Ana Jerozolimski*
Shireen Abu Aqleh, veterana periodista de la cadena catarí al-Jazeera, pagó con su vida por la valentía de cubrir enfrentamientos armados en una zona compleja. Aun antes de saberse con certeza qué bala la mató, debe tenerse claro que no fue víctima de un asesinato sino de su propio trabajo, en el que tenía claro que ni el chaleco protector ni el casco podían garantizar su vida en zona de guerra. El miércoles por la mañana fue alcanzada por una bala en la cabeza en el campamento de refugiados Yenín, mientras tenía lugar un enfrentamiento entre soldados israelíes y palestinos armados sospechosos de estar planeando nuevos atentados terroristas.
Quedó claro de inmediato que los palestinos no desperdiciarían la tragedia y sabrían aprovechar al máximo lo ocurrido, para presentar a Israel como responsable aun sin tener ninguna prueba al respecto. Y evidentemente, no solo como responsable, sino como quien habría disparado en forma premeditada hacia la periodista “para callarla”. Ese fue el mensaje desde el comienzo, sin tener elemento ninguno para determinarlo, por lo cual estuvo claro de entrada que convertirían a Shireen y su muerte en un mito.
Y cuando de mitos se trata la verdad no importa mucho.
Por eso los palestinos no se iban a arriesgar a nada que pudiera resquebrajar el mito que crearon, razón por la cual rechazaron de entrada la exhortación israelí a investigar en forma conjunta la muerte de Shireen.
Y todo este encare tiene mucho que ver también con el funeral de Shireen, del cual salieron el viernes duras imágenes de policías israelíes golpeando a algunos de los hombres que cargaban el féretro, imágenes que recorrieron el mundo, “horrorizando” a muchos convencidos de que la policía quería alterar la procesión fúnebre. Evidentemente, nada bueno puede salir de esas imágenes, que los palestinos supieron presentar como señal de que Israel ni respeta sus funerales.
Los revoltosos trastornaron lo acordado con la familia, secuestraron el féretro, generaron violencia y montaron un espectáculo muy efectivo para los medios internacionales
(Foto: semanariohebreojai.com)
Pero lo que no se vio, y cabe suponer que al publicarse los palestinos lo presenten como mentiras o excusas israelíes, es lo que pasó antes de esas imágenes, que muestra una realidad muy diferente.
Vale la pena reproducir entero el hilo publicado por la policía israelí en su cuenta oficial de Twitter:
“Los planes para la procesión fúnebre de Shireen Abu Aqleh fueron coordinados de antemano por la Policía israelí con la familia. El viernes, unos 300 revoltosos llegaron al hospital Saint Joseph de Jerusalén e impidieron que miembros de la familia cargaran el féretro en el carro fúnebre para viajar hacia el cementerio, tal como había sido planeado y coordinado con la familia de antemano. En lugar de ello, la muchedumbre amenazó al chofer del carro fúnebre y procedió luego a cargar el ataúd en una procesión no planeada hacia el cementerio, a pie. Eso contradecía los deseos de la familia Abu Aqleh y la coordinación de seguridad que había sido planeada para garantizar la seguridad de una gran cantidad de participantes en el funeral”.
Y continúa:
“La Policía ordenó que el féretro fuera devuelto al carro fúnebre, así como hicieron también el embajador de la Unión Europea y la propia familia Abu Aqleh, pero la muchedumbre se negó. La Policía intervino para dispersar a la turba e impedir que se llevaran el féretro, y para permitir que el funeral procediera como estaba planeado, de acuerdo a los deseos de la familia”.
Los hombres que cargaban el féretro en las imágenes que recorrieron el mundo no eran los deudos. No eran ni los familiares ni los amigos de Shireen, sino algunos de los extremistas decididos a poner en escena una procesión fúnebre de acuerdo a sus objetivos propagandísticos, no para honrar la memoria de la periodista. Fue un evento violento destinado a presentar una imagen negativa de Israel, sabiendo de antemano los extremistas que lo que el mundo haría circular no sería su violencia sino los intentos de la policía israelí de reprimirla.
Los palestinos no se iban a arriesgar a nada que pudiera resquebrajar el mito que crearon, razón por la cual rechazaron de entrada la exhortación israelí a investigar en forma conjunta la muerte de Shireen
Según informó la Policía, “durante el desorden instigado por la multitud fueron lanzadas botellas de vidrio y otros objetos, lo cual causó heridas tanto entre la gente de duelo como entre oficiales de LA Policía”.
Bassem Eid, activista palestino por la paz, fundador años atrás del Palestinian Human Rights Monitor Group (Grupo de Monitoreo de Derechos Humanos Palestinos), quien suele condenar la imposición de los extremistas en la arena palestina, escribió al respecto en su cuenta de Twitter: “Hemos visto extremistas palestinos como Hamás utilizar a mujeres y niños como escudos humanos, pero hoy utilizaron el cadáver de Shireen Abu Aqleh como escudo humano, mientras revoltosos destruían barrios en Jerusalén”.
Y en otro tuit agrega: “Los palestinos que están utilizando el funeral de Shireen Abu Aqleh para causar disturbios, destruir propiedad y atacar físicamente a israelies, son una desgracia. ¡Dejen de profanar la memoria de Shireen!”
Los hombres que cargaban el féretro en las imágenes que recorrieron el mundo no eran los deudos. No eran ni los familiares ni los amigos de Shireen, sino extremistas decididos a poner en escena una procesión fúnebre de acuerdo a sus objetivos propagandísticos, no para honrar la memoria de la periodista
Los palestinos son campeones de la propaganda, y no escatiman esfuerzos ni recursos para crear situaciones en las que colocan a Israel en la defensiva. Causan los disturbios violentos ya en el hospital del cual salía el féretro con los restos de la periodista muerta, tiran botellas incendiarias y piedras hacia la policía que estaba allí para mantener el orden y garantizar que la procesión fúnebre se realizara en forma digna —tal como se había hablado con la familia—, secuestran el féretro, y luego difunden solo una imagen al mundo, la peor imagen que pueda desprestigiar a Israel.
Pero nada de esto funcionaría si no hubiera en el mundo una tendencia a juzgar a Israel en forma distinta a como se juzga a los demás. Agencias internacionales se hacen eco de la acusación palestina a Israel por la muerte de Shireen sin prueba alguna, y políticos y figuras destacadas expresan “horror” ante lo sucedido, horror que no expresaron cuando terroristas mataron a hachazos a civiles israelíes ante los ojos de sus propios hijos. Y ellos no fueron a sabiendas a una zona de guerra, no tenían chaleco antibalas ni casco.
Da asco. La hipocresía de tantos sencillamente da asco.
Y quizás nosotros mismos incurrimos en el error de explicar tanto el tema de la muerte de la periodista de al-Jazeera. Quizá el mensaje central sobre el que hay que insistir todo el tiempo es por qué los soldados israelíes habían entrado al operativo en el campamento de refugiados de Yenín: para tener terroristas que están planeando nuevos atentados. El terrorismo cobró la vida de 19 personas en atentados cometidos en Israel en los dos últimos meses. Este viernes murió un combatiente en la unidad anti-terrorista de la policía en la aldea de Burkin, durante un operativo para detener terroristas antes de que salieran a cometer un nuevo atentado en Israel.
Esto hay que pararlo.
*Periodista, directora de Semanario Hebreo (Montevideo) y semanariohebreojai.com.
Fuente: semanariohebreojai.com.
Versión NMI.