Este año se cumplirán 40 del fallecimiento de mi tío-abuelo Bernardo Zinguer Yazlovichi (Zingher en rumano). Un hombre bondadoso, a quien mi sobrino Bernardo José Zinguer Parra y quien les escribe, Bernardo José Zinguer Delgado, le debemos nuestro nombre, en razón de que en la cultura judía asquenazí es costumbre que se repitan los nombres de los ancestros como una forma de honrar su memoria.
N ació el 7 de marzo de 1909, 14 de Adar de 5669 según el calendario hebreo, en Nova Sulita (Noveselitz-Novoselytsia), cuyo significado es “pueblo nuevo”, ubicado en lo que era el distrito de Hotin, provincia de Besarabia, Rumania; hoy esta población pertenece a Ucrania.
Llegó a Venezuela, específicamente a San Cristóbal del Táchira, a mediados de la década de 1930, siguiendo los pasos de otros familiares. Sus planes eran claros: reunir dinero para traer a su prometida y formar un hogar en esta “Tierra de gracia”, y así dejar un país devastado por una altísima inflación, escasez, y con la Segunda Guerra Mundial tocando la puerta. A ello se añadía el yugo del antisemitismo, que ya había causado grandes pogromos en esa región desde comienzos del siglo XIX. Pero la desgracia llegó a su vida, truncando sus sueños, al enterarse de que su prometida fue asesinada en la Shoá (Holocausto). Esto lo afectó de tal manera que decidió nunca casarse. Por siempre mantuvo la foto del amor de su vida encima de un reloj de madera en su habitación.
Mis hermanos mayores lo recuerdan como un hombre cariñoso, consentidor, quien asumió para ellos el rol de abuelo. Disfrutaba contándoles anécdotas y regalándoles golosinas.
Al final de su vida lo acompañaba un fiel perro collie, al que llamó Irgún en honor a las milicias que lucharon en Israel durante el Mandato Británico, y al que acostumbraba dar como cena pan de acema con leche, aperitivo típico de estas tierras andinas.
El tío Bernardo falleció el 8 de septiembre de 1976, a los 67 años, a causa de un cáncer en el hígado. Durante el velatorio, Irgún lo lloró igual que sus familiares y amigos. Luego del entierro se metió debajo de un mueble y se negó a ingerir alimentos, a pesar de los esfuerzos que hicimos; al poco tiempo murió.
Bernardo Zinguer