Efraim Inbar*
El primer ministro Rabin insistió en fronteras defendibles. Nunca consideró un regreso a las fronteras de 1967 ni ningún intercambio territorial
El primer ministro y ministro de Defensa, Itzjak Rabin, fue asesinado hace 25 años por un fanático judío, porque buscaba la paz con los palestinos basándose en la partición de la Tierra de Israel (lo que se conoce como el proceso de Oslo). Cada año, en el aniversario de esta tragedia, se debate el legado político de Rabin.
Muy pocos niegan el hecho de que, en general, el proceso de Oslo fue un fracaso, porque el movimiento nacional palestino no estaba (y aún no está) maduro para un compromiso histórico con el movimiento sionista. Hay pruebas de que Rabin también se dio cuenta de esto antes de ser asesinado. Rabin se mostró escéptico del proceso de Oslo desde el principio, y proyectó una creciente ambivalencia. Estaba considerando poner fin al proceso. Sin embargo, el fiasco de Oslo fue su responsabilidad.
En retrospectiva, quizá no había otra forma de llevar ampliamente a los líderes israelíes y al público israelí a la conclusión de que Israel no tenía ningún socio palestino para la paz, excepto pagar con sangre en el camino.
Una mirada de cerca a los puntos de vista centrales de Rabin, diplomáticos y de defensa, más allá de Oslo, le hace más justicia al extinto primer ministro. Vale la pena recordar que nunca vaciló en su cosmovisión acerca de lo vital de la seguridad nacional israelí.
Rabin estaba listo para la partición de la Ribera Occidental (Cisjordania), que era la posición sionista clásica, pero insistió en fronteras defendibles para Israel. Nunca contempló un regreso a las fronteras de 1967 ni ningún intercambio territorial. En su último discurso ante la Knesset (5 de octubre de 1995), esbozó su mapa preferido. La frontera oriental defendible de Israel sería el Valle del Jordán («en el sentido más amplio»). Las áreas alrededor de una Jerusalén unida debían incluirse en Israel. Habló de una «entidad» palestina (que dijo que «sería menos que un Estado») para manejar los asuntos de los palestinos.
Estas formulaciones estaban (y permanecen) en sintonía con el consenso israelí, y se citan en el plan de paz de la administración estadounidense de este año (el «Plan Trump»). De hecho, la actitud cautelosa y escéptica de Rabin hacia la política de paz es un correctivo necesario para algunos de los pensamientos eufóricos que se exhiben en Israel estos días. Rabin a menudo recordaba al público que Israel se encuentra en el Medio Oriente, donde los tratados de paz generalmente son un fenómeno temporal, en el mejor de los casos.
Rabin también creía que Israel tendría que vivir por la espada durante muchos años. Por lo tanto, insistió en que los grandes desembolsos en defensa eran obligatorios incluso después de la firma de los tratados de paz. Según Rabin, el poder militar israelí era una condición necesaria para garantizar la preservación de los tratados con los vecinos en un Medio Oriente turbulento. Esta visión sigue siendo muy relevante en la actualidad.
De hecho, varios aspectos de la compleja personalidad de Rabin se han convertido en focos de identificación para diferentes tipos de israelíes. ¡Los rasgos personales de Rabin eran admirables! Fue un patriota israelí que dedicó desinteresadamente su vida a la seguridad del Estado judío. Tenía una mente analítica impresionante. Era un israelí honesto, que decía lo que pensaba sin barnices.
Algunas de las opiniones de Rabin cambiaron con el tiempo, pero la centralidad de la seguridad nacional para Israel se mantuvo básicamente sin cambios. Este es el mejor prisma para comprender a Itzjak Rabin. Para la mayoría de los israelíes, Rabin representó al “Señor Seguridad”, definitivamente no “Señor Democracia” o “Señor Paz”, como algunos en Israel han tratado de retratarlo.
Los logros de Rabin en el ámbito de la seguridad nacional fueron notables. Como jefe de Estado Mayor convirtió las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en una poderosa maquinaria militar, y las condujo a la victoria en 1967, incluida la liberación de Jerusalén. Como primer ministro, ayudó a reconstruir las FDI en el período posterior a 1973. Como ministro de Defensa sacó a Israel del atolladero libanés en 1985. Se las arregló para luchar tenazmente contra la intifada sin dejar demasiadas cicatrices en las FDI y en la sociedad israelí. En 1994 llegó a un tratado de paz con el Reino de Jordania.
El asesino privó a Rabin de la oportunidad de enfrentarse al fracaso del proceso de Oslo; un proceso que Rabin no inició, pero que respaldó con orgullo.
La mitología sobre Rabin todavía está en proceso. A medida que pasa el tiempo debemos tratar de recordar no solo sus debilidades y fracasos, sino también sus grandes logros.
*Profesor de Estudios Políticos en la Universidad de Bar Ilán. Director fundador del Centro Beguin-Sadat de Estudios Estratégicos (BESA Center).
Fuente: Aurora.
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