Yair Cohen
Hace un mes nos despedimos de una mujer extraordinaria, nuestra Ómama y morá de generaciones, Nusia Wacher Z’L. Su partida dejó un vacío imposible de llenar, y hoy quiero rendirle un merecido homenaje, compartir sus historias y celebrar la vida de una mujer excepcional.
Ómama nos dejó a semanas de cumplir 101 años de edad, una gesta que marca no solo el paso del tiempo sino la riqueza de una vida plena. Nacida el 8 de febrero de 1923 pero registrada el 9 —ya que nació después del anochecer (ejemplo de su casa judía)—, cada día, cada año, fue un regalo que compartió con nosotros, llenando nuestro mundo con su sabiduría y amor.
Durante sus 101 años de vida aprendió y manejó 12 idiomas: idish (como lengua materna), hebreo, polaco, ucraniano, ruso, húngaro, alemán, italiano, francés, inglés, español y latín, todos relacionados con diferentes etapas de su vida; de niña ya hablaba cuatro idiomas: en la casa idish; en la calle y en el colegio ucraniano y polaco; y en la organización sionista, hebreo. Con la guerra aprendió el alemán y el ruso y, después de casada, tuvo que aprender el castellano cuando vino a vivir a Venezuela. Por su insaciable espíritu, estudió inglés, francés e italiano.
Ómama fue mucho más que una abuela. Fue una morá, una profesora dedicada al colegio comunitario por más de 33 años. La educación siempre fue su faro, guiándonos con disciplina y amor por el conocimiento. Recordamos sus lecciones, su voz resonando en nuestras mentes como un recordatorio constante de la importancia de aprender y crecer.
Me atrevería a decir que no hay quien haya pasado por el colegio durante esos años y no recuerde a la morá Wacher, así como no había nadie que ella no recordara, incluso a los alumnos de los otros salones. Tanto es así, que cuando cumplió 99 años invitamos a la gente a enviar videos felicitándola, y a pesar de todo el esfuerzo de edición el video dura 40 minutos. 40 minutos de familia, alumnos, compañeros, amigos, felicitando a mi Ómama (https://youtu.be/uelYQtc7Kl8).
Durante su vida recibió varias condecoraciones, como la Orden Andrés Bello y la del Mérito al Trabajo, entre otras.
Su mente era un tesoro de recuerdos. Desde su juventud hasta el último día recordaba detalles con una precisión asombrosa. Cuando alguien le preguntaba si recordaba a un estudiante, respondía no solo con el nombre, sino con historias de sus días en el aula, anécdotas familiares y detalles que solo ella podía recordar. Su memoria era un puente entre generaciones, conectándonos a través del tiempo.
Vivir con Ómama era como tener a una morá siempre en casa; era estricta con ella misma y con todos a su alrededor. No sé si estricta sea la palabra correcta, capaz se pudiera usar “rigurosa”, pero por alguna razón estas palabras parecieran llevar un contexto negativo. Pensando y buscando di con la palabra correcta para mí: “precisa”. Mi Ómama era precisa; comía a la hora precisa, le gustaban las cosas en el lugar preciso, iba a Hebraica a una hora precisa, y nos inculcó que las cosas se hacen de una manera precisa para hacerlas bien. Pero detrás de esa disciplina, siempre emanaba un cariño incondicional. Tenía sus formas únicas de expresar amor, y cada gesto y palabra nos recordaba lo amados que éramos.
Busco en mi cabeza y encuentro tantas anécdotas e historias, queriendo conseguir un regaño y no lo consigo. Encuentro en mi memoria charlas y frases que guiaban mi comportamiento, pero no un regaño como tal. Frases como “Cada quien duerme en la cama que tiende, tú eres el que debe dormir en esa cama, no los demás. Solo asegúrate de que esté bien tendida, hazlo bien y no le hagas daño a nadie. Si con esas condiciones tú eres feliz, ¿quién soy yo para no ser feliz por ti?”.
Sus nietos mayores, mis primos, Abigail y Bernardo, la recuerdan no solo como Ómama sino como una segunda madre: “Fuiste nuestra Ómama y nos cuidaste como hijos, así que te recordaremos siempre como madre además de abuela”.
La historia de Ómama es un testimonio de resiliencia y determinación. Nacida en Lvov, Polonia, en 1923, vivió los horrores de la Shoá y la pérdida de su familia. Su deseo era que, cuando falleciera, en su lápida estuviera también el nombre de su papá Jacob Wacher Z’L, y sus hermanos Zvi (Zunio) y Pepi Wacher Z’L, quienes no tuvieron una tumba.
Su valentía la llevó a la supervivencia, escapando de situaciones difíciles, hasta encontrar su lugar en Venezuela. Durante la Shivá, mi primo me dijo: “Después de los horrores de la guerra, Ómama vivió una vida hermosa, llena de puras alegrías, y fue muy feliz”. Analizándolo, me di cuenta de lo cierto de esta afirmación. Logró su sueño de ir a Eretz Israel, donde en poco tiempo encontró el amor, se casó con mi Ópapa Zigo Wacher Z’L y fueron muy felices. Volvió a encontrar familia, vino a Venezuela para “poder vivir con familia”: la familia de mi abuelo, pero familia. Una familia hoy enorme, las Ómamas se han multiplicado y así como yo le decía Ómama, cientos de personas (sí, somos cientos) le decían Tante Nusha, tía Nusha. Influyó en la educación de tantos que se ganó el nombre de “la morá Wacher”; ¿qué más felicidad que ser parte de la educación y la vida de una comunidad entera?
Ómama creía en los valores que sostienen al pueblo judío: el estudio de la Torá, la llegada del Mashíaj y la eternidad del pueblo judío, y no dudó en inculcarlos a todos sus alumnos. Su firmeza en la verdad y la justicia guiaron su vida y se convirtieron en legado para las generaciones futuras.
Su corazón latía en sintonía con Israel. Siempre pendiente del Estado de Israel, Ómama demostró su amor y compromiso mediante diferentes acciones que fortalecieron la conexión con la tierra prometida. Su sionismo era un faro que iluminaba su vida y la de quienes la rodeaban.
Los recuerdos de la Shoá nunca fueron un lastre en la vida de Ómama; más bien los utilizó como una fuente de fortaleza. Nunca se quedó llorando por el pasado; al contrario, lo utilizó como gasolina para impulsar su crecimiento y educar a la familia. Su resiliencia inspiradora dejó una huella imborrable.
Me gustaría volver a caminar por Hebraica, agarrados del brazo, oyéndote mientras cuentas historias y que nos paren cada dos pasos para saludarte. Hoy, mientras recordamos a Ómama, caminemos juntos una última vez agarrados del brazo, compartiendo historias. Que su legado de amor, sabiduría y dedicación perdure en nuestros corazones.
Su enseñanza perdura como una luz eterna, un faro de sabiduría que ilumina nuestros caminos. Z’L
«הוראתה נשמרת כאור נצחי, מצפה לחוכמה המאיר את דרכינו. ז”ל»
1 Comment
Que hermoso, que sea un nieto el que exprese con tanto sincero cariño, todos los sentimientos hacia su abuela.
Significa que hizo un buen trabajo, de inicio a fin, comenzando por los hijos y siguiendo a los nietos.
Hay un dicho que dice que el fruto, no cae lejos del árbol, Seugro que tu Yair, que llevas un nombre hermoso, alumbrarás también, como lo hizo tu abuela, a los que te rodean, y a las futuras generaciones. Kol Hakavod, te felicito