Wasteless usa inteligencia artificial para reducir gradualmente el precio de un artículo a medida que se acerca su fecha de vencimiento, minimizando el desperdicio y aumentando las ganancias de los minoristas
Brian Blum*
En la película de culto de ciencia ficción La magnífica aventura de Bill y Ted, los protagonistas viajeros en el tiempo tienen la misión de escribir una canción para unir al mundo y salvar a la humanidad.
En la realidad, el emprendedor tecnológico Oded Omer de Israel puede haber tenido la misma misión en mente cuando inició una carrera musical. Es que este virtuoso bajista de Holón recibió una beca para estudiar música en el Berklee College of Music de Boston, e incluso actuó en todo Israel.
Pero a pesar de su éxito, finalmente se convirtió en un emprendedor serial con un título en ingeniería por la Universidad de Tel Aviv y una maestría en Administración de Negocios del Instituto de Tecnología de Holón.
La pasión de Omer por hacer del mundo un lugar mejor finalmente se enfocó en cómo el desperdicio de alimentos afecta el cambio climático. Resulta que este desperdicio es la tercera causa —la primera es la refrigeración y la segunda los combustibles fósiles— de la emisión de gases de efecto invernadero, y un tercio de todos los alimentos producidos a nivel mundial nunca llegan a consumirse.
Cuanto más se acerca el pescado a su fecha de vencimiento menos le cuesta a los clientes
Un ejemplo: a una cadena minorista mediana con 30.000 millones de dólares en ventas anuales, el desperdicio de alimentos le cuesta unos 900 millones de dólares anuales. Para un minorista con 70 mil millones en ventas, el monto de lo que se desecha es de 1400 millones de dólares. Omer calcula que en la Unión Europea entre el 2,5 y el 4% del volumen de negocios anual de un minorista se tira, literalmente, a la basura. En Estados Unidos, dice el empresario, ese índice alcanza el 5%.
La pregunta es qué ocurriría si la tecnología pudiera reducir el desperdicio de alimentos en un 30% o más. Con el uso de inteligencia artificial de última generación, ese valor podría aumentar en hasta un 80%, y a la vez, incrementar los ingresos en un promedio del 6%.
La última creación de Omer es Wasteless, que podría componer una “canción” para unir al mundo
El software de Wasteless actualiza las etiquetas electrónicas para estantes (códigos de barras ESL), para que el precio se modifique de acuerdo con la fecha de vencimiento de un producto.
“Estaba parado frente a un estante de queso cottage y pensé que no tenía sentido pagar el mismo precio por un pote que vencía en dos días en comparación con uno que caducaría en una semana”, cuenta Omer.
Así, la idea de Wasteless es que el precio se reduzca poco a poco a medida que se acerca la fecha de caducidad. “Digamos que una tienda tiene diez paquetes de muslos de pollo. Podrían vender siete y tirar tres. El último día, pueden ofrecer una rebaja del 40%. Bien, nosotros decimos que no, que sería mejor empezar con un descuento del 2% unos seis días antes de la fecha de vencimiento. Luego dejarlo caer otro 7%, y finalmente un 11%. De ese modo, nunca se alcanzará el 40%el último día. El producto se venderá mucho antes de su fecha de vencimiento”, explica el emprendedor.
Los alimentos preparados como las ensaladas son ideales para aplicar el sistema Wasteless
Un alimento procesado con una fecha de vencimiento larga no sería buen candidato para la reducción dinámica de su precio, pero para productos como carne fresca, pescado, lácteos o ensaladas preparadas, Wasteless es ideal.
En ese sentido, Omer afirma que las pruebas con un minorista en España dieron como resultado una disminución del 32,75% en los residuos combinados, con un aumento en los ingresos del 6,3%. Y que al elegir entre un producto con descuento con una fecha de vencimiento más corta y el mismo artículo con una fecha de vencimiento más larga, dos tercios de los consumidores elegirán la opción con descuento.
“Necesitamos hallar el punto común entre dos funciones matemáticas: dar incentivos al consumidor para que compre, sin dañar el flujo de ingresos del minorista”, indica.
¿Cómo sabe Wasteless cuándo vencerá un producto y qué precio asignarle a medida que pasa el tiempo? Es allí donde entra la inteligencia artificial, que rastrea cómo los consumidores responden a los precios dinámicos para que un minorista pueda encontrar el descuento perfecto.
Si un artículo ofrece una rebaja del 10% durante dos días y no se vende, el algoritmo hará descuentos más altos hasta que el producto comience a moverse. Y así comenzará a aprender.
Las etiquetas electrónicas de los estantes muestran el precio original y la rebaja, para que los consumidores puedan ver cuánto ahorran. Los precios se actualizan no más de dos a cuatro veces al día, para evitar confundir a los clientes. Y los cambios automatizados eliminan una tarea normalmente laboriosa para los trabajadores de los supermercados: la temida remarcación.
Wasteless puede aplicarse a cualquier comercio con un código de barras de 13 dígitos que incluye la fecha de vencimiento. Este tipo de sistema de lectura se ha vuelto más común en EEUU. El proceso es el siguiente: el código de barras se carga en la base de datos de productos de la tienda, que lo vincula con el sistema de los puntos de venta (las cajas registradoras) y las etiquetas electrónicas de los estantyes, que se conectan con Bluetooth.
Pero, ¿qué ocurre con los que hacen compras en línea? ¿Cómo pueden ver la actualización dinámica de las etiquetas electrónicas? Wasteless tiene una aplicación para teléfonos móviles que modifica los precios a medida que estos tienen rebajas.
Los clientes pueden ver el precio original y el rebajado.
El concepto de los precios dinámicos provino de otra startup en la que trabajó Omer: Weissbeerger, donde se desempeñó como director de tecnología.
Esa compañía conecta monitores a los grifos de cerveza, para analizar la cantidad de alcohol que se sirve en un bar o restaurante con el fin de tener un informe preciso de lo que se paga por lo que bebe. Incluso es posible colocar un dispensador Weissbeerger en la mesa del cliente, y así eliminar la necesidad de interacción con el personal.
En 2018, Weissbeerger fue vendida a Anheuser-Busch InBev por 80 millones de dólares. “Estaba muy feliz, pero decidí no quedarme después de la venta porque yo quería abrir otra compañía”, cuenta Omer.
Esa empresa, claro está, es Wasteless. Con sede en Tel Aviv, ya recaudó unos 23 millones de shékels (USD 7 millones). Además de su casa central, la compañía tiene oficinas en Ámsterdam y San Diego, donde se lleva a cabo parte de la investigación y desarrollo.
Omer reconoció que, mientras hacía unas compras en California, algo haría con el tema de los precios, porque allí notó que los mariscos se rebajaban en hasta un 60% a medida que se acercaba la fecha de vencimiento. “¿Cuántos de estos venderá?”, le preguntó al pescadero. “Ninguno. Tiraremos todo esto a la basura”, le respondió el empleado.
El primer despliegue comercial de Wasteless tuvo lugar en 2019 en una cadena de supermercados de Italia, la cual no solo redujo el desperdicio en casi un 40%, sino que los ingresos aumentaron en la misma cantidad. “Es una locura en una industria que disfruta de márgenes de apenas 1%”, dice el emprendedor.
Los consumidores también pueden obtener beneficios de los precios dinámicos en sus teléfonos móviles
Hoy, Wasteless tiene cuatro clientes fuertes, incluida la cadena europea Metro, que acaba de lanzar el servicio en sus tiendas Makro en Polonia. “En 2016 nos comprometimos a reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2025 en nuestras propias operaciones”, asegura Veronika Pountcheva, directora global de responsabilidad corporativa de Metro AG.
Wasteless también trabaja con NX-Food, una incubadora de tecnología alimentaria, y la plataforma de innovación alimentaria EIT Food, para ofrecer su sistema a minoristas europeos.
Si bien su trabajo lo tiene muy ocupado, Omer encuentra tiempo para tocar el bajo. “Cada pocos días tenemos sesiones de improvisación. Todos los músicos que vienen son también emprendedores. Mi socio en Wasteless toca la guitarra, nuestro jefe científico es pianista, y así. Tocamos de todo: rock, pop, garage…”.
Con todo sobre la mesa, lo único que necesita Omer es escribir la canción —o programar el software— que una al mundo y salve a la humanidad. Bill y Ted se lo agradecerán.
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*Periodista y escritor israelí.
Fuente: israel21c.
Versión NMI.
Fotos: Wasteless.