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Miguel Truzman*
“M e gradué de bachiller en el liceo Moral y Luces “Herzl-Bialik”. Por una parte, el nombre del liceo hace alusión al pensamiento que el Libertador Simón Bolívar vertió en su afamado discurso, pronunciado en la ciudad de San Tomé de Angostura en febrero de 1819 (en plena Guerra de Independencia). También alude a dos iconos de la historia contemporánea judía, Teodoro Herzl –fundador del movimiento sionista, que sentó las bases para la fundación de un hogar nacional para el pueblo judío en Éretz Israel, su patria ancestral– y Haim Bialik –autor de gran trascendencia literaria, considerado el poeta nacional de Israel–.
El nombre del liceo donde pasé mi adolescencia recrea inequívocamente el sentimiento que se ha forjado en nuestros espíritus de unión indisoluble con nuestra patria Venezuela y, al mismo tiempo, de pertenencia al pueblo judío desde el mismísimo patriarca Abraham.
Cuando nos graduamos en las postrimerías de la década de los 70, Caracas se convertía en una moderna urbe gracias nuevamente al boom petrolero. Ese hecho histórico impulsó la construcción de extraordinarias obras arquitectónicas como las dos torres de Parque Central (las más altas de Latinoamérica), el Centro Ciudad Comercial Tamanaco, el Poliedro, Parque Cristal, el Cubo Negro, la torre La Previsora con su reloj Patek Phillipe, y cientos de obras de gran impacto para el desarrollo de la ciudad.
Volviendo al tema del liceo, se dice que las amistades de la infancia son para toda la vida y eso es una verdad del tamaño de una catedral. En aquellos tiempos despreocupados nos dedicábamos a jugar béisbol en nuestro campo de Hebraica y en las ligas de la época. Mostrábamos nuestras capacidades peloteriles en diferentes estadios de la ciudad, desde el 23 de Enero hasta El Cafetal: en aquella época no había lucha de clases ni odios raciales.
“Estamos todos” fue una frase que acuñamos un grupo de amigos fraternos para indicar que, ante una adversidad de cualquiera de sus integrantes, siempre estaríamos juntos para apoyarnos y respaldarnos. Aún hoy esa frase significa vernos y reunirnos cuando algún miembro del grupo o su familia celebra algún acontecimiento personal o familiar de importancia. De los ocho miembros, uno vive en Israel, dos en Panamá, dos en Miami y tres en Caracas. Por consiguiente, en la Venezuela de hoy encontrarnos en cualquier latitud resulta un esfuerzo importante.
¿Quién no tenía un apodo de joven? Entre los integrantes del grupo “Estamos todos” tenemos un “negro”, un “pollo”, un “mango”, un “pancho”, un “lupa”, un “maravilla”, un “oso” y mi persona.
En la Venezuela de hoy, tan convulsa, anárquica y desbordada en sus miles de problemas, creo que falta ese eslogan para salir adelante. Falta ese sentimiento de que, sin importar el problema que tengas o el lugar donde te encuentres, un grupo de personas siempre estará ahí para ti en las buenas y en las malas.
Venezuela requiere con urgencia que digamos “Estamos todos” para que nos ayudemos, para que nos apoyemos todos los venezolanos en un proyecto común de país mediante un gran acuerdo nacional que nos redireccione hacía la prosperidad. En ese proyecto deben definirse las esferas de competencia estatal y privada, así como lo que debe hacer el Estado en lo primordial sin abarcar más allá. Debe reservarse al emprendedor, al sector privado, la otra esfera de actividades que, aunada a una redefinición de políticas públicas, conduzca al bienestar y el progreso que nos merecemos como nación.
Por eso creo que el eslogan “Estamos todos” debe ser en lo sucesivo el leit motiv, la idea fundamental de nuestras ejecutorias.
*Vicepresidente de la CAIV