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L a existencia de Hebraica cambió la dinámica de la comunidad judía venezolana
En las líneas que siguen relataremos un pedazo de la historia de Hebraica a través de los ojos de uno de sus fundadores, el señor Gregorio Scharifker, quien compartió algunas anécdotas sobre los inicios de nuestra querida institución.
El señor Scharifker, tiene 95 años y trabajó una vida entera en el área de seguros. Fue parte de la directiva de la Unión Israelita de Caracas, y uno de los “vocales” de la primera junta directiva (1968-1970) de este centro comunitario, junto a John Benaím Pinto, Samuel Cula e Hillo Ostfeld. Asimismo, formó parte de la comisión asesora de planificación de Hebraica, integrada por Gonzalo Benaím Pinto, Kurt Brief e Isidoro Rubinstein.
¿Cómo describiría los comienzos de Hebraica?
Don Gregorio Scharifker comentó: “Todos conocen a los dos hermanos Benaím, John y Gonzalo. Gonzalo, farmacéutico o doctor en química, se ocupaba de cuestiones científicas y comunitarias, y John tenía afición por cuestiones inmobiliarias y de negocios. Ellos se enteraron de la existencia de un terreno muy grande que había en la urbanización Los Chorros, cerca del cerro de lo que sería la Cota Mil, que era propiedad de una comunidad cristiana y tenía un pequeño colegio.
Esa era una oportunidad para la comunidad judía, que necesitaba un lugar dónde reunirse. Fue una idea de John, que se la transmitió a Gonzalo, y ambos se pusieron en contacto con los directivos de la Unión Israelita”.
Un ambiente lleno de entusiasmo
El acto de inauguración después de la compra del terreno fue un momento inolvidable, relata Scharifker. “Se sentía un entusiasmo enorme, había mucha gente encantada con la idea, y esa fue la oportunidad para captar nuevos accionistas”, acotó.
No todo era color de rosa, hubo ideas divergentes, las relaciones no eran fáciles, pero sin duda abundaban personas con mucha voluntad, entre ellos Natalio Glijansky, quien fue uno de los líderes comunitarios promotores del proyecto, así como David Katz, presidente de la Unión Israelita; los Benaím Pinto; el señor Wilhelm Jaegermann; todos ellos y muchos más, como Claudio Bentata, Moisés Cohén, Luis Kaufman, Marcos Benzaquén, Alberto Botbol, Samuel Cula, e Hillo Ostfeld.
Los comienzos
Uno de los retos más grandes, comenta Gregorio Scharifker, era el de conseguir los fondos para dar la cuota inicial del terreno, y también “vender” a los miembros de la comunidad judía venezolana la idea de este gran proyecto: la construcción de un colegio y un espacio para que los comunitarios se reunieran.
“Se acordó el monto de la cuota inicial, y había mucha dificultad para conseguir el dinero que se requería. Se necesitaba un préstamo bancario grande para poder pagarla. Fueron tiempos difíciles, en los que trabajamos sin descanso y a diario”.
Construyendo Hebraica
Uno de los trabajos de Scharifker fue nada más y nada menos que el de conseguir un arquitecto que realizara el proyecto. “Se buscó en varios países, entre ellos México, y finalmente se designó al ingeniero Badler, quien coordinó las obras. Primeramente se diseñó una piscina, imagínese excavar un enorme hoyo en el terreno y llenarlo de agua. Por suerte había fuentes de agua accesibles que venían de la montaña, ¡ya había cómo llenar la piscina! Me acuerdo de esos detalles, aunque no soy arquitecto pero tuve que aprender muchas cosas”, indicó Scharifker.
“Hebraica se convirtió en el polo de atracción de la comunidad, empezaron a crearse las escuelas deportivas, comenzaron a contratarse a especialistas que se ocuparan de los distintos deportes. Los chicos no eran especialmente deportistas, pero se fueron formando con la piscina, con los campos de béisbol y de fútbol, y empezó a venir la gente para caminar y hacer algo de ejercicio. Esto era inédito, ya que los judíos no lo hacían, por lo menos no los asquenazíes. La gente estaba de lleno en su trabajo”, comentó don Gregorio.
Se fue replicando la idea de que la forma de evolucionar como pueblo era formar a su juventud a través de la cultura y del deporte, y se creó la conciencia acerca de la importancia de la integración con la comunidad venezolana. Eso fue determinante. “Dar a entender que no éramos un mundo aparte, y que éramos parte del país. Eso fue consolidándose”.“No pensábamos que Hebraica iba transformarse en lo que llegó a ser. Nos ayudó mucho el espíritu de nuestros muchachos. Ellos fueron realmente los motores. Uno se motivaba viendo como crecían moral, físicamente”.
Hebraica: un puente con Venezuela
Scharifker contó: “En esa época empezó el contacto con clubes que no eran judíos, empezaron a realizarse partidos interclubes y a cultivarse relaciones con el mundo no judío. Eso nos dio prestigio ante la comunidad venezolana, que nos miraba como extranjeros, y permitió que sintieran que ellos eran parte de nosotros y nosotros parte de ellos”.
¿Se han cubierto sus expectativas como fundador de Hebraica?
“Se han superado completamente mis expectativas. Nunca pensé que llegaríamos a lo que tenemos ahora. Yo creo que Hebraica es una escuela para nuestra gente, especialmente para nuestros jóvenes. Me siento orgulloso”, finalizó.
¿Qué significa Hebraica para usted?
“¡Hebraica nos llenaba la vida! Creo que ayudó a que comenzáramos a afrontar el crecimiento de los hijos y su proceso de independencia. Nunca pensé que Hebraica iba a llegar tan lejos. Era insospechado que tuviera una piscina olímpica, que fuese tema en el exterior. Con la instalación de las cafeterías y de los restaurantes todo crecía y cambiaba”.
“Hay gente que piensa que la integración es mala. Yo no pienso eso. Creo que no vamos a perder nuestro carácter judío, sino que lo vamos a enseñar, a mostrar, a proclamar. Tenemos muchas cosas buenas que no se conocen”.
Gerencia de Comunicaciones e Información del CSCDR Hebraica
En las líneas que siguen relataremos un pedazo de la historia de Hebraica a través de los ojos de uno de sus fundadores, el señor Gregorio Scharifker, quien compartió algunas anécdotas sobre los inicios de nuestra querida institución.