes de Israel. Israel siempre ha pagado un alto precio por lograr la paz. Cuando el precio es económico, resulta hasta barato.
Hezbolá y Nasrala, a gusto o disgusto, han tenido que avalar el acuerdo y refrendarlo. No hay manera de calificar a esto que no sea como un reconocimiento de la presencia de Israel y su fortaleza
Las posiciones intransigentes respecto a Israel no han logrado resultados positivos. El no reconocimiento de Israel, la negativa a negociar con el Estado judío, no han dado buenos resultado a los palestinos de Gaza y la Margen Occidental respectivamente. Sin embargo, las realidades en el terreno han forzado los avances en temas de paz y convivencia. Es así como Egipto llegó a la conclusión de que era mejor aceptar a Israel, tener un acuerdo de paz. Lo mismo Jordania. Y más recientemente, los Acuerdos de Abraham han sentado importantes precedentes en la región. En todo esto seguro privan consideraciones económicas importantes, las mismas que sirven de motor e impulso.
En el caso de la delimitación de aguas con Líbano, realmente la consideración económica es notable. La conveniencia de la explotación de yacimientos ha privado respecto a cualquier intransigencia a la cual nos han acostumbrado personajes como Nasrala. Tener gas a buen precio, para consumo y venta a otros países, es algo más tentador que ir a la guerra con un Israel, que habrá de derrotarlo. Los hechos hablan por sí solos.
Así son las cosas en el Medio Oriente. En las relaciones con Israel se imponen los intereses a ideas y posturas, en este caso equivocadas. Esta vez todos quieren gas y paz. Es que, sin paz, uno de ellos se queda sin gas.