El líder del Likud optó por palabras conciliadoras y apunta a la moderación, ¿pero cómo lo logrará con Ben Gvir y Maoz en la coalición? El desafío de cumplir con su electorado y al mismo tiempo calmar a medio país que teme por lo que vendrá
Moran Azulay*
Durante toda la jornada electoral, en el círculo íntimo de Netanyahu reinaron la tranquilidad y el optimismo sobre el rumbo de la votación, sobre la base de los datos de una gran asistencia de votantes en localidades identificadas con el Likud.
Pero cuando se comenzaron a difundir los resultados y Netanyahu vio que su bloque cruzaba la barrera de los 61 escaños simplemente con el Likud, los ortodoxos y un partido cuyo líder creció al margen de la sociedad por su ideología extremista —que en el próximo gobierno de Netanyahu será parte del mainstream—, en el Likud no tardaron mucho n darse cuenta de que la misión había sido demasiado exitosa.
Por supuesto que Netanyahu buscaba un gobierno de 61 mandatos o más, pero el asombro y el miedo existen. Probablemente esta fue la razón de un discurso triunfal relativamente conciliador, en el que llamó a bajar las llamas y hacer las paces.
Líderes del bloque pro-Bibi que entran a la Knesset: Moshe Gafni, Itzkjak Goldknopf, Itamar Ben Gvir, Bezalel Smotrich, Arie Deri y Netanyahu. Varias de estas figuras inspiran preocupación por sus posiciones extremas
(Foto: AFP)
Netanyahu entiende que el próximo gobierno dará forma a su legado final: determinará cómo será recordado por las dos partes de una sociedad que hoy está dividida alrededor de su figura. Sus asesores más cercanos y los parlamentarios más jóvenes del Likud están bien informados sobre el estado de ánimo de sus opositores políticos. En las cafeterías de Tel Aviv, y ni hablar de las redes, no se trasmite solo una atmósfera de derrotismo sino también de miedo.
El humor negro sobre camiones y trenes trasladando a izquierdistas y personas del colectivo LGBT fuera de las fronteras de Israel es, obviamente, una exageración; pero representa un sentimiento y una mentalidad. Netanyahu y sus allegados escuchan esas voces, que probablemente intenten convencerlo de profundizar su espíritu de reconciliación.
Los futuros socios de la coalición ya están minando ese camino. El jueves Avi Maoz, parlamentario electo por la lista del Sionismo Religioso y presidente del partido Noam, habló en la radio sobre una eventual cancelación de los desfiles del orgullo LGBT. En el Likud no se pronunciaron públicamente contra él, pero rápidamente buscaron tranquilizarlo: “Maoz y los de su calaña son personas que todavía no saben de política, no tienen idea de cómo funciona el sistema”, dijeron.
A Netanyahu le espera un desafío difícil. En medio de la escalada de violencia en Judea y Samaria, con el problema iraní merodeando y Hezbolá siempre cerca, deberá maniobrar entre un gobierno religioso y ortodoxo, de línea dura, en parte radical y en parte carente de corrección política, y su deseo de calmar los ánimos.
No será fácil lidiar con el flanqueo por la derecha de Itamar Ben Gvir. Pero aun sin él, tendrá que dar a la sociedad que lo eligió un gobierno de derecha, acorde al resultado electoral. ¿Cómo se combina esto con la moderación, la reconciliación y el objetivo de dejar un legado de líder histórico?
En cuanto logre formar la coalición, se espera que el siguiente paso de Netanyahu sea tratar de expandir el gobierno con liberales de derecha que lo apoyen a cambio de cargos apropiados. El objetivo será darle al gobierno un tono menos extremo. En la mira están Shareen Haskel y Zeev Elkin, de Hamajané Hamamlajtí, pero los más soñadores también hablan de sumar a Benny Gantz, Hili Tropper y Matan Kahana, figuras de derecha con indicadores de opinión muy positivos en la sociedad israelí.
No está claro cuántas ganas tendrán estas personas de producir un efecto purificador para este gobierno. Pero Netanyahu lo intentará. Frente a una oposición débil y dividida, no tiene nada que perder.
*Periodista.
Fuente: Ynet.
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