Rabino Eitan Weisman*
Hakótel Hamaaraví, conocido como “Muro de los Lamentos”, es una muralla de piedras grandes (hoy mide 57 metros de largo y 32 metros de altura), una pared que esconde detrás de ella mucha historia.
Para el pueblo judío, esta pared está ubicada en el lugar más sagrado que existe en el mundo. Según nuestra tradición, el mundo fue creado de la roca que está ubicada en el centro de la montaña donde hoy vemos la Cúpula Dorada o de la Roca. Ese es el lugar donde el patriarca Abraham ofreció a su hijo Itzjak como ofrenda sobre el altar, y es el sitio donde nuestro patriarca Yaacov soñó con la famosa escalera.
Maqueta del Segundo Templo donde se aprecia la magnitud de las murallas que construyó Herodes para dar más realce al Beit Hamikdash, creando así lo que hoy llamamos Monte del Templo, donde mucho más tarde los musulmanes construyeron la mezquita de al-Aqsa y la Cúpula de la Roca. El Kótel es un fragmento de la muralla occidental
(Foto: Museo Israel, Jerusalén)
El rey David fue el primero que compró ese terreno, y el rey Salomón construyó allí el Primer Templo. Desde aquella época, 1000 años antes de la era común, la santidad nunca salió de ese lugar. El Primer Templo fue destruido por los babilonios, pero después de 70 años fue reconstruido por etapas. Primero por los judíos que regresaron de Babilonia, liderados por los profetas Ezra y Nejemia; después fue ampliado un poco por los Macabeos, y finalmente por el rey Herodes. Este último, cuya pasión y hobby eran las construcciones gigantescas, quiso convertir también ese sencillo Templo en un inmenso edificio. Pero tenía un problema: el Templo estaba construido sobre una montaña, y en la cima no había suficiente espacio para algo tan grande. Su solución fue construir grandes arcos que sostenían una gigantesca explanada, que sirvió como base para el gran Segundo Templo.
Para sostener esta edificación levantó cuatro murallas alrededor. La pared que conocemos hoy como “Muro de los Lamentos” era la más occidental de esos muros. Pero lo que vemos y conocemos es solamente una parte: en realidad la muralla continuaba mucho más allá, y en total medía unos 488 metros.
Para sostener el Templo, Herodes levantó cuatro murallas alrededor. La pared que conocemos hoy como “Muro de los Lamentos” era la más occidental de esos muros. Pero lo que vemos y conocemos es solamente una parte: en realidad la muralla continuaba mucho más allá, y en total medía unos 488 metros
El Midrash narra que la presencia de Dios jamás dejó el Kótel Hamaaraví, y la razón es la cercanía al lugar más sagrado del Templo, El Kodesh Hakodashim, el Santo Santuario.
Sigue el Midrash contando que después de que Tito logró conquistar Jerusalén y quemó el Beit Hamikdash (Templo), ordenó a cuatro generales de su ejército destruir por completo las murallas. Cada general debía destruir una muralla. Mientras que tres de los generales cumplieron la orden, uno de ellos, llamado Pangar, no logró cumplirla y no pudo destruir la occidental, porque la presencia divina jamás salió de allí. Cuando Tito le reclamó, el general explicó que lo había hecho a propósito, para que el mundo supiera qué grande era Tito y cuán grande había sido su victoria. La pared que quedó sería testigo de la magnitud del lugar.
Si vemos los planos del Segundo Templo, podemos entender que el “Muro de los Lamentos” que conocemos no era la propia muralla del Templo sino una de las que levantó Herodes cuando amplió toda la zona. De los muros del Templo no quedó nada que podamos ver hoy sobre la tierra, pero en cambio tenemos la gran pared occidental, que se convirtió el lugar mas deseado para rezar por los judíos.
Judíos rezando junto al Kótel a principios del siglo XX, cuando el espacio disponible era muy estrecho
(Foto: Biblioteca Nacional de Israel)
El césar Adriano quiso convertir a Jerusalén en un santuario para sus ídolos, lo que provocó una fuerte rebelión de los judíos en Jerusalén y sus alrededores en el año 132 de la era común. A raíz de esa rebelión, los romanos prohibieron a los judíos entrar a Jerusalén. Desde aquel entonces los judíos no podían estar junto al muro occidental.
Así siguió la situación durante la época en que los bizantinos dominaron Jerusalén (entre los años 363 y 638). La filosofía de los católicos era mostrar que los judíos son pobres y sufren, y así demostrar que Dios los abandonó y eligió un nuevo pueblo. Pero es curioso que durante un día al año los bizantinos sí permitían a los judíos entrar a Jerusalén y rezar junto al muro: el 9 de Av, día en que fue destruido el Templo, y lo hacían a propósito para que los judíos vieran a Jerusalén y el Templo destruidos. Mientras estaban allí recitando las lamentaciones, algunos misioneros y sacerdotes paseaban entre ellos, tratando a convencerlos de que abandonaran su fe judía y asumieran la creencia católica.
En el año 638 los árabes conquistaron Jerusalén y decidieron construir de nuevo la zona del Templo. No para los judíos, sino por una razón de su política interna: querían demostrar que bajo su poder también había un lugar sagrado, aparte de La Meca y El-Medina (hoy en Arabia Saudita), que estaban bajo el control de otros líderes árabes. Como la zona del Templo era un lugar sagrado para judíos y cristianos, decidieron que también lo sería para los musulmanes. Así construyeron la Cúpula Dorada en el año 688, y según su tradición desde ese lugar subió Mahoma al cielo montado en su famoso caballo, para unirse con algunos ángeles.
El área del Kótel desde el Barrio Judío de Jerusalén, en una foto tomada hacia 1930. Se observa claramente el Shjunat Hamugrabim, que se ubicaba donde hoy está la plaza del Kótel. El antiguo Barrio Judío fue destruido por los jordanos tras tomar la Ciudad Vieja en 1948
(Foto: jewishvirtuallibrary.org)
El gobierno musulmán necesitaba profesionales para trabajar en ese proyecto, e invitaron a 70 familias judías de Tiberias a Jerusalén. Desde entonces hubo de nuevo presencia judía junto al Templo destruido; todavía no rezaban al lado del muro occidental, sino en la parte sur, y después en la parte este de las murallas. Esto quiere decir que por 1000 años, desde de la destrucción del Segundo Templo, los judíos no podían rezar en la parte occidental sino fuera de Jerusalén o en la parte sur o este. Tenemos el testimonio de Maimónides en el siglo XII (año 1165), quien visitó Jerusalén y supuestamente rezó allí, pero fue algo puntual e individual.
La presencia judía en la parte occidental de la muralla comenzó en el siglo XIII, cuando Najmánides llegó a Jerusalén con otros judíos (año 1267) y encontró una ciudad que permanecía destruida desde que los cruzados se apoderaron de ella (1039-1187). Él construyó allí una sinagoga; hasta hoy existe una sinagoga llamada por su nombre en la Ciudad Vieja de Jerusalén. En aquel entonces los judíos encontraron una parte pequeña del muro occidental adonde podían llegar, y comenzaron a rezar al lado de esa parte de la muralla.
En el año 638 los árabes conquistaron Jerusalén y decidieron construir de nuevo la zona del Templo. No para los judíos, sino por una razón de su política interna: querían demostrar que bajo su poder también había un lugar sagrado, aparte de La Meca y El-Medina (hoy en Arabia Saudita), que estaban bajo el control de otros líderes árabes. Como la zona del Templo era un lugar sagrado para judíos y cristianos, decidieron que también lo sería para los musulmanes
En el año 1517 los otomanos conquistaron Jerusalén, e invitaron a los judíos a vivir en la ciudad. El sultán Soleimán, quien tenía muchos problemas con los árabes, utilizó a los judíos como residentes leales al gobierno. Él también invitó a los judíos expulsados de España y Portugal y los “sobornó”, permitiéndoles elegir un lugar al lado del viejo Templo para rezar; los judíos eligieron el muro occidental.
Desde aquella época, y por 500 años, los judíos rezan junto al muro occidental. De ahí viene el nombre “Muro de los Lamentos”. Aunque no es realmente una pared del Templo, es el punto más cercano en el que los judíos podían llegar a rezar, y por eso se convirtió en el lugar sagrado y tan deseado por los judíos.
El área del Kótel en la actualidad
(Foto: touristisrael.com)
A partir del año 1920 comenzó el Mandato Británico sobre Palestina. En esa época había una comunidad judía en Jerusalén. En 1948, con la Guerra de Independencia, los judíos ya tenían de nuevo un país independiente, pero perdieron la Ciudad Vieja de Jerusalén. La ciudad se dividió, y la parte vieja donde está el “Muro de los Lamentos” quedó bajo control de Jordania. Por 19 años, de nuevo los judíos no pudieron rezar al lado del Kótel Hamaaraví. Así fue hasta 1967, cuando en la Guerra de los Seis Días el ejército Israelí liberó la parte vieja de Jerusalén, unificó la ciudad y escuchamos la famosa frase del general Mota Gur: Har Habait Beyadéinu, “el Monte del Templo está en nuestras manos”.
El área del Kótel Hamaaraví que encontraron los soldados israelíes no era la plaza actual sino un lugar mucho más estrecho, porque la zona estaba llena de casas árabes, lo que se llamaba Shjunat Hamugrabim. El gobierno israelí, por una decisión tomada poco después de la liberación, decidió limpiar y eliminar las construcciones de los árabes que escaparon de allí, y se construyó la plaza tal como hoy la conocemos, mucho más amplia y con fácil acceso, para que miles de judíos y turistas de todo el mundo puedan llegar y rezar tranquilamente.
*Rabino principal de la Unión Israelita de Caracas.