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J acob estaba cocinando una sopa, su hermano mayor quería un cuenco de ese potaje. Jacob la ofreció, a cambio de los derechos de la primogenitura de Esaú. Esaú no dudó; alegremente la entregó por un plato de guiso.
Años más tarde, su padre Isaac, quiso bendecir a Esaú. Jacob se puso las vestiduras de su hermano mayor y se presentó a su padre ciego como Esaú. Jacob recibió las bendiciones, y Esaú se indignó. "Me engañó dos veces", exclamó. "¡Primero tomó mis derechos como primogénito, y ahora recibió mi bendición!"
En esta historia se presenta una duda: Es comprensible que Esaú estuviera perturbado por perder la bendición. Pero ¿por qué estaba repentinamente preocupado por su derecho de nacimiento? Él la cedió años antes sin haber protestado. ¿Qué cambió ahora?
Ante un desafío interno, ya sea la obsesión, la depresión, la adicción o el ansia, el primer paso debe ser alimentar la fe en nuestra capacidad para superar el desafío. Mientras el obstáculo parezca insuperable, el camino a la recuperación está bloqueado. El tránsito hacia la recuperación solo puede comenzar si creemos firmemente en nuestra capacidad para tener éxito.
El trayecto puede iniciarse, pero hay un largo camino por recorrer. Este está lleno de obstáculos, y superarlos requiere motivación, compromiso y una gran inversión de energía. Saber que somos capaces de completar el viaje no garantiza que lo hagamos. Solo cuando logremos librarnos de los rasgos negativos, estaremos verdaderamente liberados.
El reconocimiento inicial en nuestras capacidades de superar el obstáculo, no fue aun comprobada. La demostración real de éxito refuerza la fe en nosotros mismos.
Todavía no somos completamente libres; todavía corremos el riesgo de sucumbir otra vez, a nuestras debilidades. Pero ganamos confianza cierta en nosotros. Ahora sabemos que, incluso si fallamos nuevamente, siempre habrá esperanza. Hemos triunfado una vez y, si es necesario, podemos hacerlo nuevamente. Esta conciencia estimula la confianza y la alegría, la emoción extática del éxito.
El alma enfrenta un desafío similar. Dios nos asigna una tarea al descender nuestra alma del cielo, para funcionar aquí en la tierra. En un ámbito centrado en el materialismo, placer, egocentrismo y de culto a uno mismo, se le pide al alma que introduzca el desinterés, la devoción a una causa superior y la santidad. Una tarea asombrosa, pero el alma contiene las herramientas para lograr tener éxito.
Jacob, el erudito piadoso, representa el alma. Esaú, el malvado cazador, representa el cuerpo. Esaú apareció como un enemigo formidable; a primera vista, uno dudaría de que Jacob pudiera prevalecer. El enfrentamiento se produjo a causa de un plato de sopa. Jacob le concedió a Esaú la sopa, pero lo obligó a cambio a rescindir sus derechos como primogénito. Esta fue la forma en que Jacob le dijo a Esaú de que podían enfrentarse, pero de ese momento en adelante, siempre tendría la fuerza para prevalecer: ahora Jacob es el primogénito.
Esaú cedió. No le preocupaba demasiado el explotar la habilidad del alma para triunfar, sabía que aprovechar tal potencial es en extremo difícil. De hecho, la mayoría de las personas nunca lo aprovechan; aceptan lo formidable de su enemigo y se rinden mucho antes de que siquiera comience el enfrentamiento. Por lo tanto, Esaú se sintió tranquilo, asumió que, en la mayoría de los casos, el vasto potencial del alma no se aprovecha.
Entonces ocurrió el desastre. Jacob desafió a Esaú y ganó; él realmente recibió la bendición. La bendición representa el empoderamiento del alma. Es el deleite espiritual de Jacob, su realización conmovedora que triunfó sobre Esaú. Es la realización eufórica que se produce al haber conquistado nuestra voluntad al menos una vez.
Entonces, Esaú se perturbó, se dio cuenta de la gravedad de haber cedido la bendición y el derecho de nacimiento a la primogenitura. Se dio cuenta de que el derecho de nacimiento que despreció, no era simplemente una herramienta hipotética para nunca ser utilizada; Jacob la había usado una vez, y tenía la intención de usarla nuevamente. Con esta comprensión, Esaú protestó por la venta del derecho de nacimiento, que había hecho.
La buena noticia para nosotros, es que las protestas de Esaú no fueron atendidas. Ni la bendición ni el derecho de nacimiento fueron quitados a Jacob. Así pues, estamos verdaderamente empoderados para vencer las artimañas y las tentaciones, los anhelos y deseos, de nuestro ser temporal y material, y elevarnos a la adoración sagrada de Dios.