Isaac Cohen, Rabino Principal de la Asociación Israelita de Venezuela
Rosh Hashaná (Año Nuevo), Yom Kipur (Día del Perdón), Sucot (fiesta de los Tabernáculos), y Sheminí Atzéret (Asamblea del Octavo Día), que también es Simjat Torá (La Alegría de la Ley), todas fechas plenas de significado, se celebran prácticamente una a continuación de la otra a lo largo del mes de Tishrei, conformando un extraordinario ciclo de profundo contenido espiritual y que suscita un sinfín de expectativas e interrogantes.
Tenemos, por ejemplo, que Rosh Hashaná no solamente es Año Nuevo, sino también el Día del Juicio (Yom Hadín), en el cual comparecemos ante Hashem–Dios, y sin embargo resulta evidente que no necesita juzgarnos, pues Él conoce en todo momento la exacta naturaleza de nuestros corazones. También podríamos preguntarnos, ¿qué sentido tiene un juicio al cual de antemano se le ha fijado un indulto general, unos cuantos días después, durante la solemne fecha de Kipur? Se puede argumentar que en Kipur se nos perdonan las faltas cometidas en contra del Todopoderoso, pero no aquellas en contra de nuestro prójimo.
Entonces, más que a un juicio, Rosh Hashaná se parecería a poner en la palestra las cosas indebidas que nos hemos hecho unos a otros a lo largo del año trascurrido. Después de este juicio, que cuenta con un indulto predeterminado, entramos tras una breve pausa de cinco días a la festividad de Sucot, en la cual las tres mitzvot fundamentales son: habitar en la Sucá (vivienda endeble y transitoria), sostener el lulav y, pase lo que pase, estar alegres. Una festividad auténticamente universal, ya que en tiempos del Bet Hamikdash (Templo) se hacían korbanot (sacrificios) a favor de las 70 naciones primigenias del mundo. Solo al día siguiente de concluir Sucot, durante Sheminí Atzéret, se hacían los korbanot a nombre de Am Israel (el pueblo judío). En nuestros días, Sheminí Atzéret es también Simjat Torá, que celebra la conclusión del ciclo anual de la lectura de la Torá. En Éretz Israel ambas celebraciones son un mismo día; en el Galut (diáspora), el primer día corresponde a Sheminí Atzéret y el segundo, adicionado fuera de Israel, a Simjat Torá.
¿Qué sentido tiene entonces todo este extenso, y en apariencia abigarrado, conjunto de fechas, que incluyendo los Yamim Hanoraím (días de reflexión comprendidos entre Rosh Hashaná y Yom Kipur) ocupan la mayor parte del mes de Tishrei? Sucede que en Rosh Hashaná, todos (Séfer Devarim 16:18) somos Shoftim y Shotrim (jueces y alguaciles) de nuestro comportamiento. Shoftim para darnos cuenta de lo que hacemos mal, y Shotrim para corregirlo de manera diligente y eficaz. En Yom Kipur, el sincero arrepentimiento nos garantiza el perdón por las trasgresiones en contra de Hashem, pero ¿qué se puede hacer en contra del prójimo? Pues imitar a Dios, y perdonar.
A través del perdón mutuo de ofensas recibidas y perpetradas, Am Israel logra cada año ser completamente redimido. En realidad, esta es la verdadera esencia de Yom Kipur: ser capaces de perdonarnos unos a otros.
Por otro lado, Sucot es el reconocimiento y el regocijo de saber que Dios controla el mundo para bien, y que todo mal proviene, en realidad, de los errores y desviaciones de los propios seres humanos. Finalmente, Sheminí Atzéret, que también es Simjat Torá, es la aceptación de nuestra misión como Bené Israel (hijos de Israel), que no es otra que la de perfeccionar el Universo creado por el Todopoderoso estudiando y poniendo en práctica la Torá.
En Rosh Hashaná, más importante que el juicio en sí mismo, es el compromiso de Am Israel de aceptar la Justicia de Hashem como guía y norma de vida
En Rosh Hashaná, más importante que el juicio en sí mismo, es el compromiso de Am Israel de aceptar la Justicia de Hashem como guía y norma de vida. Decía Rabí Akivá (Yomá 8) que en Yom Kipur, así como el mikve (baño ritual) purifica a los impuros, Hashem purifica a los Bené Israel. Pues está escrito (Yejezkiel 36:25): “Y rociaré sobre vosotros aguas puras y os purificaréis”. La purificación espiritual está en perdonar del mismo modo en que Dios, por pura misericordia, nos perdona.
Con respecto a Sucot, surge el planteamiento de cómo deben sostenerse correctamente los cuatro minim (especies) del lulav. Una respuesta es la siguiente: con la mano derecha se toma el etrog (citrón), y con la mano izquierda el conjunto ya armado de aravá (sauce), el lulav propiamente dicho (palma datilera), y hadás (mirto), de modo tal que los cuatro minim adoptan el siguiente orden de derecha a izquierda: etrog, aravá, lulav y hadás. Por lo tanto el etrog, que es un fruto y tiene aroma, junto a la aravá, que no tiene fruto ni aroma; y la hoja de palma (lulav), que da fruto (dátil) pero no tiene aroma, con el hadás, que tiene aroma pero no da fruto. Es decir, uno complementando al otro en perfecto equilibrio y armonía. Pues como enseñan los jajamim (Menajot 27): “El pueblo de Israel es pueblo (Am), y no una simple nación; cuando está unido, los méritos y las carencias de unos y otros se compensan entre sí”.
En conclusión, a todo lo largo del extraordinario ciclo de Tishrei subyace el propósito fundamental de enseñar, cultivar y poner en práctica los valores y principios de Justicia, Misericordia y Solidaridad, características primordiales que distinguen al pueblo de Israel.
Que el Todopoderoso bendiga a nuestra distinguida y querida kehilá, y le conceda siempre el sereno regocijo del optimismo que nace de la auténtica emuná (Fe). Pues a través de la emuná se llega a la simjá (alegría), la cual posee el maravilloso poder de atraer la berajá (bendición). Que para todos haya parnasá (sustento), mucha salud y Shalom (paz integral). Que entre nosotros imperen siempre la unión, el entendimiento y el respeto. Y que en este año 5780, pronto a iniciarse, se renueven las esperanzas y sobre todo se aumente en Torá y mitzvot. Lo mismo para nuestros hermanos de Medinat Israel, y de todas las demás comunidades alrededor del mundo.
Mi familia y yo les deseamos, con enorme cariño y agradecimiento, Shaná Tová. Quiera el Todopoderoso, en Su infinita bondad, que seamos inscritos en el Libro de la Vida. Que Dios oiga nuestras plegarias y colme a Venezuela, nuestro querido terruño y lugar que amamos, admiramos y respetamos, al cual siempre estamos agradecidos, con la bendición para que prevalezcan la paz, la concordia y el entendimiento entre todos, y así 5780 constituya un año de crecimiento, felicidad y armonía.
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