En la tradición judía, cuando un hijo(a) se casa, llevarlo a la jupá es una gran bendición, inclusive le decimos a nuestros amigos con respecto a sus hijos “que los vean en la jupá”.
En términos materiales, para que tengan una idea, la jupá consiste en un manto de tela sostenido por cuatro bases o varas, una en cada punta, debajo del cual se realiza la ceremonia del matrimonio y representa la protección del futuro hogar de la pareja, la luz divina que santifica dicha unión, que los sabios comparan con nubes celestiales que formaron una jupá cuando el pueblo judío recibió la Torá en el Monte Sinai, dada por el creador a Moisés para el pueblo de Israel.
Aun en un momento tan sublime como el matrimonio, al final del acto el novio pisa una copa para rememorar los sufrimientos del pueblo judío, la destrucción del templo de Jerusalén y la fragilidad de la unión que se acaba de concretar, que supone entrega, comprensión, amor, fidelidad y comunicación constante.
En nuestro caso particular, podemos decir que hemos sido bendecidos por haber conducido a la jupá en este 2022 a nuestros hijos Moisés y Micaela en enero, y Katherine y Jaime en diciembre, con una sólida formación en los valores, tradiciones y costumbres de un pueblo que ha mantenido su antorcha encendida por miles de años; porque a pesar de todos los peligros que conllevó, supieron pasar esta antorcha encendida de generación en generación, y es nuestra obligación que esta antorcha nunca se apague.
Es un derecho humano que cada persona pueda practicar su fe y sus creencias, sin más limitación que el respeto a la vida o la dignidad del otro.
Hoy en día, después de milenios de guerras por imponer unas creencias, después de pasar el oscurantismo de la Edad Media y la Inquisición, vemos cómo todavía en diferentes partes del mundo se le imponen condiciones absurdas a la gente por las prácticas radicales de una visión sesgada de unos fanáticos que gobiernan una región, llámense talibanes, que prohíben que las mujeres estudien, trabajen, manejen o algo tan sencillo como que salgan solas a caminar; o los radicales sunitas o chítas que todavía están luchando por la hegemonía en la sucesión del profeta Mahoma, y piensan por ejemplo que Israel debe desaparecer, porque es una nación infiel cuya tierra en algún momento estuvo dominada por el Islam, y debe volver a ser parte del mundo musulmán.
Aprovecho esta columna para desear a mis lectores, amigos y a todos los que compartimos los valores de la solidaridad, la coexistencia y la fraternidad en el respeto por el diferente, que vean a sus hijos en la jupá, entendiendo por ello la compenetración de dos personas que se amen para formar un hogar, una familia como célula fundamental de la sociedad.
Hoy más que nunca es primordial fortalecer la familia, donde la enseñanza de principios éticos y morales proviene del ejemplo de los padres replicado por sus hijos, formando una onda expansiva hacia toda la sociedad en general en búsqueda del bien común.
Que esta última semana de este 2022 estén en compañía de sus familias, amigos o en buena compañía, y que el año que recién se asoma venga cargado de salud y buenas noticias; que una enorme jupá cubra a nuestro planeta, para que tengamos, como siempre digo, “una humanidad más humana”.