Una fundación envía ayuda financiera a personas que salvaron la vida de judíos durante la Shoá. Pero en medio de las bombas, localizarlos y trasferir el dinero es una misión compleja. “Tenemos una responsabilidad ética, debemos estar allí como ellos estuvieron a disposición de los judíos”
La invasión rusa a Ucrania cambió la vida de millones de ucranianos, y entre ellos hay 15 que cargan con un pasado glorioso: son los últimos Justos entre las Naciones que todavía viven en el país, y que buscan sortear lo mejor posible las contingencias de la guerra.
La Fundación Judía para los Justos entre las Naciones es una organización que otorga 2000 dólares anuales a las personas que salvaron judíos durante el Holocausto y mantiene contacto con ellos en todo el mundo. Así lo hace regularmente con estos 15 ciudadanos ucranianos, aunque desde que comenzó la guerra todo empezó a ser más difícil.
“Estamos en guerra. La gente se va de sus casas en busca de refugio, se quedan sin agua y comida. Las tiendas están cerradas. Si hay alguna manera de brindar ayuda financiera a nuestra familia, les agradeceremos muchísimo. Perdón. Atentamente, la familia de Oksana”, se puede leer en un correo electrónico de los familiares de una mujer de 93 años.
Cuatro de los 15 Justos entre las Naciones ucranianos que aún viven
(Foto: Fundación Judía para los Justos entre las Naciones)
Stanley Stahel, vicepresidente de la Fundación, compartió estas palabras con la junta directiva, y entre todos acordaron acelerar la transferencia de los fondos para los 15 ucranianos Justos entre las Naciones. Pero no resultó sencillo mover dinero en efectivo a través de las fronteras internacionales en medio de la tensión bélica. Y tampoco lo fue encontrar a los destinatarios de las ayudas, que en algunos casos abandonaron sus hogares para escapar de los bombardeos y sufrieron interrupciones en los sistemas bancarios y de comunicaciones.
Así fue como comenzó un verdadero operativo logístico para que estas personas reciban su asistencia. “En nombre del pueblo judío tenemos una responsabilidad ética con estos hombres y mujeres, debemos estar allí como ellos estuvieron a disposición de los judíos durante el Holocausto”, explica Harvey Schulweis, presidente de la Fundación.
El primer diagnóstico que realizaron fue que el correo electrónico no es un método confiable para organizar la entrega del dinero, y que se deben realizar conversaciones telefónicas directas con los beneficiarios. Para ello fue necesario encontrar voluntarios que hablen ruso; así apareció Dimitri Zolotkovsky, un contador criado en Kiev que hoy vive en Nueva York. “Tengo una amiga cuya abuela fue rescatada por un guardia bielorruso que la salvó de los nazis, esas historias son parte de mi infancia”, comentó sobre los motivos de su acercamiento al proyecto.
Dimitri habló con familiares de los 15 ucranianos que esperaban la asistencia de la organización judía. Así se enteró de que una de las beneficiarias, una mujer de 97 años, había fallecido en marzo. El segundo obstáculo a sortear fue el trámite anual que certifique que los beneficiarios siguen vivos, algo que suele hacerse a través de declaraciones juradas firmadas por un notario. Como en el contexto de la guerra esta gestión es imposible, se pidió a los Justos entre las Naciones que mandaran una fotografía con alguna prueba de vida: junto a un periódico, o frente a un televisor que demuestre la fecha en que se capturó la imagen.
“En nombre del pueblo judío tenemos una responsabilidad ética con estos hombres y mujeres, debemos estar allí como ellos estuvieron a disposición de los judíos durante el Holocausto”
“Perdón por la calidad de la foto, pero desde que comenzaron los bombardeos aéreos no encendemos todas las luces”, escribió la nieta de una mujer de Odessa que en diciembre cumplirá 100 años, y que a los 17 se ocupó con su padre de alimentar y esconder a judíos amigos de su familia.
A diferencia de las cuatro millones de personas que huyeron de Ucrania en las semanas posteriores al estallido de la guerra, la gran mayoría de los ucranianos Justos entre las Naciones no pudo abandonar el país por su avanzada edad y diversas enfermedades que dificultan sus traslados. La excepción fue Lidia S., de 97 años, que pudo viajar con su hija desde Kiev hasta Polonia, y ahora vive con su nieta en Suiza. Los 2000 dólares le llegaron a su nuevo hogar.
Diversos mensajes que han llegado a la Fundación reflejan el agradecimiento de las familias de los beneficiarios. “Compré medicamentos y un audífono para que pueda escuchar, cada vez que recibe esta ayuda le brotan lágrimas de felicidad”, escribió la nieta de Alexandra B. El dinero que recibió supera el salario promedio mensual de un ucraniano, y también la pensión anual por vejez, fijada en 110 dólares mensuales.
La hija de Alexander S., un Justo entre las Naciones próximo a cumplir 92 años, contó que debieron abandonar su casa. “Escapamos del bombardeo de manera milagrosa, solo con la ropa puesta; llevamos nada más nuestros documentos y una computadora”, relata, y agrega: “Ahora estamos a salvo a mil kilómetros de Kherson, pero no sabemos cuánto tiempo podremos vivir aquí”.
Fuente: Ynet.
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