Por: Evelyn Gordon*
T ras el ataque terrorista en Niza, una organización judía de Bélgica publicó una declaración inusual argumentando que si los medios europeos no hubiesen pasado meses ignorando el terrorismo palestino contra Israel debido a su “corrección política”, la idea de que se empleara un camión como arma no habría producido un shock tan terrible.
Pero ahora resulta que los funcionarios europeos hicieron algo mucho peor que simplemente ignorar los ataques palestinos en Israel: emitieron un reporte de 39 páginas, firmado por prácticamente todos los países de la Unión Europea, culpando de esos ataques a la “ocupación” en lugar de a los terroristas. El corolario obvio es que los países europeos no tenían razones para temer ataques similares y, por tanto, no se molestaron en tomar las precauciones que podrían haber reducido grandemente el número de víctimas.
El aspecto más chocante del ataque de Niza fue el enorme número de fallecidos: el conductor logró asesinar a 84 personas antes de que lo abatieran. En comparación, como reportó The New York Times, Israel ha sufrido 32 atropellamientos deliberados desde octubre pasado, pero todos esos atentados combinados han matado exactamente a dos personas (los disparos y apuñalamientos son mucho más mortíferos). Es cierto que en la mayoría de los atropellamientos usaron automóviles, pero ningún ataque en los que se han empleado autobuses o vehículos de construcción se ha acercado a la escala de lo ocurrido en Niza. El atentado más letal por atropellamiento ocurrido en Israel, en 2001, mató a ocho personas.
Esto se debe, en primer lugar, a que Israel despliega grandes medidas de seguridad cuando se efectúan reuniones de masas como la celebración del Día de la Bastilla en Niza, lo que obliga a los terroristas palestinos a arreglárselas con objetivos menos densos en población, como paradas de autobuses o estaciones del tren ligero. Como un vocero de la policía israelí dijo al New York Times, un evento comparable al de Niza implicaría en Israel “cerrar el área en 360 grados, con varios anillos de seguridad alrededor del perímetro”, incluyendo las vías principales, en las que “se bloquearía el paso con filas de autobuses, y las calles más pequeñas con patrullas”, más una presencia policial masiva, reforzada por unidades antiterroristas “estratégicamente ubicadas para suministrar una respuesta rápida de ser necesario”.
En segundo lugar, el personal de seguridad israelí no tiene reparos en usar fuerza letal contra los terroristas durante un ataque, si los medios menos letales significaran que tomaría más tiempo detenerlos, pues entienden que la mejor forma de salvar vidas inocentes es parar el ataque lo más rápido posible. Esta lección fue aprendida en un ataque de 2008, cuando un palestino embistió con un pesado vehículo de construcción contra una calle abarrotada de personas en Jerusalén. Una mujer policía trató de detener al atacante sin matarlo; lo hirió y saltó a la cabina para esposarlo, pero mientras lo hacía el terrorista logró arrancar de nuevo el vehículo y asesinar a otra persona, antes de ser abatido él mismo.
Ahora consideremos el mencionado informe de la UE y sus implicaciones para las medidas antiterroristas. El documento es una evaluación de la oleada terrorista palestina que empezó en octubre pasado, escrito por diplomáticos de la región y respaldado por todos los países “con embajadas en Jerusalén y Ramala”, según indica el medio oficial EUobserver.com . ¿Y qué concluye? Que los ataques se deben a “la ocupación israelí (…) y una larga estrategia de marginación política, económica y social de los palestinos en Jerusalén”, que causa una “profunda frustración entre los palestinos, y falta de esperanza de que una solución negociada pueda llevar al final de la ocupación”. Esto, afirma el reporte, es “el corazón del asunto”; factores como la rampante incitación palestina y el generalizado sentimiento islamista, si es que fueron mencionados, evidentemente se descartan como irrelevantes.
La primera implicación del reporte es obvia: si los ataques palestinos se originan fundamentalmente en “la ocupación”, no hay razones para creer que algo similar pueda suceder en Europa, ya que no está “ocupando” a nadie (al menos según su propia visión; los islamistas no estarían de acuerdo con esto). En consecuencia, tampoco hay necesidad de aprender de los métodos israelíes de tratar con semejantes ataques.
Si los diplomáticos europeos hubiesen entendido el papel fundamental que juega la incitación palestina —como los innumerables memes de internet que instan a apuñalar, atropellar y cualquier otra forma de matar judíos, con instrucciones detalladas sobre cómo hacerlo—, se habrían percatado de que la propaganda del Estado Islámico, que exhorta a usar técnicas similares contra los occidentales, puede tener efectos semejantes. Si hubiesen entendido el rol de los sentimientos islamistas (un 89% de los palestinos apoyaría un Estado basado en la sharía o ley islámica según una encuesta Pew efectuada el año pasado, uno de los porcentajes más altos del mundo), se habrían dado cuenta de que opiniones similares entre algunos musulmanes europeos representan amenazas parecidas. Y si se hubiesen percatado de todo ello, las multitudes de Niza no habrían estado virtualmente desprotegidas.
No menos reveladora, sin embargo, fue la explicación dada en el reporte para la relativamente baja tasa de mortalidad por los ataques en Israel. En lugar de dar crédito a la policía israelí por haber logrado detener rápidamente la mayoría de los atentados antes de que causaran muchas víctimas, se les acusa de “excesivo uso de la fuerza, posiblemente llegando en algunos casos a ejecuciones ilegales”.
Si el consenso en la UE es que disparar a los terroristas en medio de su carnicería constituye un “excesivo uso de la fuerza”, es comprensible que los policías europeos vacilen en hacer lo mismo. En Niza, por ejemplo, el ataque continuó por dos kilómetros mientras que, según se informó, los policías “corrieron 200 metros tras el camión tratando de detenerlo”; los funcionarios solo lo alcanzaron cuando un civil saltó en la cabina y luchó con el conductor, haciendo que frenara. Incluso en ese momento, según declaró un testigo, “ellos siguieron gritándole pero él no salió, y vieron que sacaba un arma por la ventana”. Solo entonces le dispararon.
No todos comparten este punto ciego de la Unión Europea sobre el terrorismo palestino. Cuando el primer ministro Benjamín Netanyahu visitó África hace pocas semanas, los líderes con los que se entrevistó dijeron abiertamente que una de las principales cosas que quieren de Israel es asistencia en antiterrorismo. Ellos entienden muy bien que el terrorismo contra Israel no es de una clase única que los demás países pueden ignorar con seguridad; terrorismo es terrorismo, y cualquier táctica empleada por los palestinos puede ser fácilmente imitada por los islamistas en cualquier parte, desde el secuestro de aviones hasta los hombres-bomba suicidas y, ahora, atropellamientos.
Pero los funcionarios europeos, obcecados en su petulante creencia de que el terrorismo contra Israel no tiene nada que ver con el que ellos enfrentan, son incapaces de reconocer que la experiencia israelí podría serles útil. Así murió gente que hoy podría estar viva si esas lecciones se hubiesen aprendido.
*Periodista y comentarista. Trabaja en la edición en inglés de Haaretz y en la revista israelí Azure.
Fuente: Commentary.
Traducción NMI.