Comienza con los judíos, pero nunca termina con los judíos
Adam Milstein*
Se ha convertido en una perogrullada que los judíos son el “canario en la mina de carbón” de la historia. En todas las culturas y continentes, donde los judíos han florecido también lo han hecho las sociedades que los rodean. Cuando los judíos se han enfrentado a la persecución y la expulsión, suele ser una señal de fuerzas oscuras que degradarán y, a menudo, destruirán a la sociedad en general.
Los ejemplos de este fenómeno son numerosos y profundos. La era dorada de los logros judíos en España trajo un éxito sin precedentes al reino. Su expulsión resultó en el declive del país. Los judíos fueron fundamentales para la vibrante vida intelectual, artística y económica de Alemania en los siglos XVIII, XIX y XX. El odio malvado e irracional de Hitler no solo diezmó a los judíos europeos, sino que también destruyó a Alemania y decenas de millones de vidas en toda Europa.
Con estas lecciones de historia en mente, ¿cómo deberíamos ver hoy el aumento del antisemitismo en Estados Unidos? ¿Como una realidad inevitable que los judíos han enfrentado desde Abraham, Isaac y Jacob? ¿Como una amenaza específica a nuestra comunidad judeo-estadounidense que tenemos y que luchar por nuestro propio bien? ¿O como un peligro para Estados Unidos y los valores centrales que han sido la base del ascenso de este país?
Son las tres cosas; sin embargo, la más preocupante es la última. Debemos abordar esta lucha, ante todo, como estadounidenses preocupados por la forma en que el antisemitismo refleja peligros más amplios para nuestra forma de vida.
Marcha pro-palestina de los “socialistas democráticos de Estados Unidos” en Nueva York en 2016, con la infaltable alusión al “apartheid” de Israel y llamando a la “intifada», es decir a la violencia y el terrorismo
(Foto: Pacific Press)
Los cuatro principales impulsores del antisemitismo en Estados Unidos (la derecha radical, la izquierda radical, los musulmanes radicales y los supremacistas negros, como Louis Farrakhan) también odian a Estados Unidos. Estos grupos y sus seguidores buscan socavar los valores fundamentales de libertad de expresión, democracia, derechos individuales, igualdad y pluralismo religioso. Y todos ven a los judíos, que durante mucho tiempo han defendido estos valores, como presa fácil. Somos un objetivo útil en su lucha más grande de cambiar a Estados Unidos hasta hacerlo irreconocible, en línea con sus ideologías extremas.
Si bien el odio a los judíos por parte de los supremacistas negros es un fenómeno estadounidense reciente, la derecha radical, la izquierda radical y los musulmanes radicales han odiado a los judíos durante cientos o hasta miles de años, cada uno de ellos promoviendo su propia versión del antisemitismo clásico, que resultó en libelos de sangre, pogromos, masacres y el Holocausto.
Después de la Shoá, el antisemitismo fue políticamente incorrecto en Estados Unidos durante unos 30 años, pero un nuevo tipo de antisemitismo comenzó a originarse en el izquierdismo universitario de la década de 1960, justo después de la milagrosa victoria de Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967 y la nueva alianza militar que formó con Estados Unidos, que trasformó al Estado judío, en las mentes izquierdistas, de un David luchando contra Goliat en un imperialista occidental y dominador colonialista.
Desde el momento en que Israel se convirtió en “Goliat” y aliado de Estados Unidos, la izquierda también ha odiado a Israel por su parecido con Estados Unidos.
En la década de 1970, los movimientos de la izquierda radical comenzaron a formar alianzas con grupos musulmanes extremistas, porque ambos se posicionaron como luchadores contra los valores occidentales y el imperialismo.
A pesar de que, naturalmente, están completamente desalineados en sus sistemas de creencias e ideologías, esta asociación estratégica conocida como alianza rojo-verde o islamo-izquierdista se basa en principios antioccidentales, antiestadounidenses y antisionistas. Si bien surgió en Europa y el Medio Oriente, esta alianza se consolidó en Estados Unidos en la década de 1980, principalmente en instituciones de educación superior.
La Teoría Crítica de la Raza (CRT por sus siglas en inglés), arraigada en el marxismo, comenzó a formarse casi al mismo tiempo, y afirma que los blancos son inherente e irremediablemente racistas y se benefician de varias “estructuras de poder” sistemáticamente racistas.
Siendo los judíos estadounidenses incapaces de montar una defensa eficaz debido a nuestro pequeño número, nuestra división y aversión al conflicto, se abrió una compuerta para que el BDS se incorporara a las ideologías radicales de izquierda, normalizando el antisemitismo como parte integral del antiamericanismo. El antisemitismo es ahora parte de las ideologías radicales de izquierda
Las organizaciones alineadas con la CRT comenzaron a impulsar esfuerzos para erosionar los principios fundamentales que hacen que nuestro país sea excepcional, reemplazando el compromiso de Estados Unidos con los derechos individuales y la igualdad, la meritocracia, el estado de derecho, la tolerancia, el pluralismo, el debido proceso, la libertad de expresión y el capitalismo de libre mercado, con políticas centradas en un mundo racializado y violento, inmerso en teorías de conspiración y polarización política.
Como nuevos compañeros de cama, la alianza islamo-izquierdista unió fuerzas para promover ideologías radicales en Estados Unidos, incluida la Teoría Crítica de la Raza y la “interseccionalidad”, que argumenta que los grupos marginados y oprimidos deben unirse para luchar contra los opresores, entre los que incluyen a Israel y los judíos.
El auge moderno del antisemitismo, también conocido como Nuevo Antisemitismo, comenzó a principios del siglo XXI con el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). Con la alianza islamo-izquierdista en sus bases, el BDS, con su agenda de demonización del pueblo judío y destrucción del Estado de Israel, pasó rápidamente de los márgenes de nuestra sociedad a la corriente principal. Las organizaciones de la sociedad civil, las universidades estadounidenses y los políticos de extrema izquierda vendrían a respaldar la ideología del BDS.
Detrás del BDS siempre ha existido un odio ardiente hacia Estados Unidos, su excepcional carácter liberal democrático y capitalista, y su influencia mundial, razón por la cual ha sido adoptado por la extrema izquierda y los musulmanes radicales.
Siendo los judíos estadounidenses incapaces de montar una defensa eficaz debido a nuestro pequeño número, nuestra división y aversión al conflicto, se abrió una compuerta para que el BDS se incorporara a las ideologías radicales de izquierda, a medida que han ganado popularidad en los últimos veinte años, normalizando el antisemitismo como parte integral del antiamericanismo. El antisemitismo es ahora parte de las ideologías radicales de izquierda.
BDS y CRT están hoy íntimamente entrelazados a través de la teoría de la «interseccionalidad», y se están implementando agresivamente en los centros de trabajo y estudio a través de políticas adyacentes como DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión) y los currículos de Estudios Étnicos. Los estadounidenses, desde una edad cada vez más temprana, están siendo adoctrinados para ver a Estados Unidos como un país intrínsecamente malvado que debe ser totalmente rehecho de acuerdo con los estándares racializados y socialistas woke (“despiertos”).
Aunque los judíos son un objetivo principal de estos grupos, la lucha no es realmente solo contra nosotros: el objetivo final siempre ha sido Estados Unidos.
Los judíos estadounidenses necesitan crear alianzas con otros estadounidenses enfocados en ayudar a comprender que el antisemitismo que difunden BDS, CRT, Estudios Étnicos y DEI son, ante todo, una amenaza para nuestros valores fundamentales. Están en juego nada menos que el futuro de Estados Unidos y de la comunidad judía estadounidense.
*Figura pública y filántropo israelí-estadounidense.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.