Luciano Mondino*
El 7 de octubre de 2023, los terroristas de Gaza entraron a asesinar israelíes al grito de Allahu Akbar (Alá es grande), el mismo grito que se escuchó en los atentados terroristas de Londres, París o Bruselas. Una masacre que tuvo lugar en Israel, pero que debe alertar al mundo entero frente al auge del terrorismo islámico.
Eran las primeras horas del sábado en Israel. Era Simjat Torá, la alegría de la Torá, un día de tradicional fiesta para el pueblo judío. Era también Shabat, el día de descanso.
El 7 de octubre de 2023, recordado como el día de la masacre, más de seis mil palestinos provenientes de la Franja de Gaza se filtraron en las comunidades del sur israelíes y dieron paso a la indiscriminada matanza que contaba con un muy meticuloso plan esbozado en los altos mandos de la organización terrorista Hamás y en el propio Teherán.
Lo que los terroristas llamaron como “la inundación de al-Aqsa» implicó el asesinato de más de mil doscientas personas; la utilización del terrorismo sexual para violentar y aterrar a mujeres y niñas israelíes; el secuestro de doscientas cincuenta y un personas que fueron arrastradas en pijama a Gaza, y miles de heridos por los disparos, las explosiones y el sádico paso de las Fuerzas Nujba, un grupo de élite de Hamás, la organización creada por Irán en 1987.
Terroristas de Hamás y gazatíes comunes penetran en Israel por una de las muchas brechas abiertas en la valla fronteriza el 7 de octubre de 2023, mientras al fondo se ve el humo de casas destruidas en las comunidades israelíes
(Foto: MEGA)
No hay justificación alguna para la barbarie del 7 de octubre. Hasta el día anterior, en torno a unos veinte mil palestinos cruzaban el paso fronterizo hacia Israel (ya que era mucho más fácil que cruzar el paso egipcio de Rafah, habitualmente clausurado por la contienda entre el gobierno de Egipto y los Hermanos Musulmanes) para buscar el dinero y las oportunidades que la economía israelí les permitía.
Gaza firmó su autodestrucción en 2006, un año después de la retirada unilateral de Israel, cuando una mayoría de palestinos eligió a Hamás como gobierno. La organización que funciona como una franquicia de los Hermanos Musulmanes (una estructura radical islamista creada en 1928 en Egipto) aprovechó la decisión de Israel de abandonar la Franja de Gaza, desalojando casi diez mil residentes y sus fuerzas militares, para comenzar a construir un califato que respondiera primero a los intereses de Irán.
Los Acuerdos de Oslo firmados en 1993 y 1995 establecieron un acuerdo de reconocimiento y repartición de tierras entre Israel y la OLP, liderada por Yasser Arafat, que le daba a su sucesor, la Autoridad Palestina, el control de la Franja de Gaza y distintos territorios en Cisjordania dentro de las áreas “A” y “B”.
Gaza firmó su autodestrucción en 2006, un año después de la retirada unilateral de Israel, cuando una mayoría de palestinos eligió a Hamás como gobierno
Sin embargo, en las últimas elecciones que los palestinos han tenido desde entonces, Hamás logró casi superar el 45% de los votos, que se tradujo en 76 escaños frente a la caída de la Autoridad Palestina.
La toma del poder de Hamás en Gaza fue el comienzo de una expansión del terror y la hostilidad permanente hacia Israel: la fórmula de “tierras por paz” (que permitió un estatus de alto al fuego de los israelíes con Egipto y Jordania años después de la Guerra de los Seis Días, en 1967) había dado paso a que en la Franja de Gaza gobernara una organización terrorista que se aprovecharía de los fondos de la ayuda humanitaria para llenar las cuentas bancarias de sus líderes, que más tarde se recluirían en Turquía o Catar, y también para convertir a las zonas civiles en grandes escudos humanos.
Al igual que Hezbolá en el Líbano, en Gaza Hamás edificó sus cuarteles generales y lanzaderas de cohetes en medio de hospitales como al-Shifa, en escuelas de la UNRWA (la agencia para los refugiados palestinos en Oriente Próximo), en mezquitas o casas de familia.
El fuerte vínculo ideológico que une a Hamás con la población civil de Gaza quedó de manifiesto en el secuestro de Noa Argamani, la joven israelí raptada en el festival Nova del 7 de octubre, y quien fue retenida a lo largo de ocho meses en la casa de un reportero de la cadena de noticias catarí Al Jazeera.
El desenfrenado sadismo del 7 de octubre quedará marcado no solo en la memoria, sino en las grabaciones que los propios terroristas hicieron de sus víctimas implorando piedad
También en el caso de Shani Louk, la joven alemana-israelí de 22 años que fue asesinada y su cuerpo llevado a Gaza para ser exhibido frente a una enardecida multitud de palestinos, que escupía y golpeaba su cadáver al aullido del Allahu Akbar.
El desenfrenado sadismo del 7 de octubre quedará marcado no solo en la memoria, sino en las grabaciones que los propios terroristas hicieron de sus víctimas implorando piedad.
Un año después, el paso arrollador de las divisiones terrestres de las Fuerzas de Defensa de Israel permitieron la pulverización de Hamás a lo largo y ancho de la Franja de Gaza: a pesar de la desinformación y la guerra mediática, Israel logró desarticular a la organización terrorista, y dar contundentes golpes a todo el anillo de fuego repartido entre Siria, Iraq, el Líbano, Yemen, Cisjordania y el propio Irán, que en 2024 ha atacado dos veces con andanadas de cohetes, drones y misiles sin causar daños a la infraestructura crítica israelí ni víctimas fatales.
*Analista internacional y experto en terrorismo.
Fuente y foto: La Prensa (laprensa.com.ar).
Versión NMI.