E n 1801, un banquero judío de Alemania, Israel Jacobson, inició un movimiento reformista, aplicado principalmente a la educación judía, que en esa época solamente se impartía a los varones y no comprendía materias básicas como ciencias, matemática o idiomas. Jacobson fundó una escuela judía moderna en Seesen, Alemania, para niños de ambos sexos, y también introdujo cambios en el currículo tradicional de las Yeshivot.
Otro importante iniciador del movimiento reformista fue Abraham Geiger (1810-1874), rabino también de Alemania, quien estableció claramente que el movimiento reformista no debía cambiar o modificar los preceptos de la Torá.
Durante el siglo XIX el movimiento reformista se implantó en América del Norte con el nombre de ReformJudaism. El Templo Emanu-El albergaba la primera congregación reformista de Nueva York (1845), y es considerado, después de su restauración, una de las sinagogas más grandes y hermosas del mundo.
El Judaísmo reformista se ha difundido tanto en Europa como en Norteamérica, impulsando la creación de importantes congregaciones que comprenden más de dos millones de afiliados contribuyentes. En Israel también existe una vigorosa congregación.
Quisiera narrar brevemente una experiencia que he podido experimentarmediante mi contacto con una comunidad reformista de Toronto, Canadá, que dispone de un hermoso templo en la Avenida Bayview llamado HarZion. Al acercarme por primera vez a la sinagoga para asistir al servicio del viernes, y siendo que no conocía a nadie de esa comunidad, el vigilante me presentó al correligionario que venía entrando después de mí. Esta persona me introdujo al templo, y a su vez me presentó al rabino y a la presidenta de la comunidad, quienes me reiteraron una calurosa bienvenida y me invitaron a asistir a los servicios de la semana y de Shabat. Me entregaron un Sidur con los rezos del viernes, el cual es publicado por la Congregación Reformista de Norteamérica en hebreo e inglés, y que contiene solo algunos rezos tradicionales.
La religión judía no es proselitista, es decir, no busca adeptos, por eso es muy importante la tolerancia y la aceptación de todos los hermanos que profesamos la misma fe.
Lo interesante es que todo el rezo se desarrolla en forma cantada y con acompañamiento musical; en este caso era un piano y un tambor. El templo dispone de las ayudas audiovisuales más modernas, y los rezos se proyectan en dos pantallas gigantes. Cantaban el rabino y una señora que tiene una preciosa voz de soprano. Hombres y mujeres se sientan juntos con sus respectivos hijos y, en general, la participación de la mujer está casi al mismo nivel del hombre. Durante el rezo el silencio de la congregación es total, incluyendo a los niños, y en el Shiur (sermón o conferencia) el rabino hace lo posible para que la mayoría participe y opine.
Durante mi asistencia al rezo de la mañana del primer día de Rosh Hashaná, quedé gratamente sorprendido por la masiva concurrencia y la belleza con la quese desarrollaron las plegarias. El templo estaba completamente lleno; a la hora en punto entraron en fila unas quince personas, hombres y mujeres de bastante edad, que se ubicaron en un podio al lado del Belemer para formar un coro. También había varios músicos con sus respectivos instrumentos: piano, acordeón, guitarra, flauta y tambor. El rabino dio inicio a los rezos, y el coro lo acompañaba en muchos pasajes en una forma increíblemente coordinada con la música. Debo confesar que los mismos rezos que tantas veces había escuchado me parecieron esta vez mucho más profundos, y me sobrecogieron de una forma casi mística. El silencio de los feligreses en el templo era total, de nuevo incluyendo a los niños, y solo se ponían de pie y participaban cuando les correspondía.
Si bien es cierto que no tengo suficiente información sobre la congregación, ya que no soy miembro de ella, por lo que observé puedo afirmar que su vínculo con Israel es sumamente estrecho; tan es así que junto con las entradas para las festividades viene un paquete de promoción de los Bonos de Israel, que muchos miembros de la congregación adquieren.
Finalmente, quisiera concluir con una reflexión: nosotros, en el mundo judío, somos tan pocos, unos 15 millones apenas, que no tiene sentido la pugnacidad entre las diferentes ramas que profesan la misma religión. Al contrario, el respeto y la colaboración deberían ser la norma.La religión judía no es proselitista, es decir, no busca adeptos, por eso es muy importante la tolerancia y la aceptación de todos los hermanos que profesamos la misma fe. En este sentido vale la pena mencionar un interesante artículo publicado en el New York Post el pasado 27 de abril, firmado por David Kaufman y titulado “Jews of color defy America’s obsession with identity politics” ( http://nyp.st/1rAKOvy ).