El verso más conocido en la Torá es la declaración de la fe judía, Shemá Israel, «Oye, Israel, Dios es nuestro Señor, Dios es uno». Es parte de nuestra liturgia y se recita hasta cuatro veces al día. Es el versículo enunciado por innumerables judíos que se enfrentaron a la muerte a manos de los babilonios, los romanos, los cruzados, los cosacos y, más recientemente, los nazis, quienes asesinaron a 6 millones de hombres, mujeres y niños judíos en Europa durante el Holocausto. Y todo inicia con la palabra, Shemá: «escucha», «presta atención».
Ciertamente, no es la única ocasión en que esta palabra aparece en la Torá, pero sí es la única oración en nuestra liturgia que comienza con ella. Es tan importante que Dios quiere asegurarse de que realmente estamos prestando atención. Antes de que comience, Él nos dice que ignoremos toda distracción y que escuchemos. “Asegúrate de conseguirlo, presta atención”.
Es irónico pero cierto, que cuando estamos llamados a concentrarnos a menudo nos resulta difícil hacerlo. Es difícil prestar atención a la instrucción. Podemos concentrarnos todo el día, pero en el momento en que se nos pide específicamente que realicemos una tarea podemos tropezar, dudar, perder la dirección que necesitamos. Cuando se nos dice qué pensar, dejamos de pensar. Cuando se nos dice que no pensemos, las ideas comienzan a desarrollarse.
Cuando oramos a Dios se nos ordena prestar atención. Se nos dice que el rezo es la «devoción del corazón». Cuando los judíos en los tiempos antiguos se arrepentían pero sin convicción, como se dice popularmente, se arrepentían “de la boca para afuera”. Dios se le apareció entonces al profeta Yoel y le dijo: «Vuelvan a mí con todo su corazón. Rindan sus corazones, no sus vestiduras”.
Sin embargo, es difícil prestar atención durante la oración prolongada. La boca murmura y la mente divaga. En poco tiempo, solo nuestras bocas están orando, pero nuestros corazones pueden estar vagando por todas partes.
El rabino Adín Éven-Israel (Steinsaltz) usa una metáfora estupenda para describir el problema. Imagínense, escribió, que alguien construyó una hermosa casa y la llenó con muebles costosos; sin embargo, se olvidó colocar el techo. La casa se ve maravillosa, pero con la próxima lluvia todo se arruinará. De manera similar nos reunimos en la sinagoga, abrimos el Sidur (libro de oraciones), y leemos las palabras. Pero si nuestras mentes no están enfocadas, si estamos abiertos a la distracción como el techo faltante, las distracciones arruinarán nuestras oraciones.
Otra metáfora que ofrece el mismo rabino: supongamos que usted está esperando una promoción y, queriendo causar una buena impresión, invita al jefe a cenar. De repente tiene un problema en la oficina. Así que pone la mesa, saca la comida y deja una nota en la puerta para explicar su ausencia e invitar a su jefe a que se sienta como en su propia casa. La cena está ahí, el invitado ha llegado, pero falta el dueño de la casa.
Entonces también la oración está ahí, el Sidur está ahí, la sinagoga está ahí, pero si la mente no está enfocada falta la cabeza.
Esta es la razón por la que necesitamos que nos devuelvan a nuestras oraciones de vez en cuando. No es sorprendente que la mente divague, pero cuando nos damos cuenta de que lo está haciendo, nos incumbe concentrarnos. Este es el significado más profundo de la palabra Shemá. Escucha, presta atención. Es posible que hayas estado distraído durante los últimos minutos, pero esto es importante; ahora es el momento de enfocarse.
Una forma más mística de expresarlo es reunir las dimensiones dispersas de nuestra alma. La palabra Shemá significa escuchar, pero también puede significar «reunirse». Se usa en este contexto en raras ocasiones, pero es uno de los significados alternativos de la palabra.
Cuando hablamos de nuestra fe en Dios, queremos que impregne todos los niveles de nuestro ser. Queremos declarar nuestra fe con nuestras mentes, emociones y psique. Queremos que se filtre a través de nuestros pensamientos, palabras y acciones. Queremos que alcance nuestras profundidades internas. Proviene de la esencia y debe ser todo penetrante. Shemá: reúnan todos los elementos de su ser, y proclamen como un solo ente que Dios es uno, es único, y es indivisible.
El Baal Shem Tov enseñó que estamos donde están nuestros pensamientos. Si estoy pensando en casa, estoy en casa. Si estoy pensando en España, estoy en España. Si mis pensamientos están en Australia, ahí es donde estoy.
Un conocido rabino se paraba a la salida del santuario después de la oración para desear a todos los asistentes que tuvieran un buen día. Una vez notó que uno de sus feligreses se distrajo durante la oración, y cuando lo saludó más tarde en la puerta le dijo: «Bienvenido a casa». El hombre se sorprendió, porque no había viajado a ningún lado. Pero el rabino le explicó que estamos donde están nuestros pensamientos, y durante la oración sus pensamientos estuvieron en otra parte. Ahora ha vuelto a casa.
De hecho, durante el curso de la oración podríamos visitar múltiples ciudades. Parte de nosotros podría estar en Israel, otra parte en Rumania y otra parte en Cleveland. Es posible que se haya aterrizado en Europa, haya viajado por Asia y haya realizado una visita a Nueva Zelanda. Si en ese momento, alguien le dice que escuche, sería en vano. ¿Cómo puede escuchar a una persona en un lugar si se está en tantos lugares?
Por eso, Shemá tiene dos significados. Primero, reunir; luego, escuchar. Reúna sus pensamientos y todas sus dimensiones, de modo que esté en un solo lugar y listo para concentrarse. Ahora que ha regresado, ahora que está aquí, bienvenido a casa. Estamos a punto de declarar nuestra fe en Dios: Dios es nuestro Señor, Dios es uno.
Así que Shemá, preste atención. Es hora de escuchar.