Nikki Haley ha anunciado su renuncia a su cargo de embajadora de los Estados Unidos de América en las Naciones Unidas. Una renuncia que parece sorpresiva y sorprendente a primera vista. Y una renuncia que los israelíes, los defensores de Israel y la gran mayoría de los judíos resienten profundamente.
La flamante embajadora fungió como estrella del vapuleado tren de colaboradores del Presidente Trump. Sus intervenciones en la ONU fueron claras y precisas. Los judíos nos sorprendíamos de escuchar a alguien en tan alto cargo, y en tan difícil instancia como la ONU, expresar verdades comprobables.
Israel ha sido y es el tema favorito de la ONU. Con récord de condenas y de declaraciones bastante injustas. Incluso en administraciones americanas anteriores, amigables y solidarias con Israel, no se recuerdan intervenciones tan solidarias como las de Nikki Haley.
Los judíos, agradecidos siempre de ser reconocidos incluso en temas y situaciones que simplemente se ajustan a la verdad, no podemos menos que resentir su partida. Era muy bueno para ser cierto por largo tiempo.
Abba Eban, el legendario diplomático israelí que representó al Estado judío durante buena parte de sus inicios, dijo una vez que en las Naciones Unidas se podía votar por mayoría que la Tierra era plana. La composición de la ONU y las alianzas circunstanciales, de poca ética y peores intereses, han sido y son una continua tortura para Israel. Lo que es peor, sus resultados, antes que ayudar a las partes en conflicto con Israel, las han perjudicado. No atenerse a la verdad es sencillamente tóxico, resta credibilidad y disminuye la autoridad necesaria para imponerse cuando hay que hacerlo.
Sus intervenciones en la ONU fueron claras y precisas. Los judíos nos sorprendíamos de escuchar a alguien en tan alto cargo, y en tan difícil instancia como la ONU, expresar verdades comprobables
La administración Trump es solidaria con Israel. Muy poco ortodoxa en su manejo diplomático, se ajusta a la lógica de los hechos y colide con los términos tradicionales de callar, otorgar y dar largas. En muy buena medida su actuación es sincera, pero es presentada por sus adversarios, los internos y los externos, como errática. Es algo así como anti-sistema. Y claro, la ONU es parte del sistema.
Israel parece perder, por los momentos, una voz fuerte, sensata y amiga. No debería significar un cambio en la política exterior de Estados Unidos, menos con respecto a Israel. Quizá se pierda el encanto y el carisma de una figura femenina que representaba fuerza y sinceridad, y sea algo complicado llenar su vacío de imagen por un tiempo.
Pero Nikki Haley, Trump y la política exterior de Netanyahu han cumplido con su misión de llevar a todo el mundo la información necesaria para poder determinar quiénes son los responsables de la perpetuación del conflicto entre Israel y sus vecinos. A fuerza de declaraciones y presentaciones algo fuera de lo común por lo sinceras y contundentes, por sus posiciones claras, por la enumeración pública de hechos y cifras comprobables. Esa es una herencia que deja la señora Haley, cuyo sucesor ha de capitalizar en pro de solucionar antes que seguir complicando los conflictos.
De cualquier modo, las esperanzas que puedan cifrarse en organismos internacionales son bastante precarias. Foros de intereses de grupos que muchas veces poco tienen que ver con la realidad, menos aún con la verdad. Justo al día siguiente de la anunciada renuncia de Nikki Haley, una resolución de la Unesco, otro de los foros anti-historia, aprobaba una resolución declarando que la Tumba de los Patriarcas y la Tumba de Rajel pertenecen a la “Palestina ocupada”. Al menos no se declaró que Abraham, Isaac y Jacob, sus respectivas esposas y Rajel no fueron los patriarcas y matriarcas del pueblo judío.
Vamos a extrañar a Nikki Haley. Mucho. Pero un Israel fuerte y claro hace posible que no tengamos nada que lamentar. Esto es de celebrar.