Ver más resultados...
E l 6 de diciembre, el presidente de EEUU, Donald Trump, cumplió su promesa de reconocer a Jerusalén como capital del Estado de Israel y anunció la mudanza de le embajada de su país a esa ciudad.
En realidad, ya en 1995 el Congreso estadounidense había aprobado una ley al respecto, pero con una exención (waiver): el presidente podía firmar cada seis meses un documento con el cual suspendía toda acción al respecto, lo que hicieron sin falta Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama. Trump lo que ha hecho es abstenerse de ello y reconocer abiertamente que Jerusalén es la capital de Israel.
A ningún país en el mundo se le ha negado el derecho soberano de decidir cuál es su capital. Jerusalén ha sido la sede de los poderes públicos del Estado de Israel desde 1950, y en 1980 la Knesset aprobó una ley que la define como capital “eterna e indivisible”.
En realidad, Rusia ya había reconocido oficialmente a Jerusalén occidental como capital israelí hace varios meses, por lo cual Estados Unidos no es el primer país en hacerlo, si bien Trump no mencionó los sectores de la ciudad sino a Jerusalén como un todo, con una importante salvedad: “No estamos tomando posición acerca de ninguno de los problemas de estatuto final, incluidos los límites específicos de la soberanía israelí en Jerusalén o la resolución de las fronteras impugnadas. Esas preguntas dependen de las partes involucradas”. En otras palabras, el estatus final de la ciudad dependerá de negociaciones entre las partes, tal como lo reconoce la comunidad internacional.
Por primera vez, Trump mencionó específicamente la solución de dos Estados para el conflicto entre Israel y los palestinos, por medio de “un acuerdo de paz que sea aceptable para ambas partes”.
La República Checa emitió un comunicado horas después del anuncio de Trump, reconociendo también a Jerusalén como capital de Israel, si bien pospondrá la mudanza de su embajada hasta que se llegue a un acuerdo palestino-israelí.
Como era de esperarse, al cierre de esta edición había brotes de violencia en Jerusalén, Cisjordania y Gaza por parte de palestinos descontentos.
Con información de Enlace Judío (México) y The Times of Israel
L a Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela, en representación de la comunidad judía de Venezuela, celebra el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado de Israel por parte del presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, el día 6 de diciembre de 2017.
Jerusalén es la ciudad capital histórica y centro espiritual del pueblo judío. El rey David la convirtió en la capital de su reino. Dos templos sagrados se erigieron en el mismo sitio y se destruyeron en la misma fecha calendario. Desde la expulsión de los judíos por parte del Imperio Romano y hasta nuestros días, en nuestras oraciones diarias nos dirigimos hacia Jerusalén, pedimos por el retorno a la ciudad y en cada ocasión festiva nos saludamos con el tradicional “El año próximo en Jerusalén”.
En 1948, justo al declararse la independencia de Israel, el intento de invasión fallida del naciente Estado por parte de siete países árabes dio al traste con la resolución de la ONU de 1947 de designar a Jerusalén como ciudad internacional. Al terminar el conflicto el sector oriental, incluyendo la Ciudad Vieja, permaneció bajo ocupación de Jordania, país que irrespetó a la población judía y desacralizó sus lugares sagrados, incluyendo el Muro de los Lamentos, último reducto de lo que fuera el Segundo Templo de Jerusalén. No obstante, Israel declaró nuevamente a Jerusalén como capital del renacido Estado judío e instaló en el sector bajo su control la sede de sus poderes públicos.
Es un hecho cierto que la libertad de culto y el respeto a todos los lugares sagrados para las tres religiones han estado garantizados desde que Israel se hizo cargo de toda la ciudad en junio de 1967, como consecuencia de una nueva guerra desatada en su contra por los Estados árabes vecinos.
En julio de 1980, Israel proclamó la ley según la cual Jerusalén unificada es la capital íntegra e indivisible del Estado. Como forma de protesta ante esta decisión, y como mecanismo de apaciguamiento a la contraparte árabe y palestina, la ONU sugirió a sus Estados miembros la mudanza de sus embajadas de Jerusalén a Tel Aviv.
Es una realidad que el no reconocimiento del hecho histórico y religioso que avala el nexo ineludible e innegable del pueblo judío con Jerusalén durante todos estos años no ha significado que se haya logrado la tan anhelada paz entre Israel, los palestinos y aquellos países árabes que aún no la reconocen.
El reconocimiento de la administración Trump de Jerusalén como capital de Israel, y la anunciada mudanza de la embajada estadounidense a Jerusalén, constituyen en definitiva una decisión que se apega el rigor histórico y a la verdad.
Hacemos votos y elevamos nuestras plegarias para que prive en todos los habitantes de la región, en sus gobiernos y en las naciones del mundo, el espíritu, voluntad y acción necesarios para abogar por el entendimiento y la paz entre palestinos e israelíes, con respeto de todos y garantía plena de las libertades y derechos civiles.
Caracas, 7 de diciembre de 2017