E l periodismo es, en la actualidad, una de las profesiones más peligrosas. En los balances que realizan instituciones especializadas se informa acerca de decenas de reporteros, columnistas, entrevistadores, fotógrafos, camarógrafos y directores de medios de comunicación secuestrados, torturados, apresados o asesinados por fanáticos religiosos y por políticos, dictadores, bandas de narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares; así como por otros grupos poderosos, que ven como una amenaza para sus intereses la existencia de una prensa libre e independiente que denuncia las corruptelas, el nepotismo, los fraudes, las ridículas banalidades y mentiras políticas, la venalidad de los jueces y sus decisiones condenatorias sin pruebas fehacientes, más bien amañadas, con testigos falsos, ilegalidades flagrantes y otras tropelías en boga en este circo payasesco o teatro de intrigas y dramas en que están convirtiendo al mundo globalizado de hoy.
Así, mediante directrices gubernamentales, intimidación y acciones legales, se censura y se promueven la autocensura y la hegemonía mediática del régimen que así actúa, se persigue, se amedrenta y se pretende eliminar un noble oficio y a unos profesionales que cumplen con su deber de informar la verdad, y que no se prestan a ser propagandistas.
Actualmente, son innumerables los debates en torno al periodismo en su aspecto más esencial, que es la información, la formación y el desarrollo de una conciencia ciudadana —local y global— a través de una descripción honesta y trasparente, desprejuiciada, veraz y oportuna de la actualidad, lo que nos lleva a una reflexión sobre las limitaciones que sufre el periodismo y quienes lo practican a la hora de trascender los detalles del aquí y del ahora. La discusión de esos límites es una cuestión de vieja data, que se hace más relevante en un mundo en el que cada suceso abre un nuevo frente en una guerra propagandística (por no mencionar las otras) que aumenta en sofisticación e intensidad.
Los desafíos principales del periodismo son impulsar una mayor capacitación de los periodistas, sobre todo en la investigación, el compromiso por rescatar la credibilidad, y empuje de las entidades de justicia para investigar y castigar el delito, así como, por parte de los medios de comunicación, de las campañas anticorrupción, antiimpunidad y atentados contra los derechos humanos, que estarán en evidente desventaja sin instituciones de justicia sólidas y autónomas, vale decir, no sujetas a ningún otro poder.
Las tecnologías pueden convertirse en un gran instrumento para el combate de la corrupción, ya que posibilitan una más amplia investigación y contribuyen a sofisticar las técnicas para tal fin./p>
Cabe destacar que el periodismo de opinión debe tener calado intelectual y ser capaz de captar la realidad con la honestidad, majestad y hondura que merece.
También es oportuno señalar que, rara vez, el periodismo de investigación está a la altura de las necesidades. La velocidad con la que se suceden los hechos, los problemas y eventos delictuales en diferentes esferas de la sociedad como la política, la financiera, la del deporte y otras, desbordan la capacidad de denuncia y análisis sereno de cada caso, sin olvidar que la amenaza y la asfixia económica están al acecho, y esto también influye en alto grado en la labor del periodismo investigativo, informativo y de opinión.
Para hacer frente a los intentos de restricción de la información pública, los cercos informativos impuestos por las autoridades o la adquisición de medios de manera masiva por parte de determinados grupos políticos, habrá que adoptar nuevas estrategias, como afinar los instrumentos de investigación y utilizar una renovada creatividad para encontrar esa información que los poderosos quieren ocultar, lo que convierte al periodismo en una profesión, como ya se dijo, peligrosa para quienes defienden la libertad con audacia y determinación, mientras llega el día en que los cercos informativos se conviertan en búmeran para quienes los practican, así como la adquisición de medios de comunicación en los que no se ejerce periodismo sino propaganda.
El periodismo, con credibilidad y talento, supera a la iniquidad de controlar medios sin la convicción de informar y prestarse a la mentira y no a la verdad, que es el fundamento del periodismo. Sin un periodismo independiente, comprometido con la misión de informar con rigor y veracidad y de opinar sin cortapisas ni limitaciones, ninguna nación puede avanzar hacia la consolidación de sus instituciones libres y democráticas.