Melanie Phillips*
La indescriptible actuación de Roger Waters en Berlín de la semana pasada cruzó una serie de nuevas líneas rojas, incluso para él.
El exguitarrista de Pink Floyd ha sido famoso durante mucho tiempo por sus venenosos ataques contra Israel y sus comentarios antisemitas. Sin embargo, pocos podrían haber imaginado que se le permitiría realizar la obscena actuación que presentó en el estadio Mercedes-Benz de Berlín.
Como describe el sitio web alemán Bell Tower, Waters mostró los nombres de personas supuestamente asesinadas por su identidad. En una odiosa comparación, Ana Frank, quien fue asesinada por ser judía, fue presentada como equivalente a Shireen Abu Akleh, la periodista de Al Jazeera que murió mientras cubría los enfrentamientos entre las tropas israelíes y palestinos armados en Yenín.
Vestido con un uniforme de las Waffen SS bajo pancartas de estilo fascista que colgaban del techo, Waters fingió disparar contra la audiencia con un rifle simulado. Cuando cambió el arma por un kefiyeh, en una referencia poco sutil a Israel y los palestinos, la pantalla LED gigante brilló: “A la mierda el bombardeo a gente en sus hogares. A la mierda la ocupación. No se puede tener ocupación y derechos humanos”.
En un globo de diálogo que mostró la pantalla, un texto difundió el mito de la conspiración antisemita, al sugerir que el mundo está controlado por una camarilla de personas ricas que secretamente manejan todos los hilos.
En el mismísimo epicentro de la Shoá, Roger Waters se vistió de nazi y recibió una ovación de pie
(Foto: Sky News)
Este espectáculo diabólico de odio a los judíos recibió una ovación de pie de la audiencia. Y esto sucedió en Berlín, el mismísimo epicentro de la Shoá.
Muchos de los que visitan Berlín hablan del «impresionante» o «conmovedor» memorial del Holocausto que hay allí. El hecho de que Waters, sin embargo, pudiera escenificar semejante obscenidad en esa misma ciudad muestra cómo el pensamiento se ha vuelto gravemente sesgado.
Ahora existe una cantidad sin precedentes de conmemoraciones y educación sobre el Holocausto en Occidente. Sin embargo, la Shoá es rutinariamente malversada, trivializada y degradada. Palabras como «nazi», «fascismo» y «holocausto» se usan para describir una enorme variedad de males sociales. Mientras, los ataques verbales y físicos contra los judíos son cada vez más frecuentes y descarados.
Hay varias razones para esta tendencia aterradora. Pero la conmemoración del Holocausto ha desempeñado un papel involuntario.
La demonización de los judíos es, por supuesto, un odio interminable, como lo es el correspondiente impulso de negar el sufrimiento judío. En la forma que actualmente adopta se encuentra el relativismo moral: el reemplazo de la verdad objetiva por la opinión, los sentimientos y las emociones personales. El relativismo significa que ni los valores o el estatus de nadie pueden ser superiores o inferiores a los de los demás. No puede haber una jerarquía del sufrimiento. Por lo tanto, no se puede permitir que los judíos afirmen que el pueblo judío es único, o que el antisemitismo es único, o que el genocidio nazi de los judíos fue único.
Por supuesto, este llamado estatus de igualdad simplemente produce una jerarquía invertida en la que se voltean el bien y el mal, la verdad y la mentira, la víctima y el victimario. Esta es una de las razones por las que, en la mente de los progresistas para quienes el relativismo es una especie de fe, Israel es un opresor y sus atacantes palestinos son sus víctimas. Es por ello que tales progresistas no pueden reconocer que el destino de las víctimas israelíes del terrorismo palestino está en un universo moral diferente al destino de los palestinos.
Ahora existe una cantidad sin precedentes de conmemoraciones y educación sobre el Holocausto en Occidente. Sin embargo, la Shoá es rutinariamente malversada, trivializada y degradada. Palabras como «nazi», «fascismo» y «holocausto» se usan para describir una enorme variedad de males sociales. Mientras, los ataques verbales y físicos contra los judíos son cada vez más frecuentes y descarados
Es por eso que la presentadora internacional en jefe de CNN, Christiane Amanpour, tergiversó el asesinato a quemarropa de Lucy Dee y sus hijas por parte de terroristas palestinos en los territorios en disputa de Judea y Samaria como un “intercambio de disparos”; y por qué el tardío y cojo intento de disculpa de Amanpour, alterando el término por el apenas menos distorsionado de «tiroteo», simplemente agravó la ofensa. Es por eso que Waters comparó tan repugnantemente a Ana Frank con Shireen Abu Akleh, quien murió no por ser palestina-estadounidense, sino porque se puso en peligro al estar en medio de un tiroteo.
Desafortunadamente, esta equivalencia tan inmoral ahora se ha integrado a gran parte de la educación y conmemoración del Holocausto, que equiparan el genocidio de los judíos con “otros genocidios”. En su libro El fin del Holocausto, Alvin Rosenfeld observa que la historia de Ana Frank se ha reformulado para articular la necesidad de superar el racismo y la homofobia, prevenir los asesinatos en masa y promover la tolerancia y la bondad.
Los judíos como Ana Frank, sin embargo, fueron exterminados no por falta de tolerancia o amabilidad o por prejuicio, sino por un trastorno incomprensible dirigido al pueblo judío.
En 2016, Edward Rothstein escribió en Mosaic que los museos del Holocausto han evitado enfatizar la singularidad del sufrimiento judío. Aparentemente, observa, ningún museo de este tipo podría estar completo sin invocar los otros genocidios del siglo XX en Ruanda, Darfur o Camboya.
Sin embargo, si todos somos culpables, entonces nadie es culpable. Aún más funesto, si todo el mundo puede ser nazi, también lo pueden ser los judíos. El universalismo del Holocausto ha llevado directamente a la demonización de Israel por parte de personas que afirman ser antirracistas.
Esta es una de las razones por las que en el Reino Unido ha habido enérgicas objeciones al centro educativo y conmemorativo del Holocausto que el gobierno quiere construir en un pequeño parque junto al Parlamento. El proyecto se descarriló por el descubrimiento tardío de una ley que prohíbe cualquier construcción de este tipo en ese parque, una norma que el gobierno está decidido a anular.
Además de las objeciones ambientales, durante mucho tiempo se ha expresado la preocupación de que el mensaje que trasmitirá ese centro relativizará y, por lo tanto, devaluará el Holocausto. Estas objeciones han sido descartadas por el gobierno y los patrocinadores del proyecto en el liderazgo de la comunidad judía.
La universalización del Holocausto ha sucedido por dos razones: el mundo no judío quiere compartir el estatus moral de ser víctimas del mayor crimen de la historia, al afirmar que otros males son igual de malos. Y a los judíos de la diáspora, desesperados por no ser vistos como diferentes, les aterroriza afirmar la singularidad judía, incluso sobre este tema
Sin embargo, el propio gobierno ha delatado ahora el juego, al reconocer que el objetivo principal no será conmemorar específicamente el genocidio de los judíos. Como reveló a principios de este mes la ministra de Vivienda, baronesa Scott, el objetivo será garantizar que la historia de lo que sucedió en el Holocausto “resuene en el público”. ¿Y cómo se hará eso? Negando la naturaleza única del genocidio judío. “El contenido también abordará los genocidios de Camboya, Ruanda, Bosnia y Darfur”, informó.
Esto provocó la furiosa respuesta de una de las principales opositoras del proyecto, la baronesa Deech, quien dijo que eso “degradará la Shoá”. Deech, que es judía y cuyo difunto padre, el historiador Josef Fraenkel, huyó de los nazis, señala: “Eso propagaría generalidades sobre el odio y la intolerancia, y vaciaría la presentación de la Shoá de sus orígenes antisemitas que se remontan a miles de años. Va a trasmitir el mensaje de que si ves que algo malo está pasando, no debes ser solo un espectador. Si se trata solo de ‘no seas un espectador’, no veo cómo eso ayudará al público a comprender el antisemitismo y la difícil situación de los judíos».
Deech recibió el respaldo de Gary Mond, presidente de la Asamblea Nacional Judía, quien expresó: “La principal preocupación es que no debe diluirse el hecho de que el Holocausto fue totalmente único e incomparable”.
Pero ese mensaje se diluirá por completo en el memorial propuesto.
El gobierno está siendo incitado por líderes de la comunidad judía que se niegan a entender el punto. Más bien han intimidado a los objetores del proyecto y los han vilipendiado como antisemitas, a pesar de que varios de ellos son judíos. Por lo tanto, estos líderes están empleando acusaciones de antisemitismo para impulsar un proyecto que instrumentalizará el antisemitismo, con el fin de difundir un mensaje que traicionará la memoria de los judíos asesinados en la Shoá al disminuir su destino único.
La universalización del Holocausto ha sucedido por dos razones: el mundo no judío quiere compartir el estatus moral de ser víctimas del mayor crimen de la historia, al afirmar que otros males son igual de malos. Y a los judíos de la diáspora, desesperados por no ser vistos como diferentes, les aterroriza afirmar la singularidad judía, incluso sobre este tema.
Mientras tanto, un antisemita depravado se pavonea en los escenarios de Berlín.
*Periodista, locutora y autora británica, columnista de The Times de Londres.
Fuente: Jewish News Syndicate (jns.org).
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.