Hussein Aboubakr Mansour*
Es notable que un mundo que cambia a un ritmo vertiginoso se mantenga de una forma impresionantemente consistente cuando se trata de los judíos. La llamada “ruptura de la modernidad” se disuelve cuando se refiere a los judíos.
Hoy en día todavía se exige a los judíos que sean amables, desinteresados y le hagan al mundo el necesario favor de desaparecer. Esta exigencia, que gradualmente se ha convertido en una especie de prerrogativa izquierdista, fue una vez formulada tanto por Marx como por Hitler. El egoísmo judío, esa cruel insistencia en ser judíos, es lo que impide que el mundo se convierta en un lugar armonioso.
Judíos sobrevivientes del Holocausto llegan al renacido Estado de Israel
(Foto: Wikimedia Commons)
Esta idea fue tan poderosa y central en todas las ideologías principales de los siglos XIX y XX que convenció a muchos judíos, quienes terminaron convirtiéndose en asimilacionistas que se odiaban a sí mismos y se sentían indignados por su propia identidad judía, la cual les impedía ser seres humanos. Tras el establecimiento de Israel este sentimiento se trasfirió al Estado judío, que entonces se convirtió en el mayor obstáculo para la paz mundial. Se repudia a los israelíes por su insistencia en tener una soberanía que genera tantos sufrimientos. No habrá paz mientras haya Israel, es el mensaje. Los activistas por la paz, la felicidad y la armonía, como Noura Erekat o Peter Beinart, piden a los israelíes que cumplan desinteresadamente con su último y gracioso deber de eliminar su soberanía, para que haya paz en la tierra y buena voluntad para todos los hombres.
Si los judíos están realmente interesados en la hermandad del hombre, o en la hermandad feminista de las mujeres, solo tienen que demostrarlo mediante la autonegación, convirtiéndose en antisionistas. Tienen que sacrificarse en el altar del humanismo universal. Sí, podemos estar en contra de todo nacionalismo, pero solo los judíos tienen que sacrificarse como nación. Podemos aplaudir las cualidades revolucionarias del nacionalismo palestino o árabe, pero solo los judíos tienen que acatar por completo la exigencia humanista de abandonar el nacionalismo. «Deja de ser tan judío», se le dijo y se le sigue diciendo a muchos. Entonces, ¿qué es el antisionismo, sino lo que una vez más se llamó francamente antisemitismo?
En ninguna parte esto es más obvio que cuando uno se odia a sí mismo. El “judío no-judío” de Isaac Deutscher ha sido reemplazado por el judío antisionista, así como el no-judaísmo fue reemplazado por el antisionismo. Lo que resulta aún más notable es cómo, cuando se trata de los judíos e Israel, la pretensión salvífica de todas las ideologías, todas sus afirmaciones grandiosas, ya sean de izquierda o de derecha, liberales o marxistas, se desvanecen. La salvación que promete la ideología es solo un narcótico que protege de la realidad a sus creyentes con una niebla de engaños.
Para cualquiera que tenga cerebro, está muy claro que el papel social de paria, que estaba reservado para los judíos, no terminó sino que se trasfirió a Israel. Todo el odio, incluido el autoodio, fue reorientado hacia él.
Para cualquiera que tenga cerebro, está muy claro que el papel social de paria, que estaba reservado para los judíos, no terminó sino que se trasfirió a Israel. Todo el odio, incluido el autoodio, fue reorientado hacia él
Esta moneda tiene otra cara: como previó una vez Albert Memmi, Israel se está convirtiendo en el verdadero e indiscutible centro de la identidad judía, y en el marco de referencia de todos los judíos del mundo que ahora tienen que definirse en relación con Israel. Esto no quiere decir que Israel esté reemplazando al judaísmo tradicional, sino que se está convirtiendo en el epítome de los judíos como pueblo.
Hoy, ya se trate de un judío o gentil, la relación con Israel es lo que define la relación de uno con los judíos como pueblo, lo que también explica el antisionismo gentil y judío. Este es el quid del mundo moderno.
Y lo que resulta verdadera y devastadoramente desgarrador, de la manera más angustiosa, es que la identidad nacional palestina no es más que un epifenómeno de todo lo anterior. No es que muchos palestinos lo sepan, pero simplemente son conductos inconscientes, aunque tristemente dispuestos, de la guerra contra los judíos.
Si puedo agregar algo, esta es la corrección histórica más notable en la historia de la humanidad: el judaísmo se convierte en Israel e Israel se convierte en judaísmo. El mundo está ahora donde debe estar.
*Educador y analista egipcio radicado en Washington. Autor del libro Minority of One – The unchaining of an Arab mind (“Minoría de uno – la liberación de una mente árabe”).
Fuente: Twitter de Hussein Aboubakr.
Traducción de Sami Rozenbaum / NMI.