Claude Lanzmann, el director francés de cine cuya obra maestra Shoah mostró como nunca el Holocausto a través de los testimonios de las víctimas judías, los verdugos alemanes y los testigos polacos, falleció en París el 5 de julio a los 92 años de edad.
El poder de Shoah, que dura 9 horas y media y se rodó en la década de 1970 durante los viajes de Lanzmann a los áridos paisajes polacos –donde se ejecutó la matanza de millones de judíos en seis campos de exterminio–, fue enfocar el Holocausto como un evento en el presente más que como parte de la historia. No contenía metraje de archivo ni puntuación musical; solo el paisaje, los trenes y los recuerdos narrados.
“Sabía que el tema de la película sería la muerte misma. Muerte, más que supervivencia”, escribió Lanzmann en su autobiografía. “Durante 12 años traté de mirar implacablemente hacia el sol negro de la Shoá”.
El documental se elogió casi universalmente. Roger Ebert lo llamó “una de las películas más nobles jamás realizadas”, y Time Out y The Guardian estuvieron entre los que lo clasificaron como el mejor documental de todos los tiempos. El gobierno polaco fue un disidente notable, que desestimó la película como “propaganda antipolaca” (pero más tarde permitió que Shoah se trasmitiera en ese país).
En 2013, casi tres décadas después, Lanzmann revisitó el tema del Holocausto con El último de los injustos, centrado en sus entrevistas en 1975 con un rabino de Viena que fue el último “anciano” del gueto de Theresienstadt (Terezin), utilizado por los nazis para engañar a los visitantes de la Cruz Roja haciéndoles creer que los judíos eran tratados humanamente.
En una declaración, el presidente saliente de la Agencia Judía para Israel, Natan Sharansky, expresó que la dedicación de Lanzmann a la conmemoración del Holocausto “no tenía paralelo”.
Fuente: AJN. Versión NMI.