Moré David Chocrón
Asistente de rabinos de la Unión Israelita de Caracas
P arashá Shofetim. Leyes justas y adecuadas a las necesidades de una comunidad son una bendición por sí mismas. Pero las mejores leyes no valen el papel sobre el cual están escritas, si no se cumplen.
Hay varios caminos para lograr el cumplimiento de las leyes. El camino ideal es la formación moral del hombre. Eso se consigue al educarlos a tener fe y respeto hacia el Creador. Comienza la parashá: “Con jueces y policías te regalarás a ti mismo, tanto como comunidad como individuo, y continúa en todos tus portones, es decir, en todas tus instancias comunitarias y en forma individual, en todos tus sentidos personales”. Esta parashá coincide siempre con el primer shabat del mes de Elul, que es especialmente propicio para alcanzar los niveles de comprensión que aún están más allá de nosotros.
Nos enseña rabí Najman de Breslev, en Likutei Etzot: “En el momento en que uno logra llevar estos niveles a rango de la propia comprensión, se le presentan entonces nuevos horizontes. De esta manera, uno preparará nuevas vestimentas para su alma y será salvado de todo mal”.
Cuando una persona cumple con una mitzvá (precepto), esta tiene el poder de despertar todos los mundos y acercarlos a Dios, de modo que las bendiciones desciendan sobre ellos. La sabiduría y la visión de la divinidad son la esencia de esta bendición que fluye de los mundos superiores. Cuando esta bendición desciende hacia los mundos inferiores produce un efecto en cada individuo dependiendo de la fuerza de su anhelo por Dios. Aquel que desea desarrollarse espiritualmente debe esforzarse en atraer esta bendición, pero debe cuidar que su visión intelectual esté imbuida de fe.
La bendición espiritual de sabiduría y comprensión que desciende a través del cumplimiento de cada precepto expande los límites del intelecto del hombre hasta hacerlo digno de percibir la luz que se encuentra más allá del nefesh, del rúaj y de la neshamá (tres niveles del alma). Esta es la luz del infinito (Or Ein Sof), que no puede ser percibida mediante la comprensión sino solo a través de la alegría, en el cumplimiento de los preceptos. La misma luz que fue creada el primer día por Elokim.
Solo puede ser “tocada pero no tocada” (Zóhar I, 65a). Todos deben trabajar para verse libres del poder de la fantasía y de la imaginación, y adquirir así verdadera sabiduría. No es bueno dejarnos llevar por nuestros instintos animales o por las imágenes atrayentes que ellos evocan en nuestra mente. Únicamente hay que buscar la sabiduría, que es lo opuesto a este impulso. El poder de este impulso deriva de la facultad de la fantasía y de la imaginación. Los animales tienen esta facultad, de modo que también ellos poseen estos deseos. Tales deseos no son más que la obstinación del corazón, y aquel que va detrás de ellos es como un animal. El hombre debe liberarse de la obstinación y quebrar su corazón de piedra. Debe seguir tras su intelecto. Y aunque haya logrado quebrar la garra de la fantasía y establecido el compromiso de llevar una vida basada en la sabiduría, el intelecto aún se encuentra en estado potencial.
Debe ser actualizado, utilizándolo para pensar profundamente sobre cómo servir a Dios. Luego, alcanzando el nivel de sabiduría más elevado al que un hombre puede aspirar, ganará la vida eterna después de la muerte, pues lo único que queda de una persona luego de su muerte es la sabiduría sagrada que adquirió a través de la Torá y de su devoción.