H oy amanece Bruselas ensangrentada con otro atentado más, con un común denominador a todos los anteriores: una célula de un grupo islamista, un “mártir”, unas víctimas inocentes, un comunicado de miembros de la colectividad musulmana “lamentando el hecho”, y el llamado de la Unión Europea a una conferencia de emergencia.
Los medios dedican horas y horas desde la madrugada a publicar artículos y escuchar a los analistas, que colapsan de pura paja y atosigan a la audiencia, y lo peor es que algunas delas cadenas más influyentes del mundo entrevistan a más de un especialista en terrorismo de nombre Alí o Mohamed. Simplemente no lo puedes creer.
Hoy me pregunto, una y otra vez, dónde están todas las ONG que durante más de un año han protestado por los derechos humanos de los refugiados del conflicto de Siria, que han presionado a sus gobiernos para dar cobijo a quién sabe quién, para que reciban sin control a millones de personas entre las que se han colado terroristas que llegan dispersos entre niños, mujeres y ancianos, que llevaron comida y ayuda a muchos de esos criminales y han logrado para ellos documentos y estatus legales. Hoy no veo a esas ONG protestando a favor de las víctimas, o apoyando a las autoridades para lograr dar con el paradero de los terroristas.
El mundo árabe-musulmán permanece en un silencio absoluto, todos activados en “modo avestruz”. Las autoridades de la Unión Europea hacen lo único que está a su alcance, la única arma en su guerra contra el terrorismo: todos rezando para que a otro “lobo solitario” no se le prenda el bombillo; la vida de Europa sale de su rutina, los aeropuertos colapsados. Eventos como la Eurocopa, conciertos, cumbres, y la vida común de los que aman la paz, todo en vilo, sin entender nada de esto. Las declaraciones de condolencia y repudio al terrorismo, que están ya más que preparadas de antemano, se envían desde las oficinas presidenciales. Las reacciones de los líderes y personalidades de Europa, todas calcadas al carbón, abarrotan las redes sociales. Rajoy y otros dicen, increíblemente, que se sienten “sorprendidos” por este nuevo atentado, y que la lucha en contra del terrorismo “será larga”. Qué vergüenza.
El atentado de Bélgica es un aperitivo de lo que nos falta por ver, el resultado de lo que Europa ha patrocinado, pensando que los terroristas tienen conciencia y raciocinio.
Esta lucha contra el terrorismo islámico, que pone al mundo de cabeza, solo tendrá resultado cuando se creen en los países del Medio Oriente condiciones para la estabilidad y el progreso, y no inaugurando mezquitas o fomentando la entrada a Europa y América Latina de personas que no aceptan un mundo con gente que piense diferente, que se vista de otra manera, que profese una fe distinta, y que considere que usar minifaldas, consumir alcohol o que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres no es pecado ni delito. Por cierto que así piensa la mayoría de los habitantes del mundo.
Si no se toman medidas con la seriedad que el tema merece, si no se cortan las relaciones y se aísla a los países que patrocinan, cooperan y dan apoyo a los terroristas, a quienes suministran identidades y los “enfrían” (que también “fumean” por Latinoamérica); si no se acepta que este no es un conflicto por territorios ni causas específicas sino una lucha entre la razón y la barbarie, entre “fieles” e “infieles”, si no se activan mecanismos no convencionales para esta lucha, se siguen respetando los “derechos humanos de los terroristas” y no se comprende que dar refugio a los emigrantes de la primavera eterna no es la solución a Europa por su culpa, por su gran culpa, solo les queda una cosa: esperar el próximo atentado.
Las autoridades de la Unión Europea hacen lo único que está a su alcance, la única arma en su guerra contra el terrorismo: todos rezando para que a otro “lobo solitario” no se le prenda el bombillo>