Rabino Chaim Raitport
En parashat Sheminí se habla de las leyes que deben cumplir los animales para que sean kosher. Leemos que hay dos signos que identifican a los animales terrestres que son kosher: tener pezuñas hendidas y ser rumiantes (masticar por segunda vez, regresando a la boca, el alimento que ya estuvo en el estómago).
Los animales domésticos comunes que ingerimos son el ganado vacuno, ovejas y cabras. Sin embargo, no muchos saben que una cantidad de animales salvajes son kosher. Entre ellos todo tipo de ciervos, antílopes, alces, búfalos, bisontes, ñúes, jirafas y más. Todos ellos son herbívoros, ninguno de ellos caza a su presa. Estos animales no tienen dientes superiores y mastican su comida de lado a lado.
¿Por qué Dios prohibió otros animales? Una explicación, dada por el Ramban, es que lo que uno come se vuelve parte de su ser. Afecta no solo a su físico sino también su personalidad. Dado que los animales de presa tienen rasgos negativos, Dios no quiso que nos alimentáramos de ellos, no sea que absorbamos esos rasgos negativos. De esto se entiende que las características positivas están conectadas de alguna manera con las pezuñas hendidas y con rumiar. Dios quiere que tengamos esos rasgos, lo que significa que, de alguna manera, también deberíamos tener «pezuñas hendidas y rumiar».
Hay una discusión con respecto a los animales kosher: ¿Son estos animales intrínsecamente kosher y las características kosher simplemente nos ayudan a identificarlos, o solo son kosher debido a las cualidades que poseen? Parece que de acuerdo al versículo que reza «porque son rumiantes», se deduce que la característica kosher es lo que hace que el animal sea kosher.
Pero incluso si este no fuera el caso, el hecho de que Dios nos diera estas señales para diferenciar entre animales kosher y no kosher significa que podemos aprender de ellos si nuestro yo interno está actuando de una manera kosher o no.
La parte animal de nosotros podría estar actuando de una manera no kosher. Incluso si seguimos los preceptos indicados para cumplir lo expresado en la Torá, podríamos estar actuando de una manera no kosher. Una persona puede dañar a otras y hacer su vida miserable, mientras que técnicamente cumple con la ley. Lo mismo se aplica a la Torá. Uno puede cumplir la letra de la ley pero al mismo tiempo no ser una buena persona. Ello no es kosher.
Veamos qué podemos aprender de los signos kosher, que actuarán como una prueba de fuego para demostrar si somos o no kosher.
Los animales, como los humanos, tienen sus cabezas y corazones separados del suelo. Solo sus piernas tocan el suelo, e incluso ellas están separadas del mismo por cascos. Esto significa que no debemos tener nuestras facultades superiores, es decir, nuestras cabezas y corazones (pensamientos y emociones) dedicados exclusivamente a actividades terrenales; deberíamos usar nuestras facultades de acción inferiores (brazos y piernas) para ayudarnos en nuestras esas actividades. Incluso deberían tener una separación (un casco), es decir, solo lo necesario.
Los cascos deben estar divididos, lo que significa que incluso en nuestras actividades terrenales Dios debería poder impregnarlos, haciendo que lo físico sea divino.
La ley es que los cascos tienen que estar divididos por completo. Cuando un animal kosher camina, cada paso se conecta al suelo con el lado derecho e izquierdo de la pezuña. Cuando tratamos los asuntos terrenales, siempre debemos tener el equilibrio de acercarnos al bien con la derecha y empujar lo malo con la izquierda. Tiene que haber una voluntad constante para mantenernos en el camino correcto, no desviarnos hacia la derecha o hacia la izquierda.
Esto es especialmente importante cuando se hace un esfuerzo para acercar a alguien a Dios. Algunos, con amables intenciones, cometen el error de diluir el judaísmo con la esperanza de que ello involucre a sus semejantes. Esto es incorrecto, porque es una pendiente resbaladiza y, finalmente, lo que se está vendiendo como judaísmo es algo completamente alterado. La forma correcta es mantener la Torá auténtica, y acercar a las personas para que ajusten su estilo de vida a lo que la Torá requiere de ellos.
Otros, en su celo, cometen el error de ser innecesariamente estrictos y alejar a las personas del judaísmo.
Lo mismo es cierto para cada uno de nosotros. Hay una línea fina que debe ser mantenida. Cuando giramos a la izquierda o a la derecha, aunque sea un poco, podemos perdernos totalmente.
Hay una cosa más que hacer para mantener kosher al animal dentro de nosotros: “rumiar”. Después de que el animal traga su comida, la regurgita y la mastica nuevamente. Incluso con todas las estrategias mencionadas anteriormente, cuando se trata de actividades terrenales, tenemos que reevaluar constantemente nuestra situación y asegurarnos de que estamos en el camino correcto.
También en ello hay una lección para nuestro servicio a Dios: el amor y el miedo son generalmente percibidos como opuestos. Pero cuando se trata de servir a Dios, ambos trabajan en conjunto. Es una pezuña partida, amor a la derecha y miedo a la izquierda. Y con cada paso van juntos.
La mayoría de nosotros, por naturaleza, servimos a Dios de una de esas dos maneras. Algunos de nosotros servimos a través del amor, y otros servimos a través del miedo. Por ejemplo, a algunos de nosotros nos puede encantar hacer actos de bondad, pero cuando se trata de cosas que requieren disciplina, no estamos tan involucrados. A otros les encanta seguir rituales, pero no están tan involucrados en hacer actos caritativos. Pero si solo hacemos lo que es natural a nosotros, ¿cómo sabemos que es realmente para servir a Dios? ¿Quizá lo estamos haciendo porque es nuestra naturaleza? Cuando servimos a Dios a través de una sola de estas formas, es como una pezuña sólida; no es kosher. Cuando vamos en contra de nuestra naturaleza y servimos con amor y miedo, como una pezuña dividida, entonces sabemos que es kosher.
El casco tiene que estar completamente dividido. Lo que significa que no solo se debería estar pasando por los estados de amor y temor de manera superficial, sino que realmente deberían afectar a la persona, hasta la médula. Debe ser algo auténtico y genuino. Y una vez más, uno debe «masticar», reevaluando constantemente para percibir si se está transitando el camino correcto.
Aprendamos a ser fieles a la esencia, sirviendo a Dios con amor y temor. Esto seguramente nos mantendrá en el camino correcto, el que nos lleva a la venida del Mashíaj. Pronto en nuestros días.