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Moré David Chocrón
moredavidchocron@gmail.com
D ijeron nuestros sabios: “Exíliate a un lugar de Torá” (Pirké Avot 4:18), Sin embargo, en verdad ellos también dijeron que el hombre debe vivir en el lugar de residencia de sus padres, y que la persona que se aleja de su lugar es como el pájaro que se aleja de su nido, pues al hombre le es difícil desarraigarse de su lugar de residencia.
De todos modos, si sucede que la persona se ve obligada a trasladar su hogar —como dijeron nuestros sabios: “A quien le va mal en esta ciudad, que se vaya a otra ciudad” (Talmud Babilonio - Tratado de Babá Metziá 75b)—, deberá elegir como lugar de residencia un sitio de Torá, pues ello le asegurará que sus hijos se conviertan en estudiosos de la Torá, y él también podrá estudiar las leyes y los estatutos, y se conducirá por el camino del bien.
Con respecto a esto afirmó adecuadamente rabí Yosé Ben Kismá: “Aunque me dieras todo el oro y la plata del mundo, solo fijaré mi residencia en un lugar de Torá” (Pirké Avot 6:9), pues si como resultado de ello aprendiese una sola cosa, ya se vería recompensado.
No obstante, quien desee acceder a la corona de la Torá, y en el lugar donde vive no encuentra de quién aprender, su padre debe enviarlo o él mismo viajará a una ciudad donde haya sabios y estudiosos de quienes pueda aprender Torá. No deberá prestar atención a las dificultades del desplazamiento, ni a la separación de su familia, ni a los gastos del viaje, ya que todo ello es insignificante si se compara con la grandeza de acceder a la corona de la Torá.
A veces, incluso cuando hay un sabio en su ciudad, la persona estudiará mejor si se traslada a otro lugar, así como escribieron los Tosafot sobre lo que hacían los antiguos sabios de la tierra de Israel, quienes tenían la costumbre de ir a estudiar Torá a Babilonia pues allí podían concentrarse en el estudio sin preocupaciones (Tosafot, Tratado de Shabat 9b).
Ya explicaron nuestros sabios el versículo: “Ella no está en el cielo y no del otro lado del mar” (Debarím 30:12), que hace referencia a que si la Torá estuviera en el cielo, tendrías que ir tras ella; y si estuviera del otro lado del mar, tendrías que ir tras ella (Tratado de Eruvín 55a). Si los padres y los hijos entendieran la magnitud del bien que supone para el hombre que sus hijos sean estudiosos de la Torá, venderían incluso sus ropas para poder enviar a los hijos a un lugar de Torá, aunque este estuviera en el fin del mundo.
La singularidad de la Torá es que se adquiere más a través del exilio y el traslado, por eso muchas veces en el Talmud encontramos la frase: “Tze ulmad” (“Sal y estudia”). Sin embargo, todo depende de cada individuo; y en nuestras generaciones, si la persona encuentra de quién aprender en la ciudad donde vive, es preferible que no viaje. De este modo, los padres podrán tener a sus hijos bajo supervisión; y si se trata de alguien casado, podrá estar junto a su esposa. Es conocida la opinión de nuestros sabios de que el exilio no dejó ni una sola buena cualidad en Israel; sin embargo, ellos mismos también dijeron que el exilio ha sido bueno para Israel.
Yo creo que la explicación de esta aparente contradicción es que el exilio del alma (quiere decir: el sufrimiento del alma a causa del exilio) no es bueno para los judíos, y lo correcto es que quien tenga la posibilidad, se escape de aquellas tierras en las cuales el yugo sobre el pueblo judío es duro en lo que atañe a temas espirituales.
El exilio en países occidentales, descendiente de Esav (Edom) donde reina el libertinaje, trajo como resultado que los judíos se corrompieran, y ellos hacen todo lo que consideran recto a sus ojos y no a los “ojos de Hashem”, pues no hay nadie que los amoneste y los reprenda por sus acciones, como no ocurre en los países musulmanes en donde los judíos se corrompían menos.
Está bien el afirmar que gracias al exilio en tierras de Edom, los judíos adquirieron mayor estudio académico, pero siempre resultó un arma de doble filo, semillero de antisemitismo y cuna de la gran asimilación; pero lo peor de estos países es la inmoralidad sexual que hay allí. Entre ellos la indecencia es algo ampliamente difundido: las mujeres se visten de forma impúdica y obscena, y además abundan los prostíbulos. Todo esto trae como consecuencia que los judíos que viven allí se mezclen con los gentiles y aprendan de su comportamiento.
Otro mal de los países occidentales es que consideran algo vergonzoso tener la barba crecida, y entonces un gran número de judíos allí cometen la trasgresión de afeitarse con navaja. La razón por la cual llegaron a esto es porque al comenzar a ver bueno cortarse la barba, luego dejaron de diferenciar entre una navaja, una tijera o las cremas (de acuerdo con la ley judía está permitido afeitarse con tijera, crema depilatoria o máquina de afeitar, si se cumplen determinadas condiciones; pero en cualquier caso está prohibido hacerlo con navaja).
La única ventaja es que cuanto más exilio y opresión hay, más se depuran las “chispas de santidad”. El concepto cabalístico de depurar y elevar las “chispas de santidad” significa, en palabras simples, aprovechar toda la santidad para obtener algo, separándola de la impureza con la cual está entremezclada, y elevándola.
Por todo esto nosotros decimos: “¡Dios, pedimos estar bajo tu sombra o bajo la sombra de los descendientes de Yishmael, pero nunca bajo la influencia de los descendientes de Edom!”. La prueba está en que hoy todos los lugares sagrados judíos están bajo jurisdicción del pueblo de Yishmael: el Monte del Templo, la Tumba de Yosef, la Tumba de Rajel, la Cueva de Majpela… y decimos que tenemos un Estado judío soberano.
Todo depende únicamente de nosotros. Generalmente son los dirigentes quienes más tienden a asimilarse y es el pueblo el que cambia la historia. Las sinagogas y las casas de estudio nos están esperando.
Si vas a emigrar, ¡solo a un lugar con Torá!
¡Baruj hashem leolam amen ve amen!