«Estos son las fechas de Dios que llaman a la santidad, los cuales llamarán ustedes en sus fechas” (23, 4)
Explica el Jidushé HaRim, ZT”L: “Las festividades de nuestro calendario son denominadas ‘llamados a la santidad’ por cuanto ellas llaman e invitan a que la persona se santifique». Al respecto, la Torá señala unos versículos más adelante: “Los llamados a la santidad serán para ustedes” (23,7). Es decir, también en lo referente a su persona, a su “ustedes”, estas fechas los invitarán y aproximarán al marco de la elevación espiritual.
Si observamos detenidamente, todas las fechas sagradas del año hebreo a excepción de Yom Kipur vienen acompañadas de abundante comida y bebida. Inclusive en Rosh HaShaná, comienzo del año y día del Gran Juicio, tenemos la obligación de invertir en ropa nueva, carne y vino, frutos nuevos, etc., que revelen nuestro deseo de comenzar el año con una actitud positiva. Pésaj es la festividad en la que, por lo visto, más se come en todo el año; Sucot tampoco se queda atrás, y en Shavuot, durante dos días nos deleitamos (aquí en la diáspora) con alimentos de leche y también de carne (con su respectiva separación, como lo establece la ley).
¿Acaso alguien estaría pensando en santificarse en medio de las ensaladas, el vino, plato principal y secundario, y los deliciosos postres? ¿A qué se refiere la Torá con el llamado a la santidad?
Dentro del judaísmo la idea es justamente esa: santificar –o llevar a un plano más elevado– todo el mundo físico que nos rodea: la buena alimentación, la bebida, la convivencia con nuestros seres queridos, la alegría, la buena ropa, etc., de manera que entre más elementos físicos agreguemos a estas festividades, más estaríamos cumpliendo con el ideal de la Torá.
Rabí Yerujam HaLeví de Mir, ZT”L, comenta en su libro Daat Toráh UMussar que el principal objetivo del judaísmo es que la persona repare y refine su cuerpo, que éste sea una entidad ética y reaccione no instintivamente sino en modo consciente ante cualquier suceso e imprevisto que le toque enfrentar en la vida. El alma es pura, una partícula del Todopoderoso, pero el cuerpo es burdo, meramente material e impulsivo; debemos atraerlo hacia el ámbito espiritual, el entendimiento y la reflexión.
Tal es el propósito de nuestras más elevadas y santificadas festividades: convocarnos con nuestras familias, nuestros placeres y con nuestra grata apariencia, al acercamiento a Dios, al agradecimiento por todas las bondades que nos ha dado y seguirá dando y, sobre todo, por ser parte de Su pueblo, acercarnos a Su servicio.
Shabat Shalom
Yair Ben Yehuda