La guerra en Gaza no parece terminar en breve. Israel, con muchos reservistas movilizados, cientos de miles desplazados de sus hogares en el sur y en el norte del país, no está en condiciones de asumir esta situación como permanente. La “ucranización” del conflicto se debe evitar a toda costa. Las guerras de Israel han sido siempre relativamente breves; esta es demasiado larga, dura y costosa. Costosa en todos los sentidos.
Desde casi el mismo 7 de octubre de 2023, varios voceros del gobierno, incluyendo al primer ministro y al ministro de la Defensa, anunciaron que tomaría mucho tiempo lograr los objetivos trazados: deponer a Hamás, que Gaza no fuera nunca más la misma que la de antes del 7 de octubre, y el rescate de los secuestrados. Cuando nos encaminamos al quinto mes de hostilidades, toda la ciudadanía israelí está a la espera de importantes acontecimientos. Acontecimientos que no se dan en su justa medida.
La primera prioridad es el rescate de los rehenes. Aunque ya hubo una negociación que logró traer a casa a un centenar, y una operación militar que recuperó a tres, aún no se tiene a todos. Algunos, demasiados, han fallecido, fueron asesinados. A la espera de vivos y muertos todos desesperan. Primero, las familias. Luego, todo Israel.
La desesperación más que lógica y justificada de los familiares de los rehenes se vuelca en una petición para que las autoridades logren un acuerdo negociado. Pero esta negociación depende más de quienes influencian a Hamás que del gobierno israelí, un gobierno que se ha convencido de la necesidad de deponer a Hamás y de que solo la presión militar forzará una negociación que traiga de vuelta a los secuestrados. La espera de una negociación y de sus resultados, que se ven lejos en el horizonte, no hace menos que desesperar a todos.
El bebé Kfir Bibas, secuestrado junto a sus padres y su hermanito, es un símbolo de los israelíes que aún permanecen secuestrados por Hamás, e incluso se ignora si continúa vivo
(Foto: redes sociales)
El sistema político israelí está pasando por momentos muy difíciles. Además de los personalismos, situaciones particulares y egos políticos, se tiene un espectro político polarizado y muy poco respetuoso de unos con los otros. El sistema parlamentario israelí funcionaba con relativa eficiencia cuando había dos bloques o partidos dominantes, capaces de conseguir una coalición de gobierno y de poner cierto freno a las aspiraciones, a veces exageradas, de partidos minoritarios que se erigían en fieles de la balanza.
Desde hace ya varios años esto no es así. Partidos y bloques minoritarios pueden exigir y conseguir condiciones desproporcionadas respecto a su verdadero tamaño. Esto ha impulsado muchas veces a la realización de elecciones adelantadas, que no han logrado la estabilidad necesaria ni han cambiado la situación de pequeños partidos con mucha influencia. En plena guerra, sin la victoria a la vista, muchos vuelcan sus esperanzas en la realización de nuevas elecciones. Quienes esperan una convocatoria en breve, y quienes se espantan de esta posibilidad en medio del fragor de la batalla, simplemente se desesperan.
En las últimas dos semanas, quizá el asunto más inquietante sea la iniciativa de Estados Unidos y otros “amigos” de Israel de proponer reconocer —hasta unilateralmente— un Estado palestino. La lógica solución, en el papel, de “dos Estados para dos pueblos” no ha sido aceptada nunca por la parte árabe; las decisiones unilaterales en el conflicto árabe-israelí y palestino-israelí han tenido resultados muy poco satisfactorios. Pero en esta ocasión, luego del 7 de octubre de 2023 y la carnicería ejecutada, además del drama de los rehenes y todas las circunstancias alrededor, esta iniciativa parece un premio al terror, una legitimación del terrorismo como mecanismo de negociación y presión. Es suficiente ya con acudir a Egipto y Catar a negociar, por partes interpuestas, nada más y nada menos que con Hamás. Luego del respaldo de Joe Biden, justo en los días posteriores al 7 de octubre, luego de la ayuda a Israel y el respaldo en la ONU por parte de EEUU, los israelíes esperaban una posición bastante distinta con respecto al conflicto. Razón de más para desesperarse.
La crueldad del 7 de octubre y todo el asunto de los rehenes, así como las encuestas que reflejan el apoyo a Hamás en la calle palestina tanto en Gaza como en Cisjordania, son motivo de mucha preocupación, frustración y desesperanza
Lo que desespera a muchos es la pérdida de la fe y la esperanza en la contraparte palestina. Muchos eran de la idea de que una posición israelí de cesiones y de comprensión del drama palestino, no siempre atribuible a los israelíes, llevarían a sólidos acuerdos de paz y a la convivencia necesaria. La crueldad del 7 de octubre y todo el asunto de los rehenes, así como las encuestas que reflejan el apoyo a Hamás en la calle palestina tanto en Gaza como en Cisjordania, son motivo de mucha preocupación, frustración y desesperanza.
En medio de esta guerra que no termina, de una victoria que no se alcanza, de unos rehenes que no regresan, seguimos a la espera de soluciones que no llegan. En esta tardanza, la espera desespera. A todos.