Cuatro décadas después, el joven que llegó a los 24 años de edad se ha convertido en referente de nuestra comunidad. He aquí sus reflexiones sobre cómo hemos cambiado, nuestro presente y nuestro porvenir como kehilá
Yo nací en Tánger, Marruecos, y mi vocación nació y empezó allí. La tradición era que los nietos vivieran con los abuelos. Mi hermano —quien ya falleció— y yo nos educamos prácticamente en casa de mi abuelo, Yamín Cohen. Él era dayán, juez rabínico, era un gran rabino en Tánger; ese cargo era reconocido por el Ministerio de Justicia de Marruecos.
Recibíamos educación religiosa en los colegios de la comunidad; el liceo era al mismo tiempo yeshivá: se estudiaban durante medio tiempo las materias generales, y medio día yeshivá. Pero eso no era suficiente para mi abuelo. Él exigía que al llegar a casa siguiera estudiando, porque quería que supiésemos Torá. Siempre me decía: “Quiero que seas como yo. Yo soy shojet, tú tienes que ser shojet; yo soy rabino, tú tienes que ser rabino; yo soy juez, tú tienes que ser juez”. Eso era con todos los nietos, pero él se dio cuenta de que quien tenía más vocación religiosa era yo.
Mi abuelo es para mí un ejemplo de amor, entrega, dedicación a su comunidad. Él era muy querido. Fue quien me abrió ese camino y me hizo descubrir mi vocación religiosa, porque yo en realidad quería ser abogado. Siempre me gustaron las leyes, pero dejé que el tiempo llegase: a los 15 años me fui a París, donde hice mi bachillerato, y allí me di cuenta de que defender al débil, defender lo justo, que era lo que yo había querido hacer desde pequeño, lo podía hacer también como rabino.
Para entrar al Seminario Rabínico en París había que ser como mínimo bachiller, pues un rabino debe tener una formación general, una cultura amplia, saber representar a su comunidad. Cuando egresé del Seminario Rabínico me fui a Israel a completar mis estudios durante tres años, y obtuve un título de la Rabanut.
La Asociación Israelita de Venezuela estaba buscando un rabino joven. Ellos sabían que el gran rabino Yamín Cohen tenía un nieto que estaba estudiando para rabino, y enviaron a Israel a don León Cohen, presidente de la AIV, quien me entrevistó. Eso fue en 1976. Yo le respondí que aún me faltaba un año para graduarme, que mejor volviéramos a hablar al año siguiente. En ese momento yo tenía la opción de trabajar en París o en Barcelona (España). Entonces me invitaron a oficiar en Rosh Hashaná y Yom Kipur en la sinagoga Tiféret Israel de Maripérez, y así lo hice. También tenía familiares y amigos aquí.
Ellos insistían en que me quedase de una vez, pero yo aún estaba cursando un diplomado en el tema de divorcios, que es una especialidad fuera del rabinato. Un año después volvieron a entrevistarse conmigo en París, y allí firmamos el contrato para venirme a Venezuela. Y así llegué en septiembre de 1977. Entonces yo tenía 24 años. En aquel momento los rabinos de la AIV eran Binia y Amselem; Binia estaba por retirarse, y Amselem planeaba irse a estudiar a Israel.
No me fue mal, estoy contento de haberme quedado, y agradezco muchísimo a la AIV por haberme otorgado un permiso de dos años cuando decidí terminar mis estudios en Israel para ser juez rabínico; eso fue en los años 90. La comunidad me permitió crecer, y además tengo un convenio, dayán, de que todos los años, entre Pésaj y Shavuot, o sea durante aproximadamente un mes, me voy a estudiar en Israel. Eso me ha permitido ir creciendo y me llena muchísimo. Creo que esta es la única comunidad que le permite a su rabino hacer eso, irse durante un mes para continuar su formación.
Muy buena. Los viejos estaban acostumbrados a un rabino de barba blanca y bastón; de repente ven a un muchacho de 24 años con todo ese dinamismo… Ellos no me aceptaban. Pero yo desarrollé la sinagoga de los jóvenes. Hacíamos Kabalat Shabat, seminarios, Shabatonim en mi casa, campamentos, jugábamos fútbol, baloncesto, hacíamos teatro; me aboqué a los jóvenes. Esa fue mi estrategia: los jóvenes me abrieron las puertas de sus casas. El lobby me lo hicieron ellos. Formamos un grupo sionista y religioso, porque yo tengo formación en Bnei Akiva, que es un movimiento sionista religioso. Los jóvenes que no eran religiosos se motivaban y venían a estudiar. Más adelante, cuando hubo la vacante en Maripérez, yo ocupé el cargo y el rabino Bittan quedó encargado de dirigir a los jóvenes.
También me encargué de la shejitá y el kashrut de la AIV, y formé una coral para los rezos de la sinagoga en Hebraica, para los servicios de Kabalat Shabat.
Para mí es sumamente importante la educación judía; no hay continuidad sin educación. Me parece más importante el conocimiento del judaísmo que el cumplimiento del judaísmo, porque el conocimiento lleva al cumplimiento, pero el cumplimiento no lleva al conocimiento. Es muy importante que los jóvenes sepan, conozcan, estudien; después, la práctica es su problema. Pero yo tengo que darles las herramientas, enseñarles. En eso hago mucho énfasis, en la educación sionista religiosa de nuestros jóvenes.
Laica, laica. Tradition, algo muy superficial. Recuerdo que no se comía queso kasher. El primero que hizo queso kasher en Venezuela se llama Isaac Cohen. Mi primer mes de sueldo lo perdí, en 1977, porque hice queso y la gente no lo comía. Fue una lucha, pero lo logré. Actualmente en la comunidad de Venezuela no hay una fiesta que no sea kasher. En aquella época hacían Brit Milá, matrimonios, que no eran kasher; nadie creía que fuese necesario. Hoy en día no existe eso, aunque se trate de la persona más laica de la comunidad.
Soy un rabino que se involucra en todo el quehacer comunitario. Todo lo de la comunidad me interesa: la educación, la juventud, el kashrut. Mantener relación con los jóvenes me permite ver las necesidades de la comunidad. Afortunadamente, me siento satisfecho de estos años. Voy levantando la espiritualidad, la ortodoxia de la AIV, en función de cómo vamos creciendo. Considero que es muy importante lo que llamo “judaísmo de masas”, que haya una corriente de muchísimas familias que comen kosher. También es muy importante que se estudie la Torá. Afortunadamente, hoy todo el que quiere estudiar Torá puede hacerlo.No dejo de luchar por la educación.
Voy midiendo la “temperatura espiritual” de la comunidad para aumentar su dosis. No soy fanático, soy realista. Quiero que avancemos en la elevación espiritual de la comunidad, que garantiza nuestra continuidad. Una comunidad bien estructurada, con todos los servicios que debe brindar, le da fuerza, le permite ir creciendo.
A mí me preocupan muchísimo los matrimonios mixtos. Sé que es un costo por vivir en la diáspora, no cabe duda. Pero ese problema se agudiza cuando nuestros hijos e hijas no tienen las herramientas necesarias para luchar contra la asimilación.
Hoy en día hay menos matrimonios mixtos, porque hay más Torá, más religión, más valores. Pero cuando no hay un freno que me diga por qué no debo hacerlo… El mundo moderno no da ese mensaje; lo que lo da es la Torá, el contenido. Yo no quiero tradiciones, quiero el contenido de las tradiciones.
Hasta ahora, afortunadamente, he logrado todo lo que me he propuesto. Pero el Talmud nos dice que una persona no deja este mundo cuando ha logrado apenas la mitad de sus realizaciones. O sea, si me preguntas si estoy satisfecho, no tengo ni la mitad de mis satisfacciones cumplidas. Todavía tengo muchas cosas por delante que quiero cumplir. Pero como dije, voy midiendo la temperatura espiritual de la comunidad. No lo hago en forma desesperada, sino equilibrada y pensada.
Pienso que si hubiese estabilidad económica en Venezuela no se produciría esta salida de nuestros hermanos buscando otras posibilidades. El problema es que la economía está trancada, a lo que se suma el problema de la inseguridad, y entonces se van a países donde creen que les irá mejor. No creo que la mayoría de los que se han ido estén haciendo fortuna; y están locos por volver, así de sencillo. Si tan solo mejorara la economía, volverían. ¿En qué otro país existe esta comunidad única que tenemos? Este concepto de comunidad no se consigue en ninguna otra parte del mundo. Lo que hay en Estados Unidos y otros países son congregaciones, el “judío del barrio”. Los hermanos para reunirse tienen que fijar mes, fecha, día y hora. La vida que hemos vivido y seguimos viviendo en Venezuela es digna de ser añorada, el clima… El problema hoy es el sustento, la parnasá. Ese es el problema. Mira el antisemitismo que existe en Estados Unidos, el país de la libertad. Aquí el nivel de antisemitismo es bajo, afortunadamente no ha fructificado. Mi “Plan B”: Venezuela.Y lo digo de corazón. La AIV construyó esta nueva sinagoga en una época de crisis, eso se llama creer en Venezuela, apostar por Venezuela. Nuestra comunidad es única en el mundo judío; que vengan de afuera y la vean.
Por eso digo que si el gobierno quiere que las cosas mejoren, y si al ciudadano se le enseñara el amor por la patria, entonces estaríamos en otro país. ¿Cómo es que te vas de tu país? ¿Entonces quién lo va a construir?
Venezuela es un país de oportunidades para quien es inteligente y se quiere mover, para el que quiere trabajar, incluso con todas las dificultades de hoy.En estos días la comunidad está más viva que nunca. Esta es una comunidad viva, la envidia de muchas otras comunidades. Tenemos 13 sinagogas sefardíes y todas funcionan, todas tienen minián y shiurim.
Yo nunca me he metido en política. Nunca quise, ese no es mi fuerte. Pero últimamente me he tenido que involucrar. Yo soy feliz cuando estoy estudiando Talmud con los otros rabinos, dos horas por la mañana, dos horas por la tarde; cuando doy un shiur o cuando estoy estudiando solo, disfruto, me nutro, porque esa es la función del rabino. Pero consideré que la comunidad no podía quedarse sin un contacto con el gobierno nacional. No siento satisfacciones por tener relación con el mundo político, pero la situación me obliga. Como vengo de una casa de rabinos, recuerdo que mi abuelo levantaba el teléfono y hablaba con el gobernador de la ciudad de Tánger y resolvía problemas. Afortunadamente tengo los contactos que requiere una comunidad, para usarlos solo en bien de la comunidad. Soy rabino para la comunidad, no para representarla afuera. Que me vean como rabino, no como político, pues eso desvirtuaría mi función; y tengo una visión muy clara de mi función: rabino para la comunidad, en la comunidad.
El rabino Isaac Cohen Anidjar nació en Tánger en 1953. Realizó estudios talmúdicos en la yeshivá Sheerit Joseph y en Porat Joseph, en Israel. Obtuvo un posgrado en Leyes Rabínicas en el Kolel Yad Harav Nissim de Jerusalén. Es Licenciado en Lenguas Semíticas por la Universidad de La Sorbona (París). Miembro de los rabinatos principales de Israel, Estados Unidos y Francia, ha sido asesor en Leyes Rabínicas para varias comunidades judías de América Latina. Fue profesor de la cátedra Aporte del Judaísmo al Pensamiento Ético Universal, en la Universidad Metropolitana de Caracas.
En 2002 recibió la Orden Francisco de Miranda en su Primera Clase. En 2004, su obra Caminos del judaísmo obtuvo el Premio Nacional del Libro en la categoría Libro sobre Religiones.
– Judaísmo en el hogar (1983, 2001).
– Pirké Avot (2004)
– Caminos del judaísmo (2004)
– Hagadá de Pésaj (2005)
– Viviendo el tiempo (2006)
– Enseñanzas de la Torá (2 tomos, 2014)
«En honor al rabino Isaac Cohen: el significativo número 40», por el Rabino Chaim Raitport
«Cuarenta, por ahora», por Elías Farache S.
«Mis sinceras y cálidas felicitaciones», por Moisés Carciente
«Cuarenta años de servicio comunitario», por Salomón Cohen Botbol
«Rabino Isaac Cohen, 40 años al servicio de la AIV», por Abraham Levy Benshimol
«La decisión de un líder», por Rabino Samuel Garzón