Pablo Sklarevich
Resulta paradójico que la coalición del gobierno del primer ministro, Benjamín Netanyahu, esté en uno de sus peores momentos con la más estrecha mayoría de diputados en la Knesset (61 contra 59), y el primer mandatario enfrente una amenaza de procesamiento por supuestos cargos de corrupción, cuando al mismo tiempo, la posición internacional del país es cada vez más fuerte.
Mientras en el horizonte se divisa un probable adelanta de las elecciones, originalmente programadas para el 5 de noviembre de 2019, Israel acaba de firmar un estratégico acuerdo con Chipre, Grecia e Italia para la construcción de un gasoducto que llevará gas israelí a Europa.
Entre tanto, los palestinos continúan profundamente divididos. Hamás, a imagen de semejanza de Hezbolá en el Líbano, busca conseguir la disuasión militar frente Israel. Se trata de una apuesta que podría llevar al grupo terrorista islámico al borde del abismo.
Paralelamente, el ex ministro de Defensa, Moshé Yaalón, reveló lo que todos saben: que las amenazas de la Autoridad Palestina de suspender la coordinación en materia de seguridad con Israel son fútiles, porque las Fuerzas de Defensa de Israel en Cisjordania (Judea y Samaria) son fundamentales para reprimir a los militantes islamistas de Hamás que, de otra manera, matarían o echarían sencillamente a los líderes de Ramala, de la misma forma como lo hicieron en 2007 cuando los expulsaron de la Franja durante la Batalla de Gaza.
De hecho, los dirigentes palestinos observan con preocupación e impotencia el deshielo de las relaciones entre Israel y el mundo árabe e islámico, y temen que se trate de un tsunami diplomático que los deje en una posición aún más deteriorada.
Por lo pronto, el primer ministro ha prometido que su visita al sultán Qabus bin Said al Said en Omán, y el sorpresivo arribo del presidente de Chad, Idriss Déby, a Jerusalén, son apenas el aperitivo o un adelanto del desarrollo inminente de los vínculos diplomáticos del Estado judío en la región.
Como si fuera poco, la cálida visita del presidente checo Milos Zeman recuerda que Netanyahu logró imponer una cuña en la Unión Europea, y el viejo continente está fuertemente dividido, con una Europa Oriental y los Países Bálticos en gran sintonía con Israel.