El béisbol siempre ha sido la pasión nacional del pueblo venezolano, y por supuesto en todo deporte que se precie existen las grandes rivalidades.
En Venezuela un partido Caracas-Magallanes despertaba todo tipo de emociones, incluso los jugadores importados declaraban que nunca habían visto un estadio de bote en bote, con una fanaticada tan entregada a su divisa.
También surgió la rivalidad moderna entre La Guaira y Caracas; recuerdo que mis pobres amigos del liceo que tuvieron la brillante idea de sumarse a los fans de los Tiburones nunca saborearon las mieles del éxito, o en muy pocas ocasiones, las últimas temporadas, inclusive con Oswaldo Guillén como mánager siempre llegaban detrás de la ambulancia.
Recuerdo que en el trasporte escolar, cuando nos recogían por las casas en aquella época a finales de los 60 (se me cayó la cédula), bueno, el fanático del equipo que perdía la noche anterior tenía prácticamente que esconderse o envalentonarse ante las mofas de los vencedores, siempre una discutidera con el Negro y el Pollo, aun cuando no se quedaban atrás Samuca, Piolín, Zafrani, Pilman y Franco, que conformaban esa pléyade de guaireños convertidos de tiburones a sardinas.
Cómo no recordar en nuestros años mozos, principios de los 70, nuestra propia rivalidad en los terrenos de béisbol de Hebraica, cuando tuvimos un campeonato súper emocionante con equipos competitivos como los Bravos, Metropolitanos, Vikingos, Hot Dogs, Pilotos, y nosotros jugábamos para los Astros.
(Foto: Liga Venezolana de Béisbol Profesional)
Yendo al mejor béisbol del mundo, la última temporada y la que está en curso han sido de gran emoción para los que seguimos día a día las incidencias de este deporte, sobre todo por la extraordinaria actuación de mi tocayo Miguelito Cabrera, Miggy como le dicen en EEUU, dándose por descontado su ingreso al Salón de la Fama 5 años después de su retiro; la única incógnita es si será por unanimidad, o saldrá algún Juan Vené por ahí a no darle su voto.
Al tocayo lo seguimos turno a turno, cada hit, cada base por bola, bueno cada turno lo disfrutamos mucho, en este momento tiene el primer slump de la temporada, lleva en los últimos juegos de 17-1, pero claro, era de esperarse que el nivel ofensivo que traía hasta hace nada, para su edad de 39 años, decayera en algún momento.
Igual, con este bache que esperamos pase pronto, sus números son más que sobresalientes, justamente ese batazo de sus últimos 17 turnos fue su doble 605, con el cual empató con Paul Wagner y Paul Molitor en el puesto 15 de todos los tiempos, y con la empujada que trajo a la goma con ese doble igualó a Ken Griffey Jr. en el puesto 15 de todos los tiempos en reglón de empujadas.
Imagínense, todavía al tocayo le queda temporada y media de contrato, y desde ya tiene números astronómicos, por lo que se estima que al finalizar su contrato esté entre los primeros de todas las categorías ofensivas en el Big Show.
Sin lugar a dudas, los venezolanos en las grandes ligas son la mejor expresión de lo que somos capaces.
Hace unos años se me acercaron al escritorio jurídico los representantes del tocayo, con la idea de fabricar un chocolate que llevaría por nombre “Miggy”, por lo que ante esa interesante iniciativa los llevé para la fábrica de Chocolates St. Moritz, que maneja el que le decimos súper niño, Howard Epelbaum, apodo derivado de su tamaño con relación a la fuerza de sus batazos, al igual que nuestro AstroBoy, el gigante José Altuve. Bueno, siguiendo el cuento, previa coordinación entre todos los involucrados hicimos la excursión por todos los rincones de la fábrica a ver si coincidíamos en esa idea de una golosina denominada “Miggy”, lamentablemente por diversas circunstancias no se pudo concretar la propuesta.
Ante los graves hechos que está atravesando la humanidad, derivados de una pandemia que no da tregua, de una guerra absurda que a todos nos ha impactado, el aumento del costo del gas, los combustibles, los alimentos, etc; la actuación del tocayo y del resto de los nuestros, que no mencionaré porque son muchos destacadísimos, es un bálsamo para nuestra cotidianidad; y qué mejor dato, que para el Juego de las Estrellas del próximo 19 de los corrientes, ocho de los nuestros estarán viendo acción entre la Liga Americana y la Liga Nacional, así como dos jugadores de ascendencia judía: Joc Pederson de los Gigantes de San Francisco y Max Fried de los Bravos de Atlanta. Y como dije en un artículo anterior, tengo la esperanza de que el deporte sea el salvador de la humanidad.