Ahmed Hussein al-Sharaa, alias Abu Mohamed al-Julani, quiere crear una imagen de estadista moderado. Pero ¿existe un yijadismo moderado?
Sami Rozenbaum
El territorio de lo que hoy se conoce como Siria formó parte del Imperio Otomano hasta terminada la Primera Guerra Mundial, cuando la Sociedad de las Naciones se la otorgó en “mandato” a Francia. La República Árabe Siria obtuvo su independencia en 1946, al expulsar ignominiosamente a los franceses.
La Siria independiente fue siempre un país violento, que vivió numerosos golpes de Estado. Se fusionó durante tres años con Egipto en esa fantasía llamada “República Árabe Unida”, creada por el dictador egipcio Gamal Abdel Nasser; pero luego se sumergió de nuevo en sus sangrientas luchas intestinas y asonadas militares, hasta que en 1971 otro golpe de Estado llevó a la presidencia a Hafez al-Assad, un militar miembro del partido “árabe socialista” Baath. Este convirtió a Siria en un Estado policial controlado por medio del terror, lo que continuó desarrollando su hijo Bashar cuando Hafez murió en el año 2000.
La guerra civil que estalló en 2011 causó la muerte de medio millón de sirios —la mayoría asesinados por el propio gobierno—, y convirtió a Siria en un escenario en el que intervinieron Rusia, Irán, Turquía, diversas minorías étnico-religiosas del país y sus alrededores como los kurdos, y por si fuera poco el Estado Islámico, que ocupó durante varios años parte del territorio.
El régimen de los Assad aplastó con crueldad inaudita toda oposición: en febrero de 1982, Hafez al-Assad destruyó por completo la ciudad de Hama, bastión de los Hermanos Musulmanes que mantenía una oposición constante a su gobierno, asesinando a decenas de miles de personas, incluso usando gas cianhídrico y demoliendo luego toda la ciudad. Décadas después, durante la guerra civil, Bashar al-Assad empleó varias veces gas sarín contra diferentes grupos rebeldes.
Esa es la gloriosa historia de la República Árabe Siria, que a lo largo de sus ocho décadas de existencia desarrolló una profunda hostilidad hacia Israel. Participó en las guerras de 1948, 1967 y 1973, en las últimas de las cuales perdió (dos veces) las estratégicas Alturas del Golán y miles de soldados.
Hace un mes el régimen dinástico de los Assad llegó a su fin de manera infamante, cuando fuerzas rebeldes encabezadas por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) ocuparon las principales ciudades y finalmente la capital, Damasco, el 8 de diciembre de 2024. Assad huyó a Rusia con una fortuna que se estima en decenas de miles de millones de dólares.
Ahmed Hussein al-Sharaa nació en Riad, Arabia Saudita, el 29 de octubre de 1982, aunque se dice que su familia era originaria de los Altos del Golán y resultó desplazada durante la Guerra de los Seis Días de 1967. Posteriormente los al-Sharaa huyeron a Arabia Saudita, pues su padre, ingeniero petrolero, tenía tendencias nasseristas.
En 2003, a los 21 años de edad, Ahmed se trasladó a Iraq para luchar en las filas de al-Qaeda contra las tropas estadounidenses que habían derrocado a Saddam Hussein. Según The Times of Israel, al-Sharaa era un estrecho colaborador del líder de ese grupo, Abu Musab al-Zarqawi (aunque años más tarde él lo negó). El hecho es que en 2006 se unió al Estado Islámico de Iraq, fue arrestado por las fuerzas de EEUU, y estuvo detenido durante 5 años en varias prisiones.
Poco después de su liberación, en 2011, fue enviado a Siria por el comandante del Estado Islámico de Iraq, Abu Bakr al-Bagdadi, para crear el Frente al-Nusra y luchar contra el gobierno sirio en la guerra civil. Pero más adelante hubo desencuentros entre ellos, pues en 2013 al-Bagdadi anunció la disolución del Frente al-Nusra para fusionarlo totalmente al Estado Islámico (ahora refundado como Estado Islámico de Iraq y el Levante, ISIS en inglés o Dáesh en árabe). Al-Sharaa se negó a perder su autonomía y poder, por lo que volvió a jurar lealtad al líder de al-Qaeda, Ayman az Zawahiri. Este episodio marcó el inicio de la guerra entre el Estado Islámico y al-Qaeda, que se extendió a todos los ámbitos de actividad de ambos grupos.
Ese mismo año 2013, el Departamento de Estado de EEUU incluyó a al-Sharaa en la lista de «terroristas globales especialmente designados», y cuatro años después anunció una recompensa de 10 millones de dólares por información que condujera a su captura, si bien al-Sharaa declararía más tarde que no tenía planes de atacar objetivos occidentales, pues su prioridad se centraba en luchar contra el régimen sirio, Hezbolá y Dáesh.
Las luchas entre los diferentes grupos yijadistas continuaron. En julio de 2016, al-Sharaa anunció que el Frente al-Nusra había roto sus vínculos con al-Qaeda, que su grupo pasaría ahora a llamarse Jabhat Fateh al-Sham, y que «no tendría afiliación con ninguna entidad externa».
No queda claro en qué momento al-Sharaa adoptó el “nombre de guerra” de Abu Mohamed al-Julani, que hace referencia a los orígenes de su familia en la zona del Golán, pero en las últimas semanas ha vuelto a utilizar su verdadero nombre.
El 28 de enero de 2017, Ahmed al-Sharaa anunció que Jabhat Fateh al-Sham se fusionaría con un nuevo grupo islamista sirio más grande llamado Tahrir al-Sham (“Asamblea para la Liberación del Levante»). Con el nuevo nombre de Hayat Tahrir al-Sham (abreviado HTS), la nueva organización se centró en luchar contra al-Qaeda y el Estado Islámico, a los que logró derrotar en Siria, llegando a controlar casi toda la provincia de Idlib y ofreciendo lealtad al llamado “Gobierno de Salvación Nacional de Siria”.
HTS se dedicó a ofrecer servicios a la población de Idlib para ganar su confianza y apoyo, produciendo numerosos videos donde mostraba sus actividades de “gobierno”, como cobrar y distribuir impuestos. Ese “gobierno” se benefició también del comercio de la droga fenetilina (también conocido por la marca Captagon), exportado desde Siria al resto del Medio Oriente (paradójicamente, un negocio de la familia al-Assad).
Algunas fuentes señalan que al-Sharaa fue relativamente permisivo con las minorías étnico-religiosas de la zona, aunque en ese entorno es difícil comprender qué significa ser “relativamente permisivo”.
A finales de 2024 HTS aprovechó la debilidad del gobierno central, y a través de rápidas operaciones militares —con el apoyo de la Turquía de Erdogan— logró avanzar encontrando escasa resistencia hacia Alepo, Hama y Damasco, logrando derribar al régimen de Assad como un castillo de naipes.
Si se consolida, el nuevo gobierno sirio dirigido por Ahmed al-Sharaa tiene una labor titánica por delante. Buena parte de las principales ciudades, incluyendo Damasco, se encuentra en ruinas tras más de una década de devastadora guerra civil. De sus 24 millones de habitantes, medio millón perdió la vida, siete millones son desplazados internos y seis millones huyeron a otros países como Turquía, Líbano, Jordania e Iraq, así como diversos destinos europeos, sobre todo Alemania (que aceptó a unos 800.000 durante el gobierno de Angela Merkel). Según la Cruz Roja, dos tercios de los que se quedaron en Siria viven en extrema pobreza.
Se estima que la reconstrucción de Siria costará cientos de miles de millones de dólares, inversión que ha abierto el apetito de Turquía, Arabia Saudita, los Emiratos y otros países como un gran negocio potencial, por lo que están cortejando a al-Sharaa.
El nuevo “hombre fuerte” ha desarrollado una campaña de relaciones públicas para deshacerse de su imagen de yijadista, recortándose la barba y vistiendo de forma menos “islamista”, hablando en un tono conciliatorio, y prometiendo desarrollar un gobierno “inclusivo” que incorpore a todos los sectores, así como “respetar los derechos de las mujeres y minorías como los cristianos y alawitas” (aunque esta última secta chiíta fue siempre leal a los Assad, y al-Sharaa ha aclarado que “en el Islam se les considera herejes”). También promete que habrá libertad de opinión, disenso y “protesta pacífica”, algo que hasta ahora no se ha visto en ningún país árabe.
El yijadista Abu Mohamed al-Julani, metamorfoseado en el “yijadista moderado” Ahmed al-Sharaa
(Fotos: redes sociales)
Sin embargo, hay fuertes señales de que esto es solo propaganda. Al-Sharaa ya ha declarado que “pasarán varios años” antes de que se redacte una nueva constitución y haya elecciones. También se ha anunciado un nuevo pensum educativo orientado hacia el Islam, donde las referencias a “defender la nación” del anterior currículo laico serán reemplazadas por “defender a Alá”, la frase “camino de bondad” será sustituida por “camino islámico”, y la expresión “aquellos que están condenados y se han extraviado” por “judíos y cristianos”, lo que implica una interpretación ultraconservadora del Corán. También se eliminará toda referencia a los cultos politeístas existentes en Siria antes de la conquista islámica del siglo VII.
Además, al-Sharaa anunció hace pocos días el establecimiento de una “policía de la moral” que recuerda a la que existe en Irán, la cual formará parte del Ministerio del Interior y será dirigida por clérigos, con el fin de “aplicar normas públicas de moralidad”; las penas a los infractores incluirían castigos físicos, pero “solo cuando sea necesario”. Esto ha generado mucha preocupación, sobre todo entre las minorías; desde la caída de Assad, unos 90.000 sirios, sobre todo cristianos y alawitas, han huido al Líbano. Por su parte, una comunidad drusa de la región del Golán sirio ha solicitado públicamente ser anexada a Israel, en una búsqueda desesperada de protección.
Siria contaba a principios del siglo XX con una gran comunidad judía de alrededor de 100.000 integrantes. Tras las persecuciones y pogromos ocurridos a raíz de la creación del Estado de Israel, la mayoría huyó del país; un remanente de decenas de familias fue rescatado por Israel hace pocos años. Hoy solo quedan 9 personas de edad avanzada, a las que un funcionario del nuevo gobierno ha prometido dejar vivir en paz.
Según algunas fuentes, Ahmed al-Sharaa ha ofrecido a Rusia conservar sus bases militares en Siria, a cambio de algunos beneficios; al mismo tiempo está cultivando sus vínculos con Ucrania, a pesar de que está en guerra con Rusia desde hace casi tres años.
Pero no parece que vaya a haber relaciones cordiales con Irán, cuyas fuerzas abandonaron apresuradamente Siria tras la caída de Assad, dejando mucha animosidad entre la población siria. Al-Sharaa y el gobernador de Damasco declararon, además, que su régimen no busca tener conflictos con Israel, al que ha pedido que deje de bombardear instalaciones terroristas en su país, cosa que naturalmente no sucederá mientras representen una amenaza para el Estado judío.
Para Israel la caída de Assad ha representado el cierre del corredor terrestre por el cual Irán enviaba armas a Hezbolá en el Líbano. Además, mientras Assad aterrizaba en Moscú las FDI aprovecharon el caos para destruir desde el aire prácticamente toda la fuerza aérea, naval y de artillería de Siria, así como sus laboratorios de armas químicas, con lo que uno de los ejércitos más poderosos de la región desapareció en un parpadeo de la historia y se evitó que todo ese poder militar cayera en manos peligrosas. La situación estratégica de Israel ha experimentado, así, una mejoría inesperada, que se suma a la obliteración de buena parte de la amenaza que representaban Hamás, Hezbolá y el mismísimo Irán desde el cataclismo del 7 de octubre de 2023.
Pero en el Medio Oriente, a un mal que desaparece suele reemplazarlo otro mal. El ministro de Asuntos Exteriores israelí, Gideon Saar, recomienda a sus aliados que desconfíen del gobierno de al-Sharaa, y ha calificado a HTS como “una banda terrorista”. Saar afirma que varios gobiernos le están dando el beneficio de la duda, tan solo porque aspiran a que los refugiados sirios que están en sus países retornen a Siria.
No dejan lugar a dudas: miembros de HTS a su entrada en Damasco el 9 de diciembre de 2024, haciendo la señal yijadista y con la bandera del Estado Islámico en sus uniformes
(Foto: Reuters)
Sin embargo, a finales de diciembre un grupo de diplomáticos de Estados Unidos viajó a Damasco, por primera vez desde que rompieron relaciones con Siria en 2012. Barbara Leaf, sub-secretaria de Estado para el Medio Oriente, declaró a los medios que al-Sharaa “resultó ser una persona pragmática, no ideológica”, y de inmediato Estados Unidos retiró la recompensa de 10 millones de dólares que ofrecía por su cabeza. Asimismo, el 6 de enero la administración Biden levantó algunas sanciones a Siria. EEUU todavía está por retirar la calificación de Estado patrocinador del terrorismo que le aplica al país desde 1979, así como un embargo comercial al que tanto Washington como la Unión Europea han sometido a Siria desde que estalló la guerra civil.
Por su parte, el gobierno de Egipto acaba de prohibir la entrada a su territorio de cualquier ciudadano sirio sin importar de dónde provenga, igual que hace con los palestinos.
Pocos días después de la llegada de HTS al gobierno sirio, el famoso “hijo de Hamás” (también conocido como “príncipe verde”), Mossab Hassan Yousef, publicó un mensaje en su cuenta de Facebook, advirtiendo sobre el peligro que implica el nuevo régimen en formación.
Yousef se ha convertido en una voz destacada en los debates occidentales sobre terrorismo, en particular el yijadismo, debido a sus antecedentes y su previa implicación con Hamás. En su publicación, Yousef advirtió a Occidente contra el reconocimiento o la legitimación de al-Sharaa, diciendo que “podría tener consecuencias mortales para la humanidad”.
En el post, Yousef advirtió: “Ha nacido un nuevo imperio islámico; no lo alimenten, déjenlo morir de hambre”. El problema, advirtió, es que “la nueva generación de yijadistas es más sofisticada que cualquier grupo terrorista del pasado”. Recordó que HTS tiene vínculos tanto con al-Qaeda como con ISIS, y aseguró que ha cambiado su estrategia política pero no su identidad, para engañar a las naciones occidentales y hacerles creer que se ha reformado.
“Tienen paciencia, y no tienen prisa por atacar a sus enemigos; su nueva estrategia es construir infraestructura e instituciones, y obtener reconocimiento mundial para establecer una Ummah (organismo musulmán global) yijadista. Su nueva estrategia es crear un clima adecuado que conduzca al establecimiento de una nación yijadista. Estados Unidos y sus aliados no deberían reconocer ni legitimar a los nuevos gobernantes de Damasco, por más hábilmente que jueguen sus cartas para manipular a la comunidad internacional nombrando figuras moderadas en el gobierno”.
El “príncipe verde” no se cree el cuento (Foto: captura de pantalla)
Yendo más allá, en una frase que dio lugar a la suspensión de su cuenta en la red social, el exmiembro de Hamás abogó por “eliminar a los principales líderes de los rebeldes, sobre todo a al-Julani (al-Sharaa), antes de que obtengan más apoyo y simpatía de una sociedad desesperada que anhela el cambio y la libertad, lo que permitiría que surgiera un liderazgo legítimo”.
“Dar crédito o recompensar a los yijadistas por derrocar al brutal dictador sirio es un error; pueden haber jugado un papel importante, pero no son la fuerza real que derribó a Assad”, afirmó Yousef.
“Al-Julani tiene el potencial de crear un poderoso Estado terrorista como nunca hemos experimentado antes”, señaló el “Hijo de Hamás”. “Busca construirlo lentamente, con atención y paciencia. Este terrorista global no pasó de yijadista a estadista, sino que pasó de ser un simple yijadista a un califa islámico moderno, y permitirle prosperar tendrá consecuencias letales para la humanidad”.
El ex miembro de Hamás no es la única voz que advierte contra la aceptación de al-Sharaa por parte de Occidente. Hussain Abdul-Hussain, investigador de la Fundación para la Defensa de las Democracias, ha advertido también que al-Sharaa parece estar aplicando la ley islámica sharía en muchos de los territorios que ha tomado bajo su control, colocando al gobierno de la provincia de Idlib, que aplica la sharía, como un gobierno de transición para Siria, lo que no es buen augurio para sus promesas de respetar y proteger a las minorías no musulmanas.
“Espero que mi proyección resulte errónea y que al-Sharaa haya cambiado y se haya moderado, o ‘madurado’ como le dijo a CNN”, escribió Abdul-Hussain. “Pero no contengo la respiración”.
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