Elías Farache S.
Frente a un manicomio, un hombre trata de cambiar la rueda de su carro que está pinchada. Cuando saca las cuatro tuercas de la rueda en cuestión, las mismas se caen por una alcantarilla. El hombre se lamenta y está al borde del llanto. Desde el manicomio, un interno le dice que saque una tuerca de cada una de las tres ruedas restantes, y las utilice para poner el neumático de repuesto. Luego, ya puede ir a un taller y resolver definitivamente. El buen hombre así lo hace, y antes de partir, le da las gracias al amable interno, y le pregunta:
– “Pero ¿usted no está internado en un manicomio?”
– “Sí”, responde el interno. “Por loco, no por bobo”.
El domingo 5 de abril de 2020, Omar Barghouti, quien tiene en su haber ser fundador del movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) contra Israel, hizo un anuncio interesante.
Omar Barghouti. (Foto: Hatzad Hasheni)
Como es bien sabido, BDS trata de asfixiar a Israel económicamente. Se vetan sus productos, se hace bullying a los artistas que vayan a Israel o no condenen a Israel. Se promueven sanciones contra quienes apoyan o sencillamente no toman posición en contra de Israel. Están en muchas universidades, y pretenden lograr por la vía de esta iniciativa lo que no se logró por vía de la fuerza. Tienen listas interminables de productos israelíes que han de ser boicoteados, pero siempre y cuando no les sirvan a sus propósitos o, de alguna manera, les sean cómodos y necesarios.
En la fecha antes señalada, Barghouti declaró que si Israel consigue la vacuna contra el BDS, “los boicoteadores pueden tomarla”. También si Israel hallase una cura contra el cáncer, pues habría que colaborar para salvar miles de vidas. No es un problema utilizar equipos israelíes para combatir enfermedades.
La verdad, no esperábamos menos de Omar Barghouti y sus adeptos. Salvar la vida propia es algo muy natural. Las acciones en contra del enemigo que puede salvarlo quedan suspendidas por fuerza. Sí. Por la fuerza.
En nuestras oraciones diarias, varias veces recitamos lo siguiente: “Dios dará fuerza a Su pueblo, Dios bendecirá a su pueblo con la Paz”. La interpretación de esto es evidente: al pueblo de Israel se le respeta por su fuerza, y por fuerte es que tiene la bendición de la paz. Curioso, hasta triste: primero la fuerza, luego la paz.
Fuerza es, en principio, el poderío militar que es capaz de disuadir, de evitar ser agredido. Fuerza es también aquella superioridad que infunde respeto. Por supuesto que los avances tecnológicos y científicos de Israel infunden a unos el respeto merecido, a otros un temor no siempre infundado.
Barghouti siguió disertando para afirmar que el objetivo es ahora contra el llamado Plan del Siglo que presentó la administración Trump. Bien, en eso son persistentes estos activistas: en desperdiciar cualquier apertura a un proceso de paz antes de siquiera empezarlo.
Bargouti muestra un grado de pragmatismo admirable para los de su sector. No asume una posición suicida, como sería la de no aceptar una eventual medicina israelí. En ello se diferencia de muchos de sus amigotes, quienes ven en su propio martirio y muerte un camino a algún cielo desconocido. Seguro los apoya, pero no se siente capaz de seguir esos pasos que pasan por el homicidio para llegar al suicidio.
Como el loco del manicomio, Barghouti está en lo del BDS por antisemita, no por suicida. Bueno, después de todo, es algo. Quizá algunos consigan las tuercas que faltan y las aprieten donde debe ser.