El tema de los ataques a los judíos es por demás curioso e interesante. Demasiado para el gusto de quienes ostentan esta condición y son las víctimas potenciales y ciertas de los mismos.
En los últimos tiempos, los mismos incidentes denotan que la base común de las agresiones es el antisemitismo, la fobia a los judíos, por razones que no se logran explicar de forma consistente.
En muchos países ocurren atentados como forma de presionar a Israel, el Estado judío de los judíos, para hacer concesiones peligrosas a sus enemigos o como venganza por algún incidente. O simplemente, como muestra innegable del no reconocimiento a su existencia ni al derecho de los judíos a un Estado. Con inocencia algunos, con ignorancia otros y con cinismo los más atrevidos, hay quienes afirman que de resolverse el conflicto árabe-israelí y su arista más complicada, el palestino-israelí, entonces se desactivaría la fuente que genera las agresiones.
Otras veces, en otros países y en los mismos también, se ataca a los judíos por su condición de judíos. Antisemitismo medieval llevado a nuestros días, sin que ello quiera decir que hubo tregua en alguno de los siglos que ha cumplido de existencia el pueblo de Israel en su larga historia.
A veces se ataca a los judíos por Israel, el Estado Judío. Y se agrede a Israel por ser eso, el Estado judío. Y otras tantas a los judíos por ser eso, judíos. Islámicos radicales que creen ganar el cielo matando y muriendo. Pero también supremacistas blancos, simpatizantes del nazismo nunca desaparecido. O predicadores de amplio espectro, que arengan a sus rebaños de fieles. Personas, familias, sinagogas, instituciones… todo aquello que tiene como denominador común ser “judío” es susceptible de agresión.
El antisionismo, la agresión a Israel y la crítica injusta a sus actuaciones, es a veces una forma de antisemitismo políticamente correcto. Hay quienes cuidan las formas, y les resulta más elegante enfrentar a un ente nacional que a un grupo de personas por su condición algo más ligada a la religión.
Pero hay los más sinceros, a quienes poco o nada les importa aquello de ser correctos o las presentaciones de rigor. Odian a los judíos en todas sus manifestaciones y así lo expresan.
El atentado a la sinagoga “Árbol de la Vida” en Pittsburgh, el 27 de octubre de 2018, es una prueba de antisemitismo flagrante. En un país que acoge a los judíos con calidez, desmarcándose de la problemática del Medio Oriente, tiene lugar un atentado de motivaciones clásicas y sin disfraces. Puro antisemitismo.
En el siglo XXI, a tan solo siete décadas de terminada la Segunda Guerra Mundial y la Shoá, se dan estas situaciones. Con la diferencia inmensa de tener denunciante y doliente en el Estado de Israel, pero sin que ello haya significado aún que el odio a los judíos haya desaparecido de la faz de la tierra.
Por su religión, por sus convicciones. Por apoyar a Israel o por ser apátridas. Por ser comunistas o por ser capitalistas. Simplemente por ser judíos. Las explicaciones no aplican a quienes no tienen explicación alguna.