Y fue Yehudá el escogido por su padre Yaacov para representar a todos sus hermanos en Egipto ante la presencia de Yosef HaTzádik, el virrey.
Yosef es el Tzádik. Hoy en día todas nuestras plegarias llegan al Eterno a través de los tzadikim de cada generación que iluminan espiritual y materialmente a todo nuestro mundo. Hace solo unos días culminamos Janucá y encendimos 36 velas igual al número de tzadikim y de tratados de Talmud Babilónico que existen en el mundo.
Yehudá proviene de la palabra “gracias”. Toda en hebreo y todos nosotros nos despertamos diariamente con la frase “Mode Aní Lefaneja”; mode significa “agradezco”. En duda está el origen judío de cualquiera de nosotros si no somos agradecidos. Ante todo con Hashem y con nuestro entorno. El nombre de Yehudá en hebreo contiene en su escritura cuatro de las letras que componen el nombre de Hashem, que se escribe con las letras Yod, Hei, Vav y Hei, es decir, dentro de la esencia judía está el nombre de Dios que denota misericordia y agradecimiento. Eso es y debe representar aspectos innegables que siempre caracterizan al judío: el ser piadoso y agradecido. Ayudando a los demás también se es agradecido con todas las bondades que nos da Dios. Familia, comunidad, país y mundo se iluminan de aspectos positivos y se transmite así esa luz que ilumina y deja una huella fluorescente permanente en corazones y mentes de todos los involucrados.
Recordemos que lo que nos hace particularmente especiales es el Mode Aní: el ser agradecidos dando, repartiendo y contagiando al mundo del sentido del agradecimiento que reafirmara el positivismo, el desarrollo, la prestancia y un mundo mucho mejor.
Ante todo, para conectarnos con Hashem y con los tzadikim de la generación es obligatorio saber agradecer.
Una luz muy pequeña despeja mucha oscuridad.
Baruj Hashem Leolam Amen Ve Amen!
Moré David Chocrón
moredavidchocron@gmail.com